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La ciencia tiene la clave de por qué nos gustan tanto las montañas rusas

Aunque parezcan un invento moderno en realidad datan de mediados del siglo XIX.
La ciencia tiene la clave de por qué nos gustan tanto las montañas rusas
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Las montañas rusas, a menudo vistas como una forma de entretenimiento moderno que evoluciona para ser más grande, rápida y aterradora gracias a los avances tecnológicos, tienen en realidad sus raíces a mediados del siglo XIX. Lo que comenzó como ferrocarriles propulsados por la gravedad en Pensilvania, Estados Unidos, diseñados para el transporte de carbón desde las montañas hacia la ciudad, se transformó durante los fines de semana en una atracción para pasajeros en busca de diversión.

Hoy en día, los parques temáticos representan un negocio de gran envergadura, pero no están exentos de problemas, como las largas colas que pueden superar las ocho horas por un viaje de menos de dos minutos, y reportes de accidentes con consecuencias graves para la salud de los visitantes. A pesar de estos riesgos, la fascinación por las montañas rusas persiste. La pregunta surge: ¿qué nos motiva a experimentar estas atracciones extremas y cómo cambia nuestra percepción de ellas con la edad?

Un miedo visceral del que se disfruta

La atracción hacia las montañas rusas se vincula con la búsqueda de sensaciones, una tendencia a disfrutar de experiencias físicas variadas, novedosas e intensas, como el alpinismo o el paracaidismo. Sin embargo, el atractivo de estas atracciones no se limita solo a la velocidad. Investigaciones sugieren que el disfrute podría radicar en la experiencia visceral del miedo, similar a la sensación que proporcionan las películas de terror, desencadenando una respuesta de lucha o huida que incrementa la frecuencia cardíaca y la liberación de glucosa, proporcionando una sensación de euforia y energía.

Estrés positivo

Además, la experiencia en montañas rusas se asocia con el concepto de "eustrés" o estrés positivo (el que nos gustaría experimentar al hacer cosas adultas como pagar el alquiler o los impuestos), un tipo de estrés que las personas buscan experimentar. Estudios han demostrado que actividades que desencadenan este estado, como el puenting, no solo aumentan los niveles de endorfinas, sino que también pueden tener un impacto positivo en la percepción de bienestar, incluso en personas con condiciones específicas como el asma. Esto sugiere que el estrés inducido por estas experiencias puede ser percibido de manera positiva.

La química cerebral juega un papel crucial en la predilección por las montañas rusas. Investigaciones indican que niveles más altos de dopamina en el cerebro pueden correlacionar con un mayor interés en comportamientos de búsqueda de sensaciones. Aunque la relación entre la dopamina y el disfrute de experiencias intensas es compleja y requiere de más estudios, esta evidencia sugiere que la atracción por las montañas rusas y actividades similares puede reflejar diferencias individuales en la química cerebral. A medida que avanzamos en edad, la inclinación hacia estas experiencias tiende a disminuir, lo que podría explicarse tanto por cambios fisiológicos como por una menor producción de dopamina. Sin embargo, la capacidad de las montañas rusas para proporcionar una "euforia segura" sigue siendo un fenómeno ampliamente apreciado, evidenciando el continuo encanto de estas experiencias a lo largo de los siglos.

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