Es fundamental comprender cómo incluso los movimientos más simples pueden tener un impacto significativo en nuestro bienestar general. Levantarse y moverse, aunque sea solo por unos minutos, puede mejorar la salud, aumentar la energía y reducir el riesgo de enfermedades crónicas. Las investigaciones recientes han demostrado que cualquier tipo de actividad física, incluso de corta duración, activa el metabolismo y contribuye a la quema de grasas y azúcares, mejora la circulación sanguínea y estimula la función cerebral. Ahora que los dulces de Navidad entran con fuerza en nuestra dieta, y mientras tenemos en cuenta el café y otros aceleradores, un pequeño gesto como el caminar puede cambiar nuestra salud y bienestar. Lo explicamos.
Revoluciona tu metabolismo con este sencillo ajuste de postura
A lo largo de los años, se creía que para que el ejercicio fuera efectivo, debía durar al menos diez minutos. Sin embargo, estudios más recientes, como los realizados por la American Heart Association y la Harvard Medical School, han demostrado que cualquier tipo de actividad física breve y frecuente puede tener efectos positivos. Por ejemplo, se ha observado que al levantarse de una silla, el gasto energético puede aumentar hasta un 13 %, y si se camina, ese consumo se triplica. Además, los músculos de los muslos, que permanecen inactivos durante el tiempo que estamos sentados, pueden duplicar o incluso multiplicar por nueve su actividad tan solo al ponerse en movimiento.
Más allá de los beneficios físicos, los movimientos cortos y regulares tienen un impacto positivo en la función cerebral. Actividades como levantarse de la silla o caminar activan la circulación sanguínea, lo que a su vez mejora la concentración, la atención y el estado de alerta. De hecho, según investigaciones publicadas en la Journal of Applied Physiology, esta mejora en la circulación favorece el rendimiento cognitivo y el bienestar mental. Desde un punto de vista metabólico, los beneficios de moverse frecuentemente se deben a la activación del metabolismo de grasas y azúcares, lo que contribuye a un mejor control del peso corporal y reduce el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares. La ciencia ha demostrado que la inactividad prolongada está estrechamente vinculada con el desarrollo de patologías metabólicas, mientras que incluso el movimiento de baja intensidad puede marcar la diferencia.
En cuanto a la cantidad de ejercicio recomendado, los expertos sugieren acumular al menos 150 minutos de actividad física moderada a la semana, lo que se traduce en unos 20 minutos diarios. Estos 20 minutos pueden dividirse en bloques de 5 o 10 minutos, haciendo que la actividad sea más accesible y menos exigente para el cuerpo. Actividades como caminar rápido, bailar o ejercicios más vigorosos como correr también pueden ser beneficiosos si se suman al menos 75 minutos semanales de alta intensidad. Eso sí, teniendo en cuenta que no todos tenemos el mismo tiempo y que a veces los horarios y la rutina diaria pueden impedirnos destinar tiempo al deporte o al ejercicio, es importante destacar que integrar el ejercicio en la rutina diaria no requiere de cambios radicales. Y quizás esto es lo más importante de todo.
Opciones simples y prácticas, como levantarse durante una pausa publicitaria para estirarse, subir escaleras en lugar de tomar el ascensor o caminar al recoger algún paquete de Amazon en lugar de esperar que llegue a la puerta, pueden sumar significativamente a la actividad física diaria. Incluso tareas sencillas como ponerse de pie mientras te cepillas los dientes o hacer sentadillas mientras preparas el café pueden contribuir a esos 20 minutos de actividad recomendados. Como todo en esta vida, la clave es comenzar con pasos simples y aumentar gradualmente la cantidad de movimiento en el día a día, aprovechando los momentos en que nos resulta más fácil hacerlo.