Análisis de Ilomilo XBLA (Xbox 360)

Si el broche al excelente año 2010 en el Bazar de Xbox Live lo puso el notable Raskulls, 2011 comienza con ilomilo, otro título exclusivo que derrocha carisma y encanto, con uno de los diseños artísticos más notables que hemos visto nunca en un juego descargable, y que eleva todavía más si cabe la calidad media de esta plataforma de distribución, reducto de algunas de las ideas más originales que hemos podido disfrutar en los últimos años.

Sus creadores son los suecos SouthEnd Interactive, que ya cuentan con experiencia dentro de Xbox Live Arcade con títulos como el remake del clásico Lode Runner o R-Type Dimensions, una revisión de las dos primeras entregas del mítico matamarcianos.

Con ilomilo realizan un original título que entra a la primera tanto por los ojos como por los por oídos, contando con una jugabilidad muy atractiva para los amantes de los puzles, y una historia que a simple a vista parece infantil e ingenua pero que se acaba desvelando con un trasfondo complejo que nos ha encantado.

Los dos amigos ilo y milo quedaban todos los días para tomar té junto a un árbol en medio del parque, y al final de la jornada retornaban a sus casas para volver a reunirse al día siguiente. El problema era que por la mañana les costaba volver a encontrarse, como si alguien por la noche hubiera vuelto a organizar el lugar, o a lo mejor era que su memoria no era muy buena... Con esta curiosa premisa de cuento infantil comienza, y en esta dificultad para reunirse los dos protagonistas radica la dinámica de juego. Debemos conseguir que ilo y milo se junten en cualquier punto de unos escenarios flotantes formados por cubos, por los que nos desplazamos en cualquiera de sus planos ayudándonos de algunos cubos con propiedades especiales y otros elementos, y sin la posibilidad de caernos o morir en ningún momento.

La jugabilidad es muy simple, movemos a uno de los dos personajes pudiendo alternar en todo momento entre ellos pulsando un botón, contando con otro para recoger algunos cubos. La cámara la movemos a nuestro antojo con el stick derecho y podemos alejar la perspectiva, algo a lo que tendremos que recurrir en los momentos que estemos perdidos. En un principio parece muy fácil, y nos terminaremos las primeras fases sin muchos problemas, incluso recogiendo todos los objetos secundarios, pero según avanzamos se nos van proporcionando cubos con nuevas propiedades que nos van complicando la existencia, y no es nada fácil completar el juego al cien por cien, empujándonos a estar unas cuantas horas picados y pegados al mando, aunque solo contemplar el final sí es algo más sencillo.

El desarrollo es muy amable, con una dificultad progresiva que se va incrementando sin que apenas nos demos cuenta, ya que las novedades se incorporan poco a poco. En el primer capítulo por ejemplo solo contaremos con el cubo simple –que sirve para cubrir la distancia de un espacio- y el cubo extensible -que cubre hasta tres huecos-, pero en los capítulos siguientes se incorpora el cubo trampilla –con el que invertimos nuestra posición-, uno volador, otro que gira sobre sí mismo –que nos sirve para cambiar entre varios planos o pulsar interruptores-, e incluso aparecen "enemigos", como unas serpientes que nos impiden avanzar con un cubo a nuestra espalda, otros cubos fijos que nos propulsan dando un salto, o una especie de perros que sirven para montarnos sobre su lomo y que nos abren camino al comerse unas manzanas que nos impiden avanzar.

El planteamiento es sencillo, y aunque se van incluyendo novedades que aumentan la dificultad nunca se llega a convertir en demasiado enrevesado, y es en su simple jugabilidad donde radica parte de su encanto, ya que se deja totalmente de lado la habilidad para dar paso al ingenio, algo que cada vez vemos menos en consolas. Por tanto los amantes de los rompecabezas deberían probarlo, y los que solo deseen acción deberían huir de él, advirtiendo también que pese a tu estética no es muy apropiado para un público infantil, ya que llega a alcanzar cotas de dificultad algo elevadas, poniendo a prueba –sobre todo- a los menos pacientes, pese a no ser muy complicado terminarlo, algo que decepcionará a los más expertos.

