Análisis de Path of Exile (PC, PS4, Xbox One)

El free-to-play es ya una tendencia que muchos utilizan para atraer a jugadores ávidos de carne fresca y nueva. Este mismo sistema es el que ha creado el pay-to-win, es decir, el pagar por ganar. Y creemos que ahí reside la propuesta que hace triunfar a Path of Exile. Un juego muy profundo y bien trabajado que podemos pasarnos sin dejarnos un euro en el. Empezar a jugar es tan fácil como abrir una cuenta y descargarlo de forma totalmente gratuita. Desde el primer momento veremos que no se trata de un título cualquiera.

Lo cuidado de la presentación y la sólida comunidad que tiene detrás, con cientos de tutoriales y mods lo avala para convertirse en un gran sucesor de todopoderosos como Diablo. Lo curioso es que no solo el público espera un gran futuro de este título, sino que el mismo estudio cuenta que tienen trabajo para más de una década si todo funciona como está planificado.

Fantasía oscura y mucha profundidad

Los primeros compases en las tierras de Wraeclast nos servirán como tutorial para un título que va mucho más allá de dar espadazos y golpes a nuestros oponentes. El juego bebe claramente del hack’n’slash y los amantes de este tipo de proyectos estarán encantados con Path of Exile. Nuestro protagonista, a elegir entre siete categorías, llegará a orillas de un misterioso mar después de un naufragio. A partir de ahí decenas de criaturas terroríficas y objetos coleccionables nos esperarán en un campo de batalla en el que la palabra "horda" será lo más común.

Los grupos de enemigos se agolparán a nuestro lado en breves instantes, lo que supondrá un problema en los primeros compases. Nuestro aguante, ligado al maná y salud directamente, será mucho menor al inicio de una partida que mantiene al jugador en estado de alerta en todo momento. Un segundo para evolucionar o equipar al jugador será suficiente para que un zombi acabe con nosotros si no somos rápidos. De hecho uno de los aciertos para que estos "novatos" de Nueva Zelanda hayan llegado a lo más alto en tan poco tiempo –si suponemos que seis años de desarrollo son poco tiempo– es la profundidad del juego.

Elegir la clase de jugador al principio es solo una banalidad comparándolo con el gran número de decisiones que puede tomar el jugador de cara a un árbol de habilidades que evolucionaremos paso a paso después de subir de nivel. Hablamos de un árbol de evolución gigantesco en el que Grinding Gear Games nos pone en un aprieto cada vez que lo tenemos delante. ¿Optarás por magia, mejorar la salud, quizás el daño elemental? Como decimos, una vez tomamos un camino en este árbol será difícil decidir si volvemos a los inicios de una de las habilidades o seguimos evolucionando aquella que tenemos más avanzada.

Buscando lo único

Entre las siete clases diferentes disponibles al inicio de la partida encontraremos personajes que tirarán más de uno u otro atributo según su necesidad. Estos tres atributos, como ya hemos destacado antes, son la fuerza, la agilidad y la inteligencia. Si lo vemos así el guerrero, denominado Marauder, basará su existencia en la fuerza como recurso principal para ser demoledor en el ataque frontal, por otra parte, por destacar otro de los personajes, destaca la bruja, que optará por la inteligencia para potenciar sus hechizos conforme suba de nivel.

Estas son solo dos de las clases de este amplísimo juego que también nos pondrá –si así lo deseamos– en manos de un ranger, que basará su existencia en la agilidad, el templario, con tablas en la magia aunque combinada con inteligencia o también un shadow o el scion, esta última la única que tira igualmente de los tres tipos de atributo. Pese a poder personalizar a cualquiera de ellos, lo que los hace únicos pese a ser, incluso, de la misma raza. Un templario de un jugador puede ser totalmente diferente de un templario de otro tanto por las decisiones tomadas en el árbol de habilidades como en los elementos equipados.

E incluso con un mismo elemento equipado también serán diversos, ya que en cada uno de ellos tendrán injerencia los orbes, piedras y objetos mágicos que podamos equiparles. Cada elemento del inventario, ya sea un escudo, una espada, una coraza o un yelmo, contará con uno o más slots en los que equipar objetos mágicos que darán más resistencia o más ataque entre otras cosas. Aunque un objeto, ya sea ofensivo o defensivo cuente con estos slots determinados en los que incorporar joyas y objetos mágicos –siempre relacionados con los atributos principales mediante colores– podremos cambiarlos y modificarlos a nuestro gusto. Dependiendo de la tipología de objeto encontrado y equipado este arma cambiará a nuestro antojo tocando aún más el título con esa personalización extrema de la que hablábamos.

Todo ello lo modificaremos y equiparemos desde la inevitable, en este tipo de juegos, pantalla de inventario. Ahí contaremos con un diagrama en el que se representan ordenadamente los objetos que llevamos equipados. Así contaremos con slots para la protección del cuerpo, la cabeza, las piernas, diferentes amuletos y anillos y también dos armas, la principal y la secundaria. El hecho de llevar equipadas varias gemas en cada arma nos permitirá contar con cartas diferentes que podremos jugar según si nuestro enemigo es resistente a determinados tipos de ataque. Si una espada no es efectiva siempre podremos cambiar para que la segunda opción sea más determinante. Si bien los enemigos más básicos no cuentan con un aguante muy férreo –serán suficientes tres toques para derribarlos–, algunos enemigos si que cuentan con una barra de vida mucho mayor. Su resistencia nos obligará a estar pendientes de machacar el mouse mientras vigilamos los niveles de maná y salud, que podemos recargar con pequeños frascos de poción que se irán recargando poco a poco.

Jugablemente claro

Una vez el jugador coge el ratón ya no lo dejará en toda la partida. El periférico por excelencia de este género toma toda la importancia y nos llevará por todo el título relegando al teclado a un muy segundo plano, usándolo únicamente para atajar habilidades como la recuperación de salud o maná de forma veloz durante la partida. La vista isométrica del título hace que movernos por el campo de batalla sea sencillo y fácil. Un simple click nos trasladará al punto que queramos o arrastrar el ratón pulsando el botón principal nos llevará sin cesar al punto deseado. En este sentido la implementación de novedades no sería la tónica en un sistema que bebe de los grandes clásicos y funciona perfectamente pese al paso de los años. Los que estén muy acostumbrados a este tipo de género no encontrarán dificultad alguna para dar los primeros pasos en el mundo de Path of Exile, y los novatos puede que tengan que volver muchas veces al punto de inicio después de morir, aunque esto se solucionará una vez consigamos aumentar el nivel y avanzar en el árbol de mejoras.

La navegación por los diferentes menