Análisis de Dive: The Medes Island Secret WiiW (Wii)
Las experiencias de juego relajante suelen estar alejadas de lo que el público mayoritario entiende como videojuego, ya que en muchas ocasiones esto se limita a someterse a una experiencia de cierto nivel de estrés para obtener un relax catártico una vez se ha conseguido el objetivo o finalizado la partida, lo que suceda antes. Esto, por supuesto, se aplica en diferentes niveles a la inmensa mayoría de los títulos que salen al mercado, pero unos pocos juegos consiguen mantener el concepto de ofrecer un reto, una propuesta realmente jugable, al tiempo que todo su desarrollo es relajante. Dive: The Medes Island Secret es uno de esos títulos, y se sitúa, muy claramente, en la estela de juegos como Endless Ocean, cuya segunda parte es todavía reciente.
La diferencia principal radica en que aquí estamos ante un juego bidimensional, de concepción semilaberíntica (alejado de propuestas independientes como Aquaria, para Windows o Mac, y desde luego de los mucho más laberínticos escenarios de la saga Metroid) que funciona más que bien para llevarnos por estos mundos submarinos recorriendo medio mundo a la caza del tesoro, sin ninguna pretensión zoológica, sino más bien puramente arcade.
La historia es muy insulsa, pues aunque empieza tentándonos con leyendas templarias y demás parafernalia, el hilo se disuelve casi de inmediato para llevarnos a recuperar un sarcófago o una estatua de proa. Claro, repartidos por los escenarios hay estatuas de delfines, que nos recuerdan la trama principal, pero está demasiado disuelta. En la práctica, sin embargo, esto apenas se notará, pues la experiencia de juego es definitivamente más importante que la narrativa.
Dive ofrece tres niveles de dificultad, y si el objetivo principal es relajarse, sin muchas complicaciones, el nivel más fácil es la mejor opción, aunque diluye enormemente cualquier tipo de reto que queramos afrontar, razón por la que recomendamos apostar, al menos, por el intermedio (normal) o el difícil. Esto se debe a que el control responde muy bien, y si morimos será más torpeza que por otra cosa. Debemos usar el puntero para marcar la dirección a seguir, mientras pulsamos B para impulsarnos buceando (un control, como vemos, muy similar al uso del ratón que se presentó en el ya citado Aquaria); una doble pulsación nos dará un breve impulso adicional, aunque consumiremos más oxígeno.
Ese oxígeno es el que marca, claro, cuánto rato podemos estar buceando, pero también es la barra de vida: todo contacto con anémonas, pinchos, peces globo, peces araña, tiburones en sus múltiples variedades, medusas (pequeñas, grandes, enormes...), e incluso pulpos con gigantismo nos restará oxígeno. Por los escenarios encontraremos ítems con forma de bombonas de O2, que nos restaurarán la energía, y serán importantes en los primeros niveles, pues también nos permitirán seguir explorando.
Del mismo modo, tenemos el límite de la profundidad que podemos alcanzar y el escaso volumen de dardos tranquilizadores que podemos llevar y que nos sirven para adormilar tiburones, peces psicópatas y erradicar medusas. Por eso será importante localizar todos los tesoros posibles (tienen un valor económico variable, en función de la pieza), los cofres perdidos, y los grandes tesoros que nos permiten seguir avanzando en la historia. Todo tiene un valor en dólares que nos servirá para mejorar el equipamiento disponible: aumentar la profundidad a la que podemos sumergirnos, la capacidad de oxígeno de las bombonas, la velocidad a la que buceamos, el alcance del radar que usamos para detectar tesoros, y, por último, la cantidad de arpones.
Lo cierto es que el proceso de mejoras se lleva al máximo quizás demasiado pronto, pero no por ello repercute en la jugabilidad. Si uno se dedica a buscar todos los tesoros de cada nivel (los tesoros pequeños, que valen 100, 150... e incluso algunos 500 dólares), además de los cofres (al menos 1.000 dólares) desde el principio, dentro de los límites de la falta de equipamiento, en unas pocas fases ya estará a tope, pero la experiencia de juego no se resiente en absoluto, aunque resulta un tanto extraño luego empezar a sumar dinero en cantidades industriales que ya no podemos invertir.
Por suerte, los objetivos intermedios del juego van más orientados a la consecución de logros: suma 3 horas de juego, consigue 20 cofres del tesoro, consigue al menos un ejemplar de todos los tesoros pequeños, etc. Sin embargo, aquí va una advertencia: el juego tiene bugs que impedirán conseguir todos los logros.
No afecta al final del juego, no cambia el desenlace, y no nos impide sumar ninguna recompensa, pero hay unos fallos muy molestos en el diseño de niveles que impiden conseguir todos los tesoros. Nosotros lo hemos detectado por primera vez en el nivel de Isla Tortuga, que nos debería permitir sumar 40 tesoros pequeños... pero resultó imposible pasar de 39. Algunos tesoros están muy bien escondidos, gracias a las diferentes capas de objetos que hay en pantalla (evolución del viejo truco de las capas de scroll de la era 16 bits), pero no se trata de eso: custodiado por una morena y con el paso abierto, una barrera invisible no nos permitía avanzar. No fue la única vez que encontramos este fallo.
Esperamos que los desarrolladores sean conscientes de este problema en el diseño de algunos de sus niveles y que actualicen el juego, una de las ventajas de la distribución digital. Eso sí, dado que el sistema de avisos de nuevas versiones de Nintendo para WiiWare es de lo más inútil que hay en la actual generación (existe, sí, pero es completamente manual: hay que consultar a través del Canal Tienda, dentro de la tienda misma, los juegos que ya hemos comprado, y algunos nos dirán que hay una versión nueva disponible), es posible que algunos jugadores queden completamente frustrados y sin enterarse jamás de que se ha actualizado el título. Además, tenemos constancia de que es un error generalizado, no de un bug aislado, por lo que afectará –previsiblemente- a todos los jugadores que quieran completar este título al 100%... y es una pena, porque realmente merecía la pena intentarlo.
Visualmente, Dive es un juego hermoso, sencillo pero con un buen ambiente. Le falta algo de variedad en las especies animales; da alegría ver cuándo nos encontramos algo nuevo, como un pez globo, o tiburones blancos, pero una mayor variedad en este terreno lo habría hecho magnífico. El efecto marino es sobresaliente, y cuando estamos a mucha profundidad el uso de la linterna es obligatorio, y bien planteado. En un par de ocasiones hemos visto que se ralentizaba un poco, pero nada grave. A nivel sonoro, la música es sublime, simplemente. Resulta un poco repetitiva, por desgracia, pero la calidad de las composiciones, la tranquilidad que transmite, y también los momentos en los que no está presente y escuchamos apenas la respiración del submarinista... todo ello compone una atmósfera de enorme calidad. En el lado negativo, hay algunos fallos en los textos en castellano (por ejemplo, en la descripción del décimo logro), así que tampoco le vendría mal una revisión este aspecto.
Conclusiones
Dive: The Medes Island Secret es una buena experiencia de juego, que ha sabido combinar muy bien una experiencia relajante, y, al mismo tiempo, retos suficientes como para ser un buen videojuego, nos lleva al fondo marino de medio mundo, y lo cierto es que lo hace bien, dentro de una concepción de desarrollo bidimensional. Sin embargo, debido a los fallos que hemos comentado antes, es imposible (al menos a día de hoy) conseguir completar el juego al 100%, y eso, desde luego, es un problema que puede echar atrás a los jugadores, y frustrar a quienes se lo encuentren de repente. El fallo, insistimos, no impide ver el final, ni afecta en nada a la jugabilidad, simplemente nos impide conseguir todos los tesoros que hay y, por tanto, uno de los logros propuestos, por lo que la experiencia general de juego no se ve afectada, pero con todo habrá jugadores, los completistas, que se sientan muy molestos, y con razón. Y aún así, pese a esto, es una maravillosa experiencia de juego.