Análisis de Tornado Outbreak (PS3, Wii, Xbox 360)
De vez en cuando llegan al mercado juegos de los que no sabe mucho, creados por estudios nuevos, y, sin embargo, consiguen ofrecer algo diferente en un mercado saturado de videojuegos. Algo así sucede con Tornado Outbreak, el primer título desarrollado por Loose Cannon, un estudio pequeño, pero que apunta maneras.
Luego, de todos modos, hay que tener en cuenta que la originalidad y la frescura, aunque importantísimas, no lo son todo para conformar un juego de esos que pueden ser recordados por mucho tiempo, pues las buenas ideas en demasiadas ocasiones se desinflan en su puesta en práctica, precisamente por estar poco rodadas, en una industria en la que, además, el público es -normalmente- poco receptivo a experimentos.
Tornado Outbreak, desde luego, no cuenta con el respaldo de un presupuesto enorme, ni una espectacularidad que vaya a dejarnos con los ojos abiertos. Pero la propuesta es curiosa: para salvar el mundo, debemos destruir montones de localizaciones. Esto se debe a que durante una misión en el espacio exterior un grupo de espíritus elementales, los Wind Warriors (asociados al viento), se encuentran accidentalmente con Omegaton, el héroe antimateria, cuyos poderes han sido robados por otros espíritus elementales, en esta ocasión asociados al fuego, y conocidos como los Fire Fliers.
Ahora, los poderes de Omegaton están esparcidos por el mundo en forma de orbes y nuestro protagonista, Zephyr, un todavía joven aprendiz, debe ponerlo todo patas arriba para salvar el mundo, recuperar los poderes, y darle una patada en el cuelo a los tíos del fuego.
La premisa es básica, ciertamente, pero suficiente como para proponer un planteamiento diferente, aunque con fuertes reminiscencias a la saga Katamari, lo que no es malo. Además, en cuanto a su historia, hay que tener en cuenta que es un juego destinado a todos los públicos, con personajes graciosos y un estilo de dibujos animados que, aunque cuidado, ya nos hace esperar cierta sencillez en alguno de sus puntos.
La estructura interna del juego, así, es bastante sencilla, con cada nivel dividido en tres secciones. En cada ocasión, empezamos con un pequeño tornado y debemos ir progresando hasta conseguir uno devastador, "alimentado" de todo lo que vayamos encontrando por la zona. Es fácil identificar qué podemos arrastrar en nuestro tornado pues al situarnos a cierta distancia, los objetos susceptibles de ser atrapados empezarán a vibrar, recreando con bastante éxito incluso los efectos visuales de las películas de tornados, lo que aporta una indicación natural y poco intrusiva.
Un elemento interesante es que, superado el tutorial, todavía quedarán cosas por aprender, pues el juego va introduciendo poco a poco elementos adicionales a su jugabilidad, por lo que se incorporan modificadores al desarrollo de las fases con regularidad, algo esencial en un juego como éste que, si no, se hubiese hecho repetitivo y tedioso muy pronto. De esta manera, se nos introducen sistemas con los que capturar a los enemigos del fuego y alargar el tiempo disponible para superar un nivel. Para ello, hay que encontrar a estos espíritus, escondidos en objetos, y sacarlos de ahí para luego absorberlos; si logramos hacerlo en cadena vamos formando un combo.
Más adelante se nos añade otro elemento adicional, que no es sino la posibilidad de absorber algo en nuestro tornado para, después, estamparlo con gran fuerza en el suelo, lo que nos ayuda a dañar objetos cercanos y poder absorberlos mejor. El ritmo de novedades jugables dentro de su estructura está muy bien pautado, y aunque algunas son muy superfluas, resulta agradable encontrarse con estos elementos de vez en cuando para aportar algo de variedad adicional al planteamiento general.
Superado cada uno de estos de niveles, antes de llegar al final de la fase, hay que participar en una carrera en la que debemos pasar por los puntos de control con nuestro tornado, y eso, una vez superado, nos da acceso al jefe final, que requiere algo de estrategia y mucho de machacar el botón. La verdad es que son enfrentamientos muy sencillos, que no van a presentar ningún reto muy complejo para el jugador.
Pese a todo, el conjunto funciona bastante bien, aunque el resultado global es sorprendentemente corto, aunque divertido por las variaciones que va dosificando a lo largo del desarrollo de la historia. A nivel visual, el juego presenta un estilo gráfico simpático, de dibujo animado, pero técnicamente muy por debajo de lo esperable. No tiene fallos gráficos, pero es que tampoco fuerza en absoluto los circuitos, por lo que hubiese sido una tremenda decepción ver caídas de framerate u otros fallos visuales. La texturización, como el poligonado, resultan muy básicos, aunque cumplen con lo esperable en un juego de estas características, y es suficiente para la idea jugable que se nos propone. La música es mejor; de hecho, resulta mucho más atractiva que los gráficos, aunque en algunos casos puede darnos la impresión de ser un tanto repetitiva.
Le falta, en todo caso, aportar elementos de interés para potenciar la rejugabilidad, pues aunque hay múltiples objetos desperdigados por los escenarios que bien valdrían para motivar darle una segunda vuelta, le falta ese toque especial de reto que tienen los juegos arcade, esa manera única de "picar" al jugador para que vuelva a dedicarle su tiempo y superarse a sí mismo y a los otros. Cuenta con multijugador para dos participantes, sí, pero la propuesta no es tampoco especialmente atractiva, y como título multijugador, aunque en otros géneros, la verdad es que hay juegos más tentadores en el mercado.
Conclusiones
La idea en la que se sustenta todo el juego es buena (no demasiado original, pues la influencia de Katamari Damacy es innegable), sobre todo destacando la manera de plasmar el concepto en pantalla y distanciarse de su referente directo. La ejecución es buena, no presenta fallos jugables y, de hecho, solventa los problemas potenciales en un juego de este tipo: principalmente, la repetición de esquemas. Al ir añadiendo componentes adicionales a su jugabilidad según se avanza, Tornado Outbreak mantiene fresca su esencia durante la partida. La cuestión es que esta partida va a ser tremendamente corta. Los pequeños de la casa encontrarán su dificultad y extensión apropiada, pero el resto seguramente no opinen lo mismo. Además, pese a su planteamiento arcade, lo cierto es que no han sabido dotarle de elementos realmente interesantes para potenciar la rejugabilidad. Como experiencia de juego, se trata de un producto interesante que se distingue de muchos otros videojuegos que copan las listas de ventas, pero lo cierto es que en lo breve que resulta está su principal inconveniente.