Análisis Warhammer: Chaosbane, el Diablo de Warhammer (PS4, PS5, Xbox Series X/S, PC, Xbox One)
Es casi inevitable que al ver o jugar a Warhammer: Chaosbane no nos recuerde a la saga Diablo, pero imaginamos que esa era precisamente una de las intenciones de Eko Software y Bigben Interactive: hacer un Diablo con la ambientación y trasfondo de Warhammer. Blizzard no tiene que preocuparse por el momento, su trono todavía está lejos de ser amenazado, aunque eso no quita que Warhammer: Chaosbane sea un juego divertido pese a estar lejos del pulido de saga en la que se inspira.
Hablamos por tanto de un juego de acción y rol con vista superior donde vamos a atravesar mazmorras infestadas de enemigos, cumpliendo misiones –alcanzar el otro punto del mapa, rescatar a una serie de prisioneros, etc.- en solitario o en multijugador con uno de los cuatro héroes disponibles.
Un mundo devastado por la guerra
Chaosbane comienza con la victoria de Magnus sobre Asavar Ku y su ejército. Sin embargo, lo que parecía el comienzo de una época de paz se ve interrumpido por una nueva amenaza, una Hechicera del Caos que atrapa con un hechizo a Magnus, el salvador del Imperio.
Él y nuestro protagonista son dados por muertos, pero no es así; tras un malentendido en el que se nos acusa de asesinato, comienza la aventura de eliminar la maldición y derrotar a la hechicera. La narrativa tampoco profundiza mucho más después de este inicio.
Podemos elegir el tipo de personaje que mejor se ajusta a nuestro estilo de combate: un soldado imperial, un alto elfo mago, un matador –enano- y la elfa Silvana exploradora, que por supuesto traen unas fortalezas y debilidades que los orientan a unas estrategias en concreto, ya sea por las técnicas, velocidad o el tipo de arma que utilizan.
El caballero por ejemplo va protegido con un gran escudo que proyecta una onda paralizante, perfecta para frenar a los enemigos más peligrosos mientras acabamos con los más sencillos. En cambio el mago lanza proyectiles mágicos e incluso bolas de energía que luego se pueden controlar para maximizar daños con los rebotes en las paredes. La idea es jugar con un grupo equilibrado o, si lo disfrutamos en solitario, saber que un mago está pensado para mantener distancias y no entrar en una melé.
Mazmorras y oleadas enemigas
A lo largo de la exploración por las mazmorras conseguiremos varios recursos y equipamientos que mantendrán a nuestro personaje mejor preparado para el combate. También desbloquearemos una serie de habilidades en una especie de árbol, con mejoras pasivas o nuevos ataques divididos en habilidades básicas y avanzadas, que se asocian a seis botones.
Estas habilidades van desde movimientos sencillos a ataques giratorios, cargas y más –dependiendo del guerrero- a ventajas pensadas para el cooperativo, por ejemplo activar una zona donde se añade una bonificación de daño a los compañeros y se reduce el coste de recuperación. Podrás cambiar estas habilidades sin problemas para experimentar el perfil que más te guste, aunque debes editar las técnicas dentro de una limitación de puntos: no podrás colocar todas las versiones definitivas de las habilidades, hay que escoger. No falta tampoco una habilidad especial que se carga al derrotar enemigos y coleccionar un tipo de objeto.
Tanto la personalización como el sistema de combate nos ha gustado, incluso con el personaje más genérico, el soldado imperial, se hace entretenido atravesar las oleadas con decenas de enemigos a espadazo limpio. Estas criaturas se comportan de manera bastante simple, muchos se lanzan en plan suicida mientras que los arqueros buscan alejarse un poco para disparar con tranquilidad. Y si intentas huir, tendrás un montón de enemigos persiguiéndote por todo el mapa incansablemente.
Estos apartados son lo mejor del juego y aseguran que la base jugable es divertida, si bien más para novatos sin mucha experiencia en el género que para jugones exigentes que probablemente lo tacharán de no muy profundo. Existen varios niveles de dificultad, siendo el normal razonablemente asequible, con unos enemigos que dan suficientes avisos de sus ataques más fuertes –con un mínimo de reflejos podrás evitarlos- y unos jefes más desafiantes.
Tras el final -aproximadamente 10 horas- tenemos algunos modos para ampliar la partida como expediciones –mapas alterados de la historia con algún evento aleatorio-, un boss rush, enfrentamiento directo contra jefes que nos pueden entretener unas cuantas horas más, y un modo que permite participar en una mazmorra especial para conseguir mejor botín.
Pero Warhammer: Chaosbane no es Diablo y tiene aspectos mejorables una vez entramos en un desarrollo que no presenta grandes novedades: cruza la mazmorra, consigue más experiencia y mejor equipamiento –que también modifica nuestra apariencia, aunque el botín no suele ser muy interesante- y vuelve a empezar. La principal pega es que muchas de estas misiones caen fácilmente en la repetitividad, tanto en la tarea como en el tipo de enemigos y entornos. No es una buena señal que al volver a un mismo escenario en más de una ocasión desees alcanzar el objetivo a toda costa, incluso evitando enfrentamientos.
Excelente ambientación, pero poco variado
El mundo de Warhammer: Chaosbane es oscuro tal y como podríamos esperar de la licencia –aunque nos habría gustado un poco más de gore-, y la primera impresión es positiva pese a que la cámara elegida no permite ver todo el detalle del escenario. Las cloacas, fortalezas, bosques y demás localizaciones lucen genial, los mapas suelen contar con cuellos de botella y otros obstáculos con los que jugar en nuestro beneficio y la banda sonora aunque no destaca demasiado acompaña bien.
La lástima es que cada nueva misión suele transcurrir en una reordenación de los mismos elementos, enemigos y decoración, lo que al cabo de unas horas deja ver sus costuras, además de no contar con muchos secretos, y bastantes criaturas apenas tienen cambios estéticos entre zonas, así que cualquier comparación con Diablo III no hace mucho bien a Chaosbane.
Conclusiones
Quizás el mayor inconveniente de Warhammer: Chaosbane, y de casi cualquier otro ARPG inspirado en Diablo que sea demasiado conservador es precisamente que existe Diablo III. Pero el juego de Eko Software y Bigben Interactive es por méritos propios un título divertido en lo esencial, con unos personajes lo suficientemente diferentes como para querer probar todos, un cooperativo –local y online- que siempre multiplica la diversión y un mundo más interesante que la media.
Simplemente no llega a ser un imprescindible del rol de acción y existen mejores alternativas como Path of Exile o Torchlight, pero es otra opción más que en un futuro podría convertirse en una saga mucho más redonda con ambición y presupuesto.
Hemos realizado este análisis en PS4 Pro con un código que nos ha proporcionado Bigben Interactive.