Tenemos cuatro capítulos con nueve fases más tres especiales cada uno, y bastará con superar seis de las nueve para poder acceder al siguiente capítulo, por lo que si una pantalla se nos atraganta podremos seguir adelante. Para tener acceso a las fases extras debemos buscar en cada una de las normales a los tres Safkas –unos personajillos muy similares a ilo y milo en tamaño reducido-, y lo cierto es que estas fases desbloqueables son algunas de las más interesantes, complicadas y curiosas. Estos no son las únicas búsquedas secundarias, ya que encontramos escondidas en los escenarios imágenes para la galería o temas de la banda sonora que luego podemos escuchar, por lo que tenemos suficientes elementos que le dan una duración muy acertada para un título descargable.

Disponemos de un modo cooperativo desde la misma consola, en el que un jugador controla a ilo y otro a milo, que no tiene mucha gracia ya que es igual que jugar solo pero usando los dos mandos, y hubiera sido curioso aunque también bastante complejo un modo online. Al menos tenemos marcadores para picarnos y conseguir las mejores puntuaciones posibles, que se consiguen terminando las fases en el menor número de movimientos, y podemos desbloquear un par de modos extras como ilomilo Shuffle, un puzle arcade con estética de 8 bits que no pasa de mera curiosidad y un posible pique para conseguir un logro.

Decíamos que la historia nos ha encantado, ya que tiene un grado de complejidad y seriedad inapreciables en un principio -siendo una alegoría que preferimos no destriparos-, recordándonos en su madurez –que no en temática- a la de otro descargable como Braid, volviendo a demostrar que un videojuego puede contar algo profundo sin recurrir a grandes escenas de vídeo ni cientos de líneas de textos. Para ir descubriéndola debemos recoger por el escenario trozos de recuerdos, que cuando alcanzan cierto número forman un fragmento, siendo un total de cuatro los que componen el recuerdo de cada capítulo. El punto cómico lo pone el personaje de Sebastián, un excéntrico Napoleón que nos da consejos y cuenta algunas historietas, como la curiosa fábula del cazador y el zorro, o algún comentario malintencionado metiéndose con nuestra apariencia fuera de moda respecto a ciertos marines grises, calvos y musculosos que no sabemos a qué se refiere al mencionarlos…

Nos ha llamado la atención las relaciones que se están estableciendo entre pequeñas compañías independientes, llegando a compartir personajes entre ellas, por ejemplo si se tiene el reciente Raskulls podremos desbloquear contenidos especiales en ilomilo, y viceversa, además de contar este último con algunos cameos de los juegos indie más exitosos de los últimos tiempos, como Super Meat Boy, World of Goo o Machinarium, dando la sensación de estar gestándose una alianza de desarrolladoras independiente dentro de la propia industria del videojuego, algo que nos parece muy positivo si potencia este tipo de desarrollos tan atractivos y originales.

El apartado artístico es soberbio, y el técnico acompaña de manera perfecta, siendo uno de los títulos ya no solo más bonitos del Bazar de Xbox, sino de todo el catálogo de 360. Los personajes son encantadores y los escenarios pese a ser cubos flotantes cuentan con elementos de fondo que los hacen atractivos, formando un conjunto redondo, y pese a que esto sea algo muy subjetivo, es innegable lo mimada y trabajada que está la estética, congeniemos o no con ella. A todo esto le acompaña un sonido sobresaliente, gracias a unas melodías preciosas y en ocasiones excéntricas, usando instrumentos tan dispares como acordeones, trompetas o incluso flautas, y que tras unas horas jugando te llegan a calar metiéndose en el cerebro, algo que cada vez menos juegos consiguen.

No podía empezar el año de mejor manera en Xbox Live Arcade, con un rompecabezas tan bien pensado, de jugabilidad sencilla pero que llega a ser exigente, con una historia que sorprende y un diseño artístico excelente, que hacen de este un obligatorio para los amantes de los puzles. Su mayor pega quizás sea que durante la mayor parte de su desarrollo no supone un gran reto, siendo pocas las fases verdaderamente difíciles, por lo que no agradará del todo a los que les guste devanarse los sesos, y los que busquen algo más dinámico y activo se aburrirán, quedándose en un punto intermedio. Aun así pocos ejemplos encontramos en el Bazar que aúnen de manera tan notable una propuesta pausada, un aspecto visual tan atractivo y un carisma tan arrollador.