Análisis de Crossing Souls (PS4, Switch, PC)
La nostalgia por los 80 ha pegado muy fuerte en los últimos años, y ya sea en el cine, la música o la televisión hemos visto diferentes productos aprovechando este tirón, como la exitosa Stranger Things de Netfix, con la que esta moda parece haber tocado techo, y el público empieza a estar un poco harto de esta temática.
Ahora llega de la mano de los españoles Fourattic la aventura Crossing Souls, un juego que se anunció incluso antes de que se comenzara a emitir la citada serie, y que recrea el espíritu de aquellos años con multitud de referencias implícitas y explícitas. Películas como Los Goonies, E.T., el extraterrestre, Regreso al futuro, Cuenta conmigo, Las Tortugas Ninja, Gremlins y tantas otras con las que creció una generación de jóvenes que ya no lo son tanto, aunque se empeñen en seguir siéndolo.
Crossing Souls se trata de una aventura de acción que mezcla en su fórmula multitud de elementos, apostando decididamente por la variedad de situaciones. Tan pronto parece un action RPG como un juego de plataformas, una aventura gráfica, un shooter y multitud de sorpresas más en forma de minijuegos y situaciones que se salen de la norma, y que no os vamos a desvelar.
La ambientación ochentera, la multitud de guiños homenajes al cine y los videojuegos, la variedad de situaciones, los jefes finales, la banda sonora que recuerda a John Williams, su colorido y retro aspecto gráfico, todo suena muy bien, y de hecho es muy fácil sentirse atraído por su propuesta con tan solo ver un vídeo o incluso probar su demo. Pero una vez te metes en faena, descubres que intenta hacer muchas cosas, pero ninguna de ellas las hace demasiado bien o de manera destacable, y es bastante mediocre en todo lo que se propone.
Aunque por su aspecto podría parecer una aventura de acción con toques de rol como muchas de las que disfrutamos en Mega Drive y Super Nintendo, hay que dejar claro que Crossing Souls es un juego totalmente lineal, guiado por la historia, y apenas hay espacio para la exploración o las búsquedas secundarias, más allá de algunos coleccionables para los que hay que estar atentos y no dejarse en el camino, porque no hay vuelta atrás.
Controlamos a un grupo de chavales, cada uno con sus propias habilidades, y tenemos que ir alternando entre unos y otros para superar las distintas situaciones que nos plantean. Por ejemplo, uno puede saltar y escalar, otro planear en el aire y usar una pistola, y otro mover objetos pesados, y en los combates cada uno tiene su propia fuerza y resistencia, y diferentes tipos de armas.
Pero esta variedad de caracteres que se podría haber aprovechado de formas muy interesantes, ya fuera en la acción, los puzles o las plataformas, no se ha sabido explotar adecuadamente, como tantas otras cosas en el juego, que tiene un gran potencial e ingeniosas ideas, pero que se queda siempre a medio camino de todo.
Por ejemplo, al poco de empezar conseguimos la curiosa habilidad de ver e interactuar con el mundo de los muertos, cambiando cuando queramos entre las dos dimensiones, algo que parece que vaya a tener mucho recorrido a lo largo de la aventura. Pero al final la simpleza de los puzles, el poco inspirado diseño de escenarios y lo encorsetado del desarrollo hacen que no se aproveche del todo.
Y esto ocurre con el resto de aspectos del juego: la historia tiene potencial pero no llega a ninguna parte, y no está demasiado bien escrito, con diálogos muy tontorrones; el combate es insípido, y ni las sensaciones al golpear ni los patrones de ataques de los enemigos acompañan, y la acción se vuele rutinaria; el plataformeo no es demasiado preciso, y cuando se vuelve un poco más exigente salen a relucir todas sus carencias; los distintos minijuegos pocas veces van más allá de la anécdota o el homenaje, y no son lo suficientemente elaborados como para ser divertidos, y los jefes finales, que podrían haber brindado algunos de los momentos más intensos y emocionantes del juego, son facilones y están muy desaprovechados.
Incluso los guiños y homenajes a los 80, que podría ser una de sus grandes bazas, se sienten poco naturales, muy forzados. Hay muchísimos, una gran mayoría de ellos metidos con calzador, sin ninguna intención narrativa, y los mejores son los más sutiles o los que están directamente escondidos, que premian la curiosidad o pericia del jugador.
Todo esto suena muy negativo, pero igual que decimos que Crossing Souls no hace nada demasiado bien, tampoco llega a naufragar, y resulta bastante entretenido con esa constante variedad de situaciones y cambios de escenarios, con una historia errante que nunca sabes por dónde te va a salir. Es fácil perdonarle sus carencias y querer seguir avanzando, es bastante ameno, pese a no quitarte nunca la sensación de ocasión desaprovechada, de ser un juego que tenía unos mimbres para haber sido muchísimo mejor.
Lo mejor posiblemente sea su apartado audiovisual, con unos gráficos pixel art muy vistosos y coloridos, aunque a veces fallen en detalles como las animaciones o la arquitectura de los escenarios, un tanto confusa. Y la banda sonora también tiene bastante encanto, al intentar replicar el estilo del maestro Williams y de otras pelis de aventuras de los 80, toda una osadía de la que no sale mal parado.
Una oportunidad perdida
Crossing Souls no es un mal juego, pero tenía todos los ingredientes para haber sido mucho mejor de lo que es, y al final se queda a medio camino de todo, sin destacar en ninguno de sus apartados. Es entretenido, es variado y tiene cierto encanto, y las toneladas de guiños y referencias harán disfrutar a muchos, pero ni su historia, combates, puzles, plataformas, jefes finales o minijuegos pasan de lo mediocre, y el resultado final es un tanto desangelado. En cualquier caso, su precio reducido y su aceptable duración (unas 6 o 7 horas) hacen que pueda ser una adquisición aceptable si eres capaz de asumir todas sus carencias.
Hemos realizado este análisis en su versión de PC con un código de descarga que nos ha proporcionado Devolver Digital.