Análisis Life is Strange: Double Exposure: Max vuelve con una aventura continuista pero que consigue atrapar (PS5, PC, Xbox Series X/S)
Desde que visitamos hace casi una década Arcadia Bay, donde conocimos a una chica que trataba de lidiar con los dramas de la adolescencia con su poder para retroceder el tiempo, hemos crecido y aprendido. También lo ha hecho esa chica, Max Caulfield, en cuya piel, casi de treintañera, nos volvemos a poner: la fotógrafa ha evolucionado del mismo modo que lo han hecho sus problemas y sus reflexiones. Ojalá se pudiera decir lo mismo de las dinámicas de juego de Life is Strange: Double Exposure. La saga de dramas interactivos ya se apreciaba estanca en True Colors, y tras varios años en los que otras propuestas del género han trasteado con otras mecánicas, queda la sensación de que hay o bien miedo a romper una fórmula que funciona, y lo sigue haciendo, o bien una limitación de recursos para actualizar unas herramientas de desarrollo que no dan para más.
La repetición de la estructura jugable que conocemos desde 2015 no evita que Double Exposure consiga mantener nuestro interés, especialmente para los veteranos de la serie. A pesar de ser una continuación directa (pero con un amplio espacio temporal narrativo, en una nueva localización y con personajes desconocidos a excepción de la protagonista), tiene varias herramientas para poner en situación a quienes lleguen de nuevas, aunque sin duda apela a los aficionados que conocieron a Max en su día, especialmente a quienes lo hicieron saliendo de la adolescencia y ahora comparten franja de edad con ella.
La aventura de Deck Nine atrapa con su historia, un misterio que resolver con más capas e interrogantes de lo que parece en un principio; y por nuevos poderes que, sin ser rompedores, refrescan la fórmula un poco.
Doble drama
Max ha conseguido un trabajo en la aparentemente utópica Universidad de Caledon, un campus precioso por fuera, donde la nieve acompaña los caminos, y por dentro, donde el arte da vida a los muros, los corredores y los vestíbulos. Es la fotógrafa residente, pero sus tareas de investigación y formación se interrumpen poco después de que cojamos el mando. La artista, que lleva desde la adolescencia sin poder utilizar sus habilidades, ha hecho buenas migas con otros profesores, algunos alumnos y otros habitantes del lugar, pero especialmente con el científico Moses y la poeta Safi. Los paralelismos con el primer juego no tardan en aparecer, y tras una vida tratando de esconder los traumas debajo de la alfombra, aparece el detonante que los devuelve a primer plano: Safi ha sido asesinada.
A lo largo de los cinco capítulos, Max, con la ayuda de Moses y otros personajes, deberá desentrañar el misterio del asesinato, pero si la historia se quedara ahí estaríamos ante un thriller común, no ante un Life is Strange. El traumático acontecimiento despierta un nuevo poder en la protagonista: viajar a otra línea temporal. Una en la que Safi sigue viva, pero en la que corre peligro. Así, la misión es doble: descubrir los motivos y los responsables de la muerte de su amiga, y evitar que la otra Safi corra el mismo destino. La premisa plantea dilemas morales interesantes en los que se podría profundizar más, presenta situaciones curiosas al estar constantemente charlando con diferentes versiones de los mismos personajes, deja algunos interrogantes en el guion que o no se resuelven o lo hacen de manera apresurada, y reabre heridas en la fotógrafa y en las emociones de quien juega.
Los nuevos poderes de Max
Estos poderes, que se van ampliando conforme avanza la aventura, suponen que constantemente estamos transitando entre dos realidades: el Mundo Muerte (donde Safi ha sido asesinada) y el Mundo Vida (donde permanece viva). En los escenarios encontramos brechas que nos permiten pasar de uno a otro, lo que se utiliza para la navegación por los entornos, como entrar en un despacho que en un mundo está cerrado y en otro abierto; pero también para conseguir información, documentos, y otros objetos necesarios para avanzar por la historia. Con otro poder, el de Atisbar, podemos ver desde una realidad personajes de la otra, lo que aprovechamos para escuchar conversaciones sin ser detectados, para perseguir a sospechosos y otras acciones. Ambas capacidades de Max también se utilizan para resolver unos pocos puzles muy sencillos e incluso para alguna sección de sigilo.
Estas habilidades, en cuanto a mecánicas de juego, son más estimulantes de lo habitual en la serie, pero queda la sensación de que se les podría haber sacado más partido, de que el resultado podría haber sido más rompedor con la fórmula de siempre. Porque el núcleo es el de siempre. Exploramos espacios relativamente pequeños (aunque esta vez son dos versiones de esos lugares), charlamos y miramos-interactuamos con todos los objetos y documentos del entorno para conseguir los objetos necesarios u información importante o secundaria sobre los hechos que investigamos, los personajes que nos rodean y la Universidad de Caledon. También comete los mismos errores de siempre: hay conversaciones que se alargan demasiado, momentos en los que el equilibrio entre exploración y diálogos no está bien medidos, y monólogos internos eternos que explican de más las emociones de Max.
Esa información, obtenida a través de documentos, de conversaciones con otros personajes, o al descubrir secretos en la otra realidad, la tendremos que confrontar en conversaciones donde podemos tomar decisiones y llevar a cabo acciones que alteran un argumento con ramificaciones. Algunas tienen consecuencias más importantes y otras menos, algo que se indica claramente. Si bien en cada capítulo hay pequeñas alteraciones del guion en función de nuestro comportamiento, los momentos en los que se cambia el destino de un personaje o de nuestra relación con el mismo son más escasos, pero también contundentes. Mantiene algo que siempre ha hecho bien la saga: consigue que empaticemos con quienes nos rodean, ya sean personajes principales, secundarios o la propia protagonista.
De hecho, hay momentos en los que da la sensación de que las preguntas y los comentarios que otros personajes hacen a Max no están dirigidos a ella, o al menos no solo a ella, sino a los jugadores que la conocieron hace nueve años y que están reviviendo momentos duros junto a la fotógrafa. Es, sin duda, un juego nostálgico, pero ojalá no lo fuera también en sus mecánicas: la fórmula necesita aire, respirar nuevas ideas, y aunque los nuevos poderes introducen momentos interesantes en lo jugable y en lo narrativo, quien haya jugado otros dramas interactivos modernos lo percibirá anticuado.
Aun así, funciona. Es una historia de 13 horas que nos comemos con ganas porque no para de sorprendernos con sabores inesperados: es una hamburguesa bien preparada, mucho mejor que la de un restaurante de comida rápida, pero una hamburguesa al fin y al cabo. Tras engullirla y reposarla es fácil identificar sus trampas: muchas de las sorpresas vienen de que la hamburguesa tenía ingredientes que no aparecían en la carta, ni en lo que creías posible en ella (es decir, en la saga Life is Strange). Aunque a veces se salte sus reglas, es una historia satisfactoria que deja abierto un futuro curioso para la serie, al menos en lo narrativo.
Personajes más expresivos en un mundo bucólico
Donde sí hay un salto en Double Exposure es en lo técnico, aunque esto llega acompañado de nuevos problemas a la vez que intensifica otros ya existentes. El campus de Humanidades, la casa de Max, el bar cercano a la universidad y otros pocos lugares que exploramos están repletos de detalles y perfectamente ambientados. Hay secuencias, tanto en los momentos en los que usamos el mando como en las escenas cinematográficas, con mucha fuerza visual y simbólica. La iluminación es una de las mayores virtudes que deja el salto al motor Unreal Engine 5, y ayuda a establecer el tono anímico por cómo cambia, junto al color, al pasar del Mundo Muerte al Mundo Vida. El otro gran salto está en el detalle y en las animaciones faciales de los personajes principales, capaces de ser expresivos con una sola mirada o una mueca.
Sin embargo, la mejora en esos personajes hace aún más evidente el ya existente contraste entre los personajes principales, secundarios y terciarios: a veces tenemos en pantalla individuos con modelados casi fotorrealistas y otros que parecen sacados del público de un juego deportivo, y la diferencia se deja notar aún más cuando se mueven. A esto hay que sumar lo que tardan en cargar algunos elementos: vamos ante nuestros ojos cómo se dibujan las texturas y cómo se generan las sombras. Además, conforme avanza la partida, las animaciones faciales parecen menos trabajadas y las transiciones entre escenas son más abruptas.
También hay algún error en lo sonoro; en una secuencia jugable las voces de los personajes desaparecieron. De la música poca queja tenemos: hay una selección de bandas indie rock y pop indie que encajan perfectamente con el tono buscado y que, además, varían al pasar entre mundos, pero falta una gran banda conocida como lo fue, por ejemplo, Kings of Leon en True Colors. El doblaje al inglés es muy bueno, con Hannah Telle repitiendo como Max, y con el resto del reparto a buen nivel a excepción de un personaje, un detective que tiene una actuación extremadamente exagerada. La localización al español de los textos es genial, adaptando expresiones y bromas, aunque alguno de los chistes y juegos de palabra pierden un poco.
Conclusión
Life is Strange: Double Exposure nos pone de nuevo a los mandos de Max, la protagonista del primer juego, quien ha crecido tanto como quienes la conocieron en el drama interactivo de 2015. La fotógrafa tiene dos misiones en la bucólica Universidad de Caledon: resolver el misterio de quién ha asesinado a su nueva mejor amiga, y evitar que ese hecho suceda en otra línea temporal diferente a la que puede viajar con sus flamantes poderes. Lo que ha evolucionado temáticamente no lo ha hecho tanto en lo jugable: la dinámica de transitar entre el Mundo Muerte y el Mundo Vida refresca un poco la fórmula, pero no lo suficiente para evitar que se perciba ansiosa por una renovación, sobre todo porque siguen estando los problemas de ritmo que esa estructura trae consigo. Aun así, es una historia que se disfruta, que plantea dilemas interesantes y que nos pone en situaciones delicadas. Además, con un salto visual que consigue dar más expresividad a los personajes y más empaque a los entornos. Double Exposure no es el punto y aparte que, pensamos, necesita la saga, pero sí es un buen drama interactivo que deja la puerta abierta a un futuro cuanto menos curioso para la serie.
Hemos realizado este análisis gracias a un código para PS5 facilitado por Plaion.