Pese a las quejas, avisos y recomendaciones de la industria en conjunto del videojuego, la administración de Donald Trump ha decidido poner fecha para el aumento de los impuestos y aranceles aduaneros a los productos provenientes de China. Las nuevas tarifas aumentarán un 10% de media, tendrán efecto a partir del 1 de septiembre y cubrirán más de 300 mil millones de productos y bienes importados de China, y entre ellos, consolas y videojuegos.
Afectarán a 5400 millones de dólares en bienes de videojuegos
Como se esperaba, este aumento del 10% supondrá un duro revés para la industria del videojuego, así como de la electrónica de consumo. A partir del 1 de septiembre, el gobierno republicano de Donald Trump gravará con 39.000 millones de dólares a tablets y ordenadores, 45.000 millones a smartphones y con 5400 millones a consolas y videojuegos producidos en el país asiático.
El coste de importación será un quebradero de cabeza para empresas, fabricantes y otras empresas, que tendrán que buscar nuevas maneras de reducir gastos o aumentar los precios para compensar.
Sony ya avisó: de una manera u otra, serán los consumidores los que paguen. Y el escenario puede ser incluso más nefasto. El presidente estadounidense ha confirmado que si las negociaciones comerciales con China van a peor, cosa probable teniendo en cuenta el clima diplomático que envuelve a ambos países, tanto él como su gabinete están dispuestos a subir estos aranceles bastante más. China, de momento, ha rechazado estos aranceles.
"Se pueden aumentar por etapas, por lo que estamos comenzando con un 10% y se pueden elevar a más del 25%", explicaba el presidente, según CNN. "Pero no estamos buscando hacer eso", puntualizaba. Se trata de un movimiento que viene de lejos. El presidente Trump propuso hace unos meses en la cámara de comercio una nueva batería de impuestos y tasas a los productos y bienes de consumo importados desde China. Microsoft, Sony y Nintendo afirmaron que un aumento de este tipo de impuestos tendría consecuencias negativas directas para la industria, tanto para sus líneas de producción como de sus propios empleados, y en última instancia, los consumidores.
"Un cambio brusco de la localización de las mismas hacia Estados Unidos o un nuevo país incrementaría los costes más allá de los efectos negativos de estas tarifas, obligándonos a vender y hacer nuestros productos a un margen mucho menor y en peores condiciones", explicaban en su comunicado oficial. De hecho, ante el problema, habrían comenzado a deslocalizar la fabricación en China y buscar nuevas líneas de producción en India, Taiwán y Brasil.