Análisis Story of Seasons: Friends of Mineral Town, estrés en la granja (Switch, PS4, Xbox One, PC)
Nuestro estilo de vida, sobre todo el de aquellas personas que vivan en grandes ciudades, es agobiante. Vivimos constantemente prestando atención al reloj, atendiendo a horarios de trabajo inflexibles, imponiéndonos rutinas alimenticias y de ocio para que la rueda gire de la manera más correcta posible, estresándonos porque el transporte público no se retrase ante el miedo de llegar tarde a una quedada con amigos a una cita. Al abrir los ojos cada mañana pasa por nuestra mente un planning amenazante, en tanto que no cumplirlo puede tener consecuencias disruptivas para nuestro futuro. Quizá por ello cada vez sean más populares los wholesome games, esos juegos en los que, a través de las mecánicas, mediante su apartado artístico o con su historia, se nos ofrece una obra relajante, simpática, capaz de hacernos olvidar durante un rato el estrés permanente. Dentro de esa etiqueta hay muchísimos subgéneros, pero quizá el más popular de todos es el de los juegos de granjas: dejar de lado la gran urbe para irnos a un tranquilo pueblecito a plantar patatas – es curioso, por cierto, que este tipo de títulos surgieran entre los rascacielos de Japón. Dentro de estos títulos de ordeñar vacas y plantar tomates, el más popular es, sin duda, Bokujō Monogatari, que en Occidente conocimos como Harvest Moon y desde 2012 como Story of Seasons.
El juego que nos ocupa, Story of Seasons: Friends of Mineral Town, no es totalmente nuevo, sino un remake para Nintendo Switch (la versión que hemos jugado) y PC que aglutina y amplía los juegos de Game Boy Advance Harvest Moon: Friends of Mineral Town y Harvest Moon: More Friends of Mineral Town. Así, estamos ante una actualización visual y de contenido de un título que tiene 17 años, pero quizá más presente que nunca gracias a la popularidad que han adquirido este tipo de juegos gracias a obras como, sobre todo, el éxito independiente Stardew Valley. Sin embargo, aquí nos encontramos con una experiencia que mantiene un fino equilibrio entre lo adorable y el agobio, entre la monotonía y la tranquilidad, entre el trabajo y el entretenimiento.
Una nueva vida en Ciudad Mineral
Todo comienza cuando nos mudamos a Ciudad Mineral, un pequeño pueblo donde pasamos un verano con nuestro abuelo porque nuestros padres no podían llevarnos de vacaciones. Ya en la veintena, arrancamos nuestra vida aquí haciéndonos cargo de la granja que visitamos siendo unos enanos. El primer paso será crear nuestro personaje: se nos permite elegir entre dos modelos varones y dos avatares mujeres y cambiar su tono de piel, a los que después podremos vestir con distintos atuendos intercambiables en cualquier momento. A los pocos minutos ya estaremos atendiendo nuestra granja, intentando apañarnos con la cría del potro que nos acaban de dar y hablando con los habitantes para conocerlos y para ver si nos enteramos de algo.
Story of Seasons tiene dos maneras de comenzar la partida: en modo normal o en modo sencillo, con el que comenzaremos con algunas verduras plantadas y otras ventajas para hacer la entrada más accesible. Pero en cualquiera de los dos, el juego no gestiona bien la información que te da, de manera consciente o inconsciente. A pesar de los muchos tutoriales que nos asaltan al principio y a los que podremos recurrir y profundizar en la librería de nuestra casa y en la biblioteca del pueblo, al final vamos aprendiendo los pormenores del juego a través de la experimentación: sabremos dónde podemos comprar semillas porque nos hemos recorrido todo el pueblo hablando con todo quisqui, sabemos cuánto tardan en crecer los nabos o los pepinos porque ya hemos plantado muchos y no porque nos lo hayan dicho en un texto. Poco a poco vas aprendiendo a cuidar de tus animales, a estar pendiente de los cultivos, y lo más importante, a fijarte una rutina.
Es importantísima la gestión del tiempo. Mientras estemos en el exterior (en las tiendas y en las casas no avanza el reloj) se avanzan diez minutos cada cinco segundos. En los primeros compases, cuando apenas tenemos plantados seis nabos y contamos con una gallina, no supone demasiado problema, pero es una situación que no se puede mantener porque estaremos en la absoluta ruina económica. Los cultivos hay que regarlos, con una regadera que hay que rellenar de cuando en cuando, a través de un sistema de cuadrículas – si no se mejora la regadera, vamos echando agua de casilla en casilla. A las gallinas y los conejos hay que darles de comer diariamente – mejor personalmente para que suba su afinidad con nosotros – y hablar con ellos para aumentar la amistad, al igual que ocurre con caballos, vacas y otros animales grandes, a los que además hay que acicalar. Y cuando nuestras verduras y frutas crezcan, hay que ir planta por planta para recogerlas.
Son acciones que, conforme más crezca la granja, nos pueden llevar más de medio día. Así, estás en un agobio constante para que te quede tiempo de ir al bazar para comprar más semillas, o a recoger la herramienta que has dejado en la herrería para que la mejoren, a darle el regalo de cumpleaños a ese chico del pueblo que te está cayendo bien, dejar los productos y cultivos que vayas a vender en la caja de envíos antes de las 17:00 o simplemente charlar con los vecinos para ir forjando una amistad – porque, claro, todos los comercios tienen sus horarios y días cerrados, las personas que viven en Ciudad Mineral tienen sus rutinas diarias y a partir de las 8 de la tarde el lugar se convierte en un pueblo fantasma. Además, hay que tener en cuenta los sistemas de resistencia y fatiga: acciones como arar el suelo, picar piedras u ordeñar a las vacas minan nuestra resistencia, y aunque esta se puede recuperar yendo a las aguas termales (consumiendo más tiempo) o comiendo (lo que nos costará un dinero que quizá no queramos gastar porque estamos ahorrando para algo), la fatiga hará mella: si nos esforzamos demasiado, quizá acabemos desplomados en el suelo y pasando el día en la clínica. Es una experiencia por momentos monótona, relajante y a la vez estresante.
Granjeándonos un nombre como granjeros
Pero poco a poco, vas mejorando porque aprendes a administrar mejor el tiempo (sacando a pastar a las vacas en lugar de darles de comer una a una, por ejemplo) a la vez que evolucionas tus herramientas, de modo que, por citar un utensilio, en cada acción de regar puedas echar agua sobre una cuadrícula en lugar de sobre una casilla. Además, ampliarás tu hogar desbloqueando nuevas acciones como la cocina, conseguirás una caña de pescar, participarás en festividades del pueblo que ofrecen entretenimientos que rompen con la monotonía diaria y te acostumbrarás a mirar siempre el calendario y el tiempo en la televisión (donde también se pueden ver, a través de texto, programas de entretenimiento y consejos, algunos curiosos y otros interesantes) para poder actuar ante lo imprevisible, como la agradecida lluvia que nos evitará regar o los fastidiosos vendavales, que nos impedirán salir de casa durante todo el día.
Estamos ante un juego que al principio se hace denso y arduo, que no tiene problemas en castigar al jugador descuidado destrozando todos sus cultivos en el primer cambio de estación e ir haciéndole aprender por las malas. Pero es que el título se extiende durante decenas y decenas de horas, si no centenas, tanto por la lentitud con la que se van abriendo sus sistemas de juego, como por lo que se tarda en avanzar en distintas cosas: conseguir que los duendecillos te ayuden en las tareas diarias, alcanzar los niveles más profundos de la mina para conseguir los materiales necesarios para distintas mejoras, o forjar amistades con los habitantes de Ciudad Mineral e incluso casarte con tu favorito (sin importar el género). De hecho, todos los personajes tienen historias, algunas más interesantes que otras, y varias con una carga filosófica y social que sorprende en un juego de este tipo; que van desarrollándose muy pausadamente a lo largo de los días, estaciones y años. Al final, no hace otra cosa que representar algo que no es para todo el mundo: la vida de pueblo, con su monotonía, con sus pequeños hechos que se convierten en grandes acontecimientos, y con la cercanía que tienen los individuos de una estrecha comunidad.
Un remake visualmente escaso en 2020
Toda esta experiencia se ve más que bien acompañada con el apartado artístico del juego. En lo visual es, por un lado, un título extremadamente cuqui tanto en el diseño de sus gráficos 3D como en el de las ilustraciones bidimensionales de los personajes, y por otro, muy detallista en ciertos elementos, como el botar de la mochila de nuestro personaje al correr o el movimiento del cencerro de las vacas cuando se desplazan. Pero es innegable que estamos ante un juego que procede de Game Boy Advance, y que la tridimensionalización de sus gráficos, por la falta de detalle en muchos aspectos y la baja resolución de otros tantos (algo que se deja notar sobre todo en modo televisión) no es suficiente en 2020.
En lo sonoro es más complicado: los efectos de sonido son simpáticos, sin más, pero la música da una de cal y otra de arena. Hemos tarareado sus temas, pero no tenemos claro si se debe a que son realmente buenos (que probablemente) o a la repetición hasta la extenuación, ya que durante toda la estación se reproducirá la misma canción a excepción de los días en los que haya alguna festividad. Eso sí, el título está completamente traducido al español, y aunque hemos encontrado alguna errata, también hay un buen puñado de juegos de palabras que constatan un buen trabajo en este sentido.
Conclusiones
Story of Seasons: Friends of Mineral Town es un juego de granjas que sigue siendo tan divertido ahora, con sus pequeñas novedades, como cuando se publicó el título original en 2003. Es un título que nos pedirá decenas y decenas de horas para descubrir lo que tiene que ofrecer, pero también porque, como la propia vida de pueblo, avanza muy lentamente. Querremos lo imposible: que nuestras cosechas crezcan rápido, que las vacas tengan pronto a sus retoños y que nuestro potro se convierta en un caballo. Para algunos jugadores la monotonía del día a día, el por momentos estresante trabajo virtual y el pausado sistema de progreso pueden ser un obstáculo. Sin embargo, quienes consigan meterse de lleno en esta lenta experiencia se encontrarán con un juego donde siempre hay algo nuevo que descubrir, partes de nuestra granja que ampliar y relaciones personales que fortalecer para conocer mejor a los habitantes que nos acompañarán durante nuestra nueva vida en Ciudad Mineral.
Hemos escrito este análisis gracias a un código para Nintendo Switch facilitado por la editora Meridiem Games.