Análisis de Crazy Taxi: Fare Wars (PSP)
Las raíces de Crazy Taxi se encuentran en los salones recreativos, donde ha contado con varias entregas, y, por supuesto, su salto a DreamCast, la última consola de Sega, manteniendo todo el espíritu y calidad. Poco después, con el cambio de tercio de la compañía, convertida en desarrolladora exclusivamente alejándose del mundo de la producción de consolas, la saga fue saltando a múltiples sistemas, como GameCube, PlayStation 2, PC y, también, incluso en la veterana portátil Game Boy Advance. La saga vuelve a pisar ahora el terreno portátil gracias a PSP.
La portátil de Sony recibe, en realidad, con Crazy Taxi: La Guerra de los Taxímetros una adaptación de los originales de DreamCast, muy en la línea de lo que sucedió con Power Stone, de manera que en realidad nos encontramos el primer título y su secuela, Crazy Taxi 2, con las modificaciones necesarias para la consola que los recibe, como el modo multijugador en red local. De esta manera, los valores originales de los dos juegos se mantienen virtualmente inalterados. Esto, claro, será bueno por un lado, y no tanto por otro.
Es evidente que el espíritu arcade de Crazy Taxi se ha mantenido intacto, pero la lista de novedades es exigua, y desde luego el tiempo no pasa en balde, y estamos ante títulos que ya tienen unos años a sus espaldas, por lo que su fórmula puede resultar un poco tosca en algunos frentes. Crazy Taxi consiste en coger un cliente, por la calle, y llevarle hasta su destino en la menor cantidad de tiempo posible, teniendo siempre un crono avanzando con unos márgenes de tiempo muy estrechos, lo que fuerza una conducción alocada que se ve reforzada por el diseño de la ciudad y, cómo no, por una física irrealista que permite todo un derroche de espectacularidad. La orografía es también un factor esencial, con unos cambios de rasante que parecen más colinas dentro de la ciudad que otra cosa, así como el tráfico que hace su vida por la ciudad. El planteamiento es ágil, rápido, casi frenético, y se sigue conservando, evidentemente. De hecho, su naturaleza arcade es evidente, y lo cierto es que se adapta muy bien a la filosofía de juego portátil: partidas cortas y directas.
Quizás uno de los problemas sea que la fórmula no se ha mantenido fresca pasados estos años, o bien que en el terreno de los arcades de velocidad con una búsqueda de la espectacularidad tan marcada se ha evolucionado en poco tiempo hacia una ya establecida saga BurnOut, con dos entregas en PSP. Por supuesto, ambas sagas son bien diferentes, pero el concepto de carreras completas aderezadas con colisiones espectaculares parece dar más duración al concepto que el hacer de taxista, por muy alocado que se sea. Esto es mucho más palpable a la hora de comparar la intencionalidad de ambos títulos en domésticas, pero en portátiles creemos que la barrera es mucho menos clara.
Crazy Taxi: La Guerra de los Taxímetros retoma toda la formulación clásica para incitar al jugador a seguir disfrutando de él con escasos modos de juego y una clara vocación por superar los propios récords establecidos, pero con algunos problemas de control en el caso de la portátil. Ya sea por la sensibilidad del stick analógico, incorrectamente interpretado por los desarrolladores, o por un conjunto de factores más complejo, lo cierto es que controlar el juego se puede hacer, simplemente, difícil e incluso incómodo, sobre todo si tenemos en cuenta que derrapar es parte esencial, y no siempre se cuenta con las herramientas necesarias para hacerlo con un mínimo de control real. El proceso de adaptación al control es, por tanto, lento y una cuesta arriba, que nos fuerza a compensar esos factores, aunque con el tiempo necesario nos acostumbraremos a ello finalmente.
Realmente es una pena que el juego no haya conseguido ofrecer un sistema de control fiable, accesible, desde un primer momento, dada su concepción arcade y, sobre todo, dado el hecho de que en consolas domésticas sí se había dado con un sistema de control más que correcto, pues esto afecta severamente a la diversión que puede llegar a proporcionar, pudiendo desanimar a jugadores que no sean seguidores de la serie y que decidan probarla empezando por esta entrega portátil.
También nos ha llamado la atención cómo se ha dado un gran retroceso en la sensación de velocidad que transmite el juego, pues consideramos que estaba muy lograda en los otros sistemas. Todo parece ir más lento, pese a una tasa de imágenes por segundo estable, lo que no sabemos muy bien a qué puede deberse, pues PSP tiene, a nuestro parecer, capacidad para adaptar bien los juegos de DreamCast (hay varios ejemplos, como el ya citado Power Stone), pero es algo que claramente va a afectar también al título en el campo jugable.
La pérdida en sensación de velocidad se hace más palpable al buscar otros juegos el género en la portátil, y constatar que no es una sensación subjetiva. Y, siendo conscientes de que no es –pese a todo- lo mismo una portátil que un sistema doméstico, se hace igualmente palpable este problema si lo comparamos con cualquiera de las versiones domésticas aparecidas. Como sucede con el control, es difícil intentar señalar cuáles son los motivos que han producido estas carencias, pues no podemos aventurar un tiempo de desarrollo escaso, ni causas similares, e incluso podría parecer probable que se trate de una opción técnica consciente y meditada, quizás con intención de disminuir el efecto ghosting de la pantalla de la portátil. Si es así, no nos parece, de todos modos, la elección correcta, pues se influye negativamente de manera muy marcada en toda la concepción misma del título.
Claro, el resto de apartados visuales son sobresalientes, y la banda sonora es magnífica (con algunos temas modificados), acompañada de efectos sonoros muy apropiados, luciendo y escuchándose muy bien en PSP, pero sus carencias pesan mucho.
El contenido adicional del juego es el mismo que en los originales, esto es, un sistema de minijuegos y multijugador, así como diferentes modos, en función de si estamos ante el primer o segundo juego de la serie. Por ejemplo, en Crazy Taxi 2 nos encontramos, además del modo normal de juego, en el que recorreremos las ciudades con ciertas reglas que nosotros elegiremos, se incluye el modo Crazy Box, en el que tendremos que superar pruebas como saltar con nuestro taxi, llevar a muchos clientes en un tiempo record, jugar a los bolos o reventar globos que pululan por el escenario. Éste y otros modos añaden una duración extra muy de agradecer al modo principal, puramente arcade, y por tanto algo corto en duración, que no en rejugabilidad. Todos estos minijuegos son los mismos que ya vimos en las adaptaciones anteriores de los dos títulos, por lo que lo más destacable en este sentido va a ser la conversión del modo multijugador.
Por supuesto, será preciso tener dos consolas (permite un máximo de dos jugadores), y el juego se presenta en red local, como era de esperar, ante la natural imposiblidad de optar por pantalla partida. Una interesante incorporación podría haber sido aportar un multijugador en línea, lo que no se ha dado, pero desde luego el multijugador sigue funcionando en red local. Por supuesto, los requisitos para disfrutarlo, como siempre que hablamos de portátiles, son más elevados que en el caso de sistemas domésticos, pero poca duda cabe de que la experiencia de juego a dos bandas es el punto más positivo de todo el título.