Análisis de Los Ríos de Alice: Versión extendida (Wii U)

El origen de este juego es particular como pocos: su concepción parte de una nana compuesta para un acto benéfico por la banda madrileña Vetusta Morla. El nombre del tema, Los Ríos de Alice. A partir de ahí se desarrolla un interesantísimo viaje por el que Delirium Studios, equipo español afincado en Bilbao, va dando forma a todo un universo inspirado en las melodías y letras del grupo. Este proyecto culmina en 2013 con su lanzamiento para móviles y tabletas, con el que ganó un par de premios y varias nominaciones en distintas ferias. Hoy os venimos a hablar de su versión extendida, recién estrenada en Wii U para llegar a una nueva audiencia.

Alice es la niña protagonista de esta aventura. A través de sus sueños exploramos distintos parajes dedicados a sus miedos más fundamentales: mentira, envidia, apatía... Resolver estos escenarios es un símbolo de superación y enfrentamiento, por los cuales la niña consigue avanzar hasta llegar a la cúspide. Si fallamos en determinados lugares, la muchacha despierta repentinamente (como cuando el miedo o el impacto en una pesadilla nos sobrepasa) y, a continuación, vuelve a conciliar el sueño, de manera que podemos seguir intentando el puzle en cuestión. Este detalle es solo uno de los muchos que emplea el título para su alegoría y homenaje. Es decir, no hay una trama como tal. A esto complementan los diálogos, que no son hablados, sino a base de ideogramas.

Estamos ante una aventura gráfica de corte tradicional, con su inventario, su mundo abierto por el que moverse libremente y unos pocos comandos: ver, hablar y coger/tocar/usar. No obstante, la extensión es más bien pequeña y las interacciones son muy guiadas, pues solo se puede hacer aquello que se requiera para avanzar y, ya hecho, el punto clave desaparece en la mayoría de ocasiones. Los personajes que habitan estos mundos de ensueño tampoco sirven más que una sola vez para su propósito evidente. En este sentido, la estructura es tremendamente lineal y acompaña muchísimo al jugador, que siempre tiene claro dónde se sitúa el próximo paso, aunque todavía no haya descubierto cómo llevarlo a cabo.

Y, si se siente totalmente perdido, existe la posibilidad de regresar a la primera pantalla para consultar a Pereza, representada como una pequeña criatura reptante, que nos mostrará algunas ideas de cómo seguir. El sistema de pistas es imprescindible, pues a veces la resolución se escapa por el simple desconocimiento de las posibilidades que tiene el jugador a su alcance. Hay que tener eso que llaman "pensamiento fuera de la caja" para saltarse los límites aprendidos, ser curioso y paciente. Sucede, y no debería, que hay momentos muertos en los que Pereza no tiene ninguna indicación para darnos, por lo que si el jugador se queda atascado y ya no sabe qué más probar, tendrá que recurrir a fuentes externas de información.

Existe una forma menos amable de verlo, y es que la adaptación a Wii U no es todo lo buena que podría ser. El control se efectúa mediante la pantalla del mando, donde con el lápiz indicamos lo que queremos hacer. Lamentablemente, la detección no es perfecta y en ocasiones podemos creer que no sabemos cómo continuar, cuando realmente ya hemos dado con la solución pero el juego no la ha ejecutado y, por consiguiente, pensamos que es erróneo. También es una lástima que haya que jugar mirando a la pequeña pantalla en lugar de facilitar alternativas para hacerlo en el televisor grande (como compatibilidad con el mando de Wii, por ejemplo), donde el precioso diseño artístico luce muchísimo más. Por otro lado, y pese a que los propios textos del juego invitan a ello, mucha información queda restringida a la pantalla del mando, lo cual dificulta el entendimiento a los acompañantes que estén mirando al televisor.

Los puzles son una parte importante de Los Ríos de Alice, ¡y no son precisamente sencillos! A grandes rasgos podemos distinguir entre dos grupos: los de lógica mecánica y los musicales. Los primeros son especialmente enrevesados por basarse en la propia naturaleza intrincada de los rompecabezas similares al cubo de Rubik. El ejercicio mental que requieren es muy específico y, por ello, pueden llegar a ser frustrantes para una parte del público objetivo, pues el ensayo y error arbitrario no sirve. Los puzles musicales piden buen oído y son muy exigentes, pero son factibles, además de ingeniosos.

Uno de los objetos que llevamos todo el tiempo en el inventario es una libreta, donde aparecen las imágenes de referencia que nos muestra Pereza al inicio. También tiene una página en blanco donde podemos dibujar o anotar lo que sea a mano alzada. Esta función, a priori tan útil, acaba olvidándose por completo. En las pantallas de carga te invitan a usar papel y boli, pero tampoco es algo imprescindible. La memoria a corto plazo nos será suficiente para retener los datos que necesitamos.

Artísticamente, la obra cumple con creces. El estilo 2D goza de una potente personalidad en cada trazo y diseño, reforzado por una tremenda paleta de colores evocadora. El imaginario depositado en cada detalle, la cohesión que se consigue pese a las contradicciones de una fantasía en la que se mezclan elementos de todo tipo, nada falla en este aspecto. La sencillez es loable, pero las animaciones no están a la altura de toda la extraña belleza que se desenvuelve ante nuestros ojos. No hay mucho movimiento, pues se trata de una aventura sosegada, de contemplación, y es por ello que se echa en falta algo más elaborado.

La característica estrella es su música; está a otro nivel. En cada escenario suena una melodía distinta y todas son igual de especiales, hermosas y delicadas, algunas cantadas en susurros y otras instrumentales. Mención aparte merece la canción de los créditos, que culmina la experiencia con broche de oro. La banda sonora de Los Ríos de Alice es deliciosa e, incluso si no tienes intención de jugarlo o no te va el panorama musical español, te animamos a indagar en las fantásticas piezas compuestas por Vetusta Morla.

Conclusiones

En definitiva, esta versión extendida para Wii U añade algunos extras al original para móviles, pero la adaptación no está tan pulida como cabría esperar para un port que llega dos años después. El control y algún que otro bug son defectos que se suman a las carencias que ya de por sí acarrea por venir del ecosistema móvil, donde ciertas limitaciones son una norma que aquí le pesan, como la linealidad o la escasa duración de entre 2 y 4 horas.

Otro punto que le hace flaco favor es la mala redacción en español, y más teniendo tan poco texto. Si en nuestros propios productos no cuidamos la ortografía, ¿cómo lo vamos a esperar en producciones extranjeras? Dejando esto de lado, se trata de una buena aventura gráfica. Entrañable y exigente, con buenas dosis de ingenio y de factura musical sobresaliente.