Análisis de Sonic Adventure PSN (PS3, Xbox 360)

Aunque Mario tuvo muchísima suerte en su paso a las 3D, Sonic, por su parte, tuvo que esperar hasta la llegada de Dreamcast para sumar una buena entrega de sus aventuras, en forma de Sonic Adventure, juego que posteriormente sería adaptado a GameCube, tras la salida de Sega del mercado de fabricantes de consolas, y que ahora regresa en forma descargable tanto para Xbox 360 como para PlayStation 3.

Es un momento para comprobar cómo el juego ha envejecido en sus diferentes aspectos (al fin y al cabo, se lanzó en Japón a finales de 1998), tanto en su dimensión jugable como el de su aspecto técnico -que, sin embargo, parte de la versión DX aparecida en GameCube y PC-, y que crea una situación extraña en sistemas que se basan completamente en el esplendor gráfico, donde los juegos veteranos no son quizás tan habituales en sus catálogos digitales (aunque ni mucho menos inexistentes).

Desde luego, el título tenía algunos fallos en su concepción, y aunque la mayoría de ellos se corrigieron o mejoraron para su segunda entrega, la discusión sobre cuál de los dos es mejor es una de esas conversaciones habituales entre los usuario, lo cierto es que el tiempo no siempre perdona.

El juego va cambiando entre secciones de desarrollo tridimensional y otras bidimensionales, que ofrecen sensaciones muy diferentes. Así, aunque el control tridimensional, y su desarrollo, no resulta tan fresco como entonces, sigue respondiendo bien, aunque es posible que los toques más clásicos sean de preferencia para buena parte del público. Lo más destacado es que consigue transmitir el dinamismo y la velocidad clásica del erizo azul, pero en ocasiones se pasa de rosca.

Uno de los problemas que han arrastrado desde este juego varias de las entregas de Sonic en 3D es que su desarrollo es tan vertiginoso que en ocasiones se pierde la noción de control, si no el control real, sobre el personaje, lo que resulta en una situación comprometida entre lo espectacular de las secuencias de mayor velocidad y la jugabilidad real de las mismas. En este sentido, Mario ha tenido una vida más tranquila en las 3D, y Mario 64 se ha mantenido mucho mejor (en su jugabilidad; técnicamente es un juego de 1996, y eso pesa), pero es que el concepto de juego de Sonic va muchas veces vinculado a esta velocidad casi extrema.

Con esto nos encontramos con que esas secciones tan aceleradas, en las que es casi mejor no hacer nada que intentar controlar a Sonic, no han resistido tan bien la evolución de los estándares de la industria, y hoy en día se notan toscas y poco acertadas. Es quizás la parte donde peor ha envejecido el título en el campo jugable. La cámara, por su parte, también resulta conflictiva en ocasiones, y aunque habitualmente busca ofrecernos algo espectacular, en muchas ocasiones esto se traduce en no saber bien a dónde vamos, ni qué hay en realidad por el escenario.

El sistema de control no se siente del todo bien. En el mando de Dreamcast funcionaba, pese a que tenía aspectos francamente toscos, pero en su paso a las nuevas consolas no parece que se hayan planteado demasiado ni siquiera cómo distribuir los botones, o adaptar la respuesta a las palancas analógicas de estos mandos, ya que la dureza y sensibilidad de cada mando las hace diferentes. No es que haya que hacer grandes cambios, pero evidentemente ciertos ajustes son necesarios, y la sensación es que jugarlo ahora es más tosco y torpe que antes.

De hecho, el control de GameCube se sentía mejor, y ha tocado desempolvar esa versión para comprobar que no era un simple factor nostálgico en juego, lo que nos lleva a pensar que no se ha puesto toda la atención deseable en este título. Por un lado, está claro que se trata de una adaptación del original, y no pretende ni busca ser un remake, pero hay ciertas cosas que son necesarias para satisfacer las demandas de un cambio de plataforma, y no parecen haberse tenido en cuenta. Ésta es la auténtica losa de este regreso, y en ocasiones se acentúa bastante en función del personaje que estemos controlando (recordemos que la plantilla es grande, y destaca la presencia de amigos como Tails, Knuckles, Amy, E102, etc.).

Como en el original, claro, se combinan secciones aventureras, en un mundo que hace de suerte de nexo entre las diferentes fases de acción, que son la auténtica salsa del juego. Hay que buscar las fases de acción dentro de ese mundo aventurero, y quizás el ritmo del mismo está algo descompensado visto desde la distancia que dan los años, y sobre todo de acuerdo a lo que nos encontramos hoy en día, pero lo cierto es que sigue funcionando bastante bien. A veces cuesta un poco encontrar la siguiente fase, y tiramos de memoria más que de las muy inútiles pistas que nos dan.

Visualmente, aunque el juego parte de las versiones ligeramente superiores de GameCube y PC, sólo se ve en formato de imagen 4:3, lo que implica que la imagen se presenta con unas horribles bandas laterales. De esta manera, aunque había una geometría y texturización mejorada en esta versión -lejos del estándar de calidad visual de Xbox 360 y PS3, pese a todo- la sensación de verlo en un marco tan soso es terrible, sobre todo si tenemos en cuenta que en PC se permitía modificar la resolución, y por tanto no debía ser tan costoso en realidad ofrecer formato panorámico.

Podemos entender que esos problemas surjan en juegos más antiguos, construidos sobre clásicos gráficos 2D, donde los problemas están más bien vinculados a su bajísima resolución con respecto a los televisores actuales, que al formato de imagen en sí mismo, pero los juegos poligonales, con texturas, deberían ser más asequibles. Además, tampoco nos vamos a engañar: hay una percepción diferente ante un juego que suma años y que está claramente en peldaños que quedan muy atrás en la evolución tecnológica, y ante otros que simplemente están ahora mismo en un momento en el que son viejos. Sonic Adventure, y en realidad muchos juegos de esa época (y hoy en día ya hasta finalizada la era PS2) se perciben así, porque todavía no ha pasado suficiente tiempo como para otorgarles la condescendencia necesaria.

Pese a todo, insistimos en que se trata de una adaptación, no de un remake, y el salto generacional evidente es algo que no nos molesta; no tanto la dejadez de la adaptación, pero tampoco hay que olvidar que los juegos clásicos aparecidos en estas mismas consolas muchas veces han incluido filtros para mejorar su aspecto en alta definición (no así en Wii a través de la Consola Virtual). Pueden gustar o no, pero al menos son una posibilidad para que el usuario busque el aspecto que más le guste, sin traicionar el aspecto original, y aquí ni eso.

El sonido, por su parte, se caracteriza por la misma banda sonora que encantará a los aficionados a Sonic, con sus temas remezclados y algunas incorporaciones que fueron nuevas en su época. Las voces, tan terribles como entonces, en realidad tienen cierto toque interesante, y la verdad es que no deberían ser cambiadas, aunque muestra que algunos personajes de videojuegos, simplemente, no deberían hablar nunca.

Conclusiones

Las sensaciones que genera Sonic Adventure en su reaparición a través de la descarga de las consolas de alta resolución son contradictorias. El juego es fácilmente recordado con cariño, pero al volver a él uno descubre que su fórmula ha envejecido mal, y que muchas de sus propuestas han sido claramente superadas en títulos posteriores de Sonic que, en ocasiones, aficionados y crítica han destrozado. Esto muestra que el género en realidad ha evolucionado mucho más de lo que parece, pero mientras algunos representantes del mismo aguantan el paso de los años volviéndose añejos pero con personalidad, otros simplemente se avinagran. Esto no es, ni mucho menos, tan extremo con esta aventura de Sonic, pero está claro que sólo los grandes aficionados al personaje de Sega sabrán encontrarle el gusto, porque se alimenta principalmente de nostalgia y de recuerdos, del lanzamiento de una consola que dio grandes maravillas a sus usuarios, pero que vio finalizada su vida antes de tiempo.