Análisis de Battle Princess of Arcadias PSN (PS3)
Tras el éxito de Dragon’s Crown, comercial –teniendo en cuenta las expectativas de Vanillaware y la dificultad por llevar el proyecto adelante- y de crítica, parece que es un buen momento para los juegos de acción y rol con desarrollo 2D. NIS ha puesto a la venta en distribución digital de PlayStation 3 Battle Princess of Arcadias, un juego protagonizado por una princesa guerrera cuya base puede recordar precisamente a esos juegos de George Kamitani, digamos Odin Sphere, Muramasa y Princess Crown –este último muy relacionado por el tipo de protagonista-.
No es la historia principal lo que más nos gusta del argumento de Battle Princess of Arcadias, siguiendo la tradición de NIS lo más destacable es el elenco de protagonistas y secundarios que acompañarán a Plume, una princesa de armas tomar, decidida a mantener el continente Vertex a salvo de peligros que están apareciendo en forma de monstruos. Esta nueva Juana de Arco toma parte activa de las batallas y no tiene problema en dejar en evidencia a los que serían sus escuderos. Con una monarquía así, resulta difícil encontrar voces republicanas en su reino de Schwert.
Es poco habitual ver un juego de acción protagonizado por una fémina que lleva la voz cantante, y menos que coincidan varios lanzamientos de este tipo –el reciente Child of Light-. Lo que no es tan sorpresa es que este juego tenga parte del humor disparatado japonés marca de la casa NIS. Será fácil ver a los colaboradores de Plume discutiendo entre sí por cualquier estupidez, a una guerrera que odia a los hombres –y siente atracción hacia Plume- o un Rey convertido en ganso. Está repleto de esas situaciones que sólo puedes ver en los juegos japoneses, diálogos picantes incluidos, aunque sin pasar de la raya ni resultar excesivamente gratuitos. Textos en inglés, no esperábamos otra cosa.
Por las imágenes ya se deduce que el juego principalmente se basa en machacar enemigos con avance lateral. Pero no nos limitamos a controlar a Plume, antes de la partida elegimos a nuestros tres personajes que podrán ser intercambiado durante el juego, alternando entre uno y otro con un simple botón. Cada guerrero tiene sus propias armas y técnicas especiales, así Plume utilizan la espada –distancias cortas- pero otros el hacha, las espadas pesadas, el florete, la lanza, armas de fuego, magia o flechas, lo que afecta al rango de acción, de seguridad y manera de jugar. La partida termina la mayoría de ocasiones cuando los tres personajes seleccionados han muerto, aunque existen otras normas en determinadas misiones como ahora explicaremos.
La parte rolera entra en Battle Princess of Arcadias por la personalización, pues el equipo se puede mejorar a medida que vamos superando combates con nuevas armas y objetos de ayuda –como las pócimas que curan la salud-. Además, cada protagonista tiene su nivel de experiencia que aumenta los parámetros a medida que los utilizamos más. Luego en la ciudad principal, que nos recuerda un poco a lo visto en Dragon’s Crown, podemos entrar en la tienda de armas o mejorar las que ya tenemos pagando cantidades de dinero y consumiendo materiales recogidos, fortaleciendo su poder de ataque o incluso evolucionarlas en otras completamente nuevas. Hay más de 900 armas diferentes con sus habilidades y parámetros, así que no te olvides de revisar tu botín de vez en cuando para optimizar a tus héroes favoritos.
El continente es amplio y eso garantiza localizaciones desérticas, de montaña nevada y los ambientes típicos de estos juegos, con cada reino dividido a su vez en regiones. Hay tres posibles misiones y la menos original es llamada combate, que son las fases de exploración por los escenarios luchando contra enemigos que salen al paso, el clásico beat´ em up lateral. No tiene nada especialmente reseñable, ni siquiera aprovecha la verticalidad como hacía Muramasa –con plataformas para ascender varios pisos-. Bajo ciertas condiciones –valores de honor entre personajes, mayores cuanto más los usamos- puedes realizar ataques conjuntos con los otros dos personajes del equipo. A esta parte de la acción le falta chispa y variedad, que sin ser mala, tampoco presenta nada que se salga de lo estrictamente correcto.
Hay otros dos tipos de misiones que hacen la jugabilidad diferente a otros títulos mamporreros y lo acerca más a la estrategia en tiempo real. Esto lo veremos en los encuentros contra jefes, que a diferencia del mencionado Muramasa no se trata de un duelo entre nuestro protagonista –equipo, en este caso- y el enemigo. Para estos casos especiales controlamos a todo un batallón de 150 soldados –no todos aparecen simultáneamente, van en grupos más reducidos- a los que ordenamos posiciones ofensivas, defensivas o neutras que influyen en el porcentaje de ataques o protecciones que harán frente a estos enormes bichos.
Los combates contra jefes funcionan de manera particular. No sólo debemos tener en cuenta nuestra vitalidad, también perdemos si todas las unidades del ejército mueren. Naturalmente los dragones, momias y demás monstruos tienen ataques letales capaces de eliminar una decena de guerreros con un simple manotazo si no están protegidos. ¿Qué hacer entonces? Estas misiones muestran nuevos indicadores, uno de ellos va recuperando soldados de manera temporal, pero normalmente no lo suficientemente rápido como para recuperar todas las bajas tras una embestida. Cuando realmente pasamos apuros –nos quedan 20 compañeros o menos- lo mejor es mandar al grupo a la retaguardia para que la recuperación sea mucho más rápida. Claro que esto nos dejará durante un tiempo a solas con el jefe, sin distracción posible y más posibilidades de ser aniquilados.
Existen varias reglas más para estas misiones, tales como el estado de la moral o escudos protectores del jefe que deben ser rotos antes de empezar a reducir la vitalidad. En la práctica, todo esto funciona más como estrategia que como juego de acción, lo que no sabemos si acabará por gustar a los seguidores de un género u otro. Por ejemplo, en el primer encuentro de este tipo nuestra intención fue la de jugar como si fuese un combate normal, enviando al grupo al ataque y luchando con todas nuestras fuerzas. El dragón acabó con nosotros una y otra vez, cuando no era porque debemos aprender que la defensa es vital, era porque eliminaba a todas las unidades antes de hacerle daño. ¿Forma de resolver este combate? Apartarse en una esquina tranquila de la pantalla, lejos del peligro, y dedicarse a dar órdenes de ataque cuando el monstruo era débil o de defensa antes de un inminente ataque. Teóricamente debes participar en la lucha, pero el caos que se forma no invita a ello.
El tercer tipo de misiones son las peleas entre batallones, que comparten parte estratégica con las fases de jefes. Aquí controlamos varios tipos de guerreros, quienes usan espadas son más fuertes contra las flechas y la magia contra las hachas, así que es necesario ir rotando los ejércitos según lo haga el enemigo en este juego de piedra, papel y tijera. El objetivo es, por supuesto, reducir el número de unidades rival y no perder a todo el ejército. La guerra sucede en un segundo plano, así que mientras esa parte sucede de manera automática –según las órdenes que vamos introduciendo- en primer plano nos asaltarán algunos enemigos con sus líderes; derrotarle fortalecerá la moral de la brigada.
Nos ha gustado la música, que para algunas situaciones incluye canciones. Las voces son exclusivamente las japonesas.
Con los gráficos tenemos sensaciones más irregulares, la calidad varía mucho y falta algo de cohesión artística. Hay escenarios preciosos, mismamente el castillo en el que transcurren la mayoría de diálogos se nota más trabajado que la media. En general es más alegre y colorido que lo visto en juegos de Vanillaware, con trazos más limpios; lo que no nos tira tanto es que algunos de estos fondos –esas cuevas…- se han simplificado tanto que desentonan y casi parecen de un juego Flash de fríos gráficos vectoriales, repitiendo el mismo tipo de objetos una y otra vez sin demasiada inspiración.
Lo mismo sucede con los personajes y enemigos, hay detalles muy cuidados en la vestimenta y después comprobamos que son poco expresivos, no necesariamente mal animados –que tampoco es un alarde de fluidez dicho sea de paso-. Plume tiene una gran melena, ¿por qué no convertirlo en un punto a su favor haciéndolo un espectáculo visual? Apenas destaca con el movimiento, mantiene su silueta casi sin inmutarse. Mención también para algunos jefes que al ser enormes muestran más sus carencias en animación. En resumen: un juego 2D siempre agradable a la vista, pero con altibajos y ningún efecto moderno de los que hacía gala Muramasa. Se nota la producción modesta.
Conclusiones
El principal problema de este lanzamiento tiene un nombre propio: Dragon’s Crown, muy superior en la jugabilidad, ambientación y opciones online –que el juego de NIS carece-. La variedad de influencias hacen que Battle Princess of Arcadias no caiga en la monotonía rápidamente como habría hecho si sólo se centrase en la parte de acción, normalita en el mejor de los casos. La otra cara de la moneda es que cada concepto no está muy profundizado. No es el mejor juego de acción 2D, el rol es superficial y la estrategia apenas es un sucedáneo pobre de Patapon o Pikmin. Lo más probable es que sólo nos guste un tipo de misión y se nos atragante el resto.
Las aventuras de Plume no se convertirán en leyenda, pero perdonando sus limitaciones y errores puede ser un segundo plato para aquellos que echen en falta más juegos de este tipo, que falta hacen y no es cuestión de ignorar los pocos lanzamientos que llegan.