Análisis de Chariot (Xbox One)
Puede sonar a manido, o incluso a repetitivo, pero los juegos independientes y la irrupción de las plataformas digitales en las consolas de sobremesa de Sony y Microsoft, han permitido que podamos disfrutar de una pléyade de videojuegos de lo más variado, que en conjunción a los títulos de holgado presupuesto de la editoriales de turno, engarzan y engalanan los catálogos con pequeñas joyas. Ojo, tampoco creemos que el término independiente regale y otorgue automáticamente calidad a cualquier producción, pero sí es verdad que al proceder de estudios más pequeños, si podemos llegar a encontrar conceptos y mecánicas un poco más arriesgadas y diferentes a las que estamos acostumbrados. Chariot es un título original, fresco, que engloba un buen número de características interesantes en su rico planteamiento, pero siendo al mismo tiempo muy accesible y apto para todos los públicos, incluso para ser disfrutado en compañía.
Tirando del carro
Chariot comienza con sorna y bastante buen humor, contándonos una simpática historia sobre los mágicos restos de un conocido rey que no ha terminado de asimilar su propia muerte, y cuyos restos deben ser transportados de un lado a otro por sus propios hijos. Chariot va narrándonos, mediante diálogos -exquisitamente traducidos- una especie de argumento, pero sin excesiva cohesión -ni falta que le hace-.
Otro de los logros del juego, es que consigue, con muy poco, que tengamos un verdadero vínculo con los príncipes y herederos protagonistas, así como con algunos de sus guías y compañeros de viaje -el citado rey no dejará de hacer divertidos y socarrones chascarrillos sobre cada parón, elemento y desvío-.
El sistema de juego de Chariot es muy fácil de comprender, entender y disfrutar. Básicamente, debemos tirar, empujar y arrastrar el carro que contiene el ataúd del fallecido monarca, usando para moverlo por los intrincados escenarios toda nuestra fuerza e ingenio. Chariot es un título que mezcla plataformas, rompecabezas y exploración casi a partes iguales, intentando ofrecer una sólida base y unas mecánicas fijas con las que deleitarnos a lo largo del desarrollo de la partida.
La física hace acto de aparición desde el minuto uno. El terreno que debemos solventar es increíblemente abrupto, lleno de desniveles, saltos, plataformas y otros accidentes geográficos, obligándonos a saltar, arrastrar y tirar del ataúd -como el Django del popular western de Corbucci- por todos los niveles hasta llegar a la salida. El juego no es un adalid del realismo newtoniano ni mucho menos, pero sí tiene sus propias reglas, que deberemos comprender antes de saltar un determinado saliente o dejarnos rodar por la pendiente.
Al comienzo del juego, deberemos conformarnos con deslizarnos, subirlo a pulso y poco más, pero más adelante, tendremos la posibilidad de agarrarlo y arrastrarlo con una cuerda e incluso añadirle otros elementos e ítems con los que mejorar, entre otras cosas, su agarre al terreno, su ligereza o posibilidad de transporte. Nuestros dos personajes tienen habilidades idénticas, si bien cada uno de ellos tiene un ataque concreto -un mandoble de espada o un ataque a distancia con armas arrojadizas- que nos salvarán en algunas de las situaciones más peliagudas, en las que los enemigos nos asedien -cosa que en un momento determinado, será la tónica imperante-.
Exploración, plataformas y puzles
Cada nivel en Chariot está tan bien diseñado, que se nos obligará -por las buenas- a deshacer en más de una ocasión el camino andando, invitándonos a desviarnos en la búsqueda de la salida o del camino más fácil para portar el sarcófago. En este aspecto, no hay que olvidar que, pese a toda la parafernalia que envuelve al ataúd y su viaje, Chariot es un juego de plataformas y exploración en férreas dos dimensiones. Los escenarios son inmensos, llenos de recovecos, cuevas y lugares secretos en los que deleitarse o en los que encontrar cualquiera de los múltiples secretos que nos ofrece.
Estos ítems suelen ocultar planos de mejora para nuestro carro y ataúd, con lo que nunca estará de más que nos desviemos del camino principal para darnos a la aventura y desbloquear algún objeto oculto. En nuestra curiosa penitencia, también recogeremos joyas, piezas de oro y diamantes especiales -algunos diamantes están pensados para ser exclusivos de cara a el modo cooperativo que incluye el juego-, que servirán también para insuflarnos de espíritu aventurero y motivarnos a encontrar la salida del escenario en cuestión.
Como única pega, habría que puntualizar que, mientras el propio juego insta a avanzar de forma tranquila, habrá situaciones en las que nos veremos obligados a correr. Ya sea para escapar de las criaturas, murciélagos y enemigos o para batir el tiempo final con el que superar el nivel, Chariot se arma de cierta ansiedad para con el jugador, que se verá forzado a aumentar revoluciones y despreocuparse de otros aspectos importantes del juego como lo son la citada exploración o las plataformas.
Íntimamente ligado al propio concepto de plataformas, encontramos el rompecabezas. Chariot es una constante prueba a nuestra manera de hacer las cosas. Por doquier deberemos plantearnos la forma de superar cada obstáculo, jugando con los elementos del escenario y con nuestra propia idea de lo que podría funcionar o no. No es un título que castigue al jugador por probar cosas, y esa sensación de libertad a la hora de poder afrontar los peligros que se nos pondrán por delante, nos ha encandilado especialmente. Ahora, a modo de advertencia -si es que puede catalogarse así-, habría que puntualizar que pese a lo reflexivo de su mecánica jugable no encontraremos ningún tipo de problema a la hora de avanzar, y muy difícilmente acabaremos atascados. Es por esto por lo que creemos que Chariot es uno de esos títulos ideales para jugar en familia o acompañados, ya sea con dos mandos o con uno solo delante de la consola.
A nivel artístico, pese a las lagunas comunes que parecen estigmatizar a este tipo de juegos -hay una extraña sensación de "esto ya lo he visto antes"-, Chariot se nos presenta como un videojuego estéticamente arrebatador, con un uso de las dos dimensiones muy inteligente. La definición de los elementos en pantalla, la paleta de colores y las animaciones -e incluso el uso de iluminación, pues hay fases y zonas a oscuras en las que deberemos usar linternas para avanzar-, están conjugadas y engarzadas con prístina clase, siendo uno de los títulos más bonitos de los últimos meses. El juego está en inglés, aunque bien traducido al castellano.
Conclusiones finales
Produciéndonos una extraña sensación de confort desde el primer segundo en el que nos ponemos delante del mando, Chariot se nos presenta como un juego divertido, entretenido y muy sólido. Su mecánica jugable lo convierte en un título inteligente, regado de buenos puzles y con un saludable modo cooperativo a dos jugadores en la misma consola que, a estas alturas, con un panorama plagado de títulos online un tanto impersonales, funciona bastante bien. Chariot puede que no pase a la historia como un título indie de renombre, pero complementa el catálogo de descargables de las consolas de sobremesa actuales -y PC-, ofreciendo una atractiva alternativa para los aficionados a las plataformas, los rompecabezas y los juegos de exploración en dos dimensiones.