Análisis de Hohokum PSN (PS4, PSVITA, PS3)
Abordar Hohokum es complicado. No estamos ante un juego tradicional, algo que resulta obvio viendo cualquier imagen o vídeo del mismo, pero además de parecer un experimento "bonito", carece de la accesibilidad propia de proyectos del estilo. Si queréis una definición rápida, estaríamos hablando de una mezcla entre Proteus y Sound Shapes, dos ejemplos nada comunes, con personalidad propia y de mecánicas y narrativa lejos de lo habitual.
Pero volviendo con el proyecto de Honeyslug y tratando de sintetizar su desarrollo, aquí nos pasaremos gran parte de la aventura trazando curvas mientras interactuamos con el escenario, y solo de vez en cuando nos tocará divagar buscando sentido a los puzles invisibles que nos presentan.
Como veis, a bote pronto parece un juego de desarrollo aleatorio, pero no lo es. Vale que no existe ningún mapa y que nos guiaremos más por la intuición que por los pocos caminos claros que hay dibujados, pero conforme superemos esa barrera experimental, comenzaremos a entender a la perfección las intenciones de este título.
De primeras nos presentan al protagonista, una especie de serpiente o filovirus que se desplaza con total suavidad por un escenario plano. Pronto nos uniremos con otros congéneres a los que contagiaremos con nuestro movimiento, dando lugar a figuras imposibles de total simetría. Después de dedicarle unos minutos a dibujar toda clase de círculos y elipses, se activará el primer checkpoint. No sabremos ni el cómo ni el porqué, y por supuesto no nos darán pistas de nada. Simplemente nuestros "amigos" desaparecerán, y desde ese momento se abrirá un área desde donde podremos visitar el resto de escenarios.
Como decíamos, no existe ningún tipo de guía que nos diga hacia dónde ir. Pero ni falta que hace. Hohokum se siente orgánico, y sabe transmitir de manera más o menos acertada todas las necesidades que piden ser cubiertas. A través de una dirección artística apabullante deambularemos por escenarios de mil formas y colores (algo casi literal aquí), algunos con cierto parecido a estructuras reales y otros totalmente descabellados. En la mayoría de ellos tenemos dos objetivos, aunque solo el primero es esencial para avanzar. Debemos priorizar el rescate de nuestros compañeros, y para hacerlo nos exigirán la resolución de un rompecabezas con mecánicas de lo más curiosas. El segundo objetivo, totalmente opcional, se basa en abrir hasta 146 figuras con forma de ojo que hay repartidas por los niveles.
El rescate de nuestros amigos nos obligará a descubrir escenarios que no solo muestran un genial estilo audiovisual, de esos con los que sintonizas a las primeras de cambio, sino que también despliega mecánicas perfectamente orquestadas. Podemos poner algunos ejemplos, como una sirena atrapada en una esponja gigante que se ve acechada por un temible pulpo. En esta ocasión debemos recoger unos peces aparentemente tóxicos, que serán engullidos por el pulpo, bloqueando así el movimiento de sus tentáculos, para que podamos guiar a la sirena de manera segura hacia un pescador que está loco por conocerla ¿Cómo adivinamos esto? Interactuando con todo a la vez que nos guiamos por la reacción de los elementos que nos acompañan.
Contamos también con una boda, en la que debemos colocar a la novia encima de la tarta, guiar a los camareros hacia un mar de vino y repartir copas entre todos los invitados, para acabar lanzando fuegos artificiales que agujereen un barco que encierra a uno de nuestros compañeros. Pero también hay retos más tradicionales, como defendernos de los disparos de un enemigo mientras un personaje aliado intenta debilitar al elefante que lo transporta, en una especie de homenaje a los "danmaku" o "bullethell".
Son retos de lo más pintorescos, disfrazados como decimos con una dirección artística llena de colores estridentes y diseños absurdos, que engancha gracias a que no deja de sorprendernos. Hasta las pantallas de victoria donde nos presentan al personaje liberado son hipnóticas. Hohokum cuenta con ingredientes clave como una banda sonora electrónica que destaca para bien, de las que apetece escuchar por separado, y sabe presentar contextos tan extraños que nuestra propia curiosidad nos empujará a jugar hasta el final. Además, tiene un control perfecto, que recordarás cuando quieras hablar de referentes. Manejar a "The Long Mover", como han bautizado los creadores del juego al protagonista, es toda una gozada. Con el stick izquierdo guiaremos la dirección de su cabeza, con el derecho modificaremos el zoom, aceleraremos con un botón y frenaremos con otro para girar con precisión. Los gatillos nos servirán para hacer cambios bruscos de dirección, y con su combinación conseguiremos desplazarnos en zigzag a una velocidad supersónica.
Casi todo en Hohokum es brillante, o por lo menos embriagador. Es de esos proyectos que juegas por inercia porque quieres que te sorprenda con cosas nuevas. No es nada difícil, y desde luego no tardaremos mucho en acabarlo (a nosotros nos ha costado 4 horas recogiendo la mitad de coleccionables), pero como experiencia se sitúa en un puesto destacable dentro del catálogo digital de las consolas de Sony. Tiene cosas mejorables, que apuntan sobre todo a su desarrollo, donde chirría la ausencia de una guía clara. Es muy fácil quedar atascado en un puzle, a veces porque no entiendes su mecanismo y otras porque ni siquiera sabes si de verdad estás ante uno o simplemente se trata de atrezzo. Tampoco hay marcadores que indiquen cuánto te queda para completar el juego o incluso cuál es el siguiente objetivo. Y otro error, quizás menos intencionado, es la irregularidad de los niveles. No todos son geniales, y algunos de los principales (por extensión) nos han resultado algo tediosos.
De todas maneras, casi todo en este título es bueno. Su diseño artístico es increíble, y se nota no solo la mano de Richard Hogg en los diseños, sino la inspiración en genios como Keita Takahashi, creador de Katamari Damacy, que ha aportado ilustraciones para los créditos finales. El colorido y el movimiento de todo lo que hay en pantalla nos ha fascinado, y su genial banda sonora supone la guinda a un apartado técnico impecable, que podemos disfrutar en Vita con la comodidad de unos buenos cascos y un sofá que nos atrape.
En definitiva, Hohokum es uno de esos proyectos que no va a gustar a todo el mundo, pero eso sí, si conectas con él es muy posible que acabes fascinado. No se rige por patrones básicos de un videojuego moderno, y apenas deja pistas sobre su desarrollo. De hecho, a estas alturas todavía nos preguntamos si las piedras musicales del primer nivel tienen alguna función, y no conseguimos entender muy bien cómo hemos conseguido avanzar a través de un escenario que imita al mítico Telesketch, pero la satisfacción de manejar a esta criatura y sobre todo descubrir con tanta naturalidad alguna de sus mecánicas nos han bastado para disfrutar como niños de la experiencia. Con la madurez de los videojuegos agradecemos enormemente que se lancen al mercado trabajos de este tipo, así que si queréis habéis llegado al verano saturados, el trabajo de Honeyslug es un buen bálsamo de paz que os ayudará a despejar la mente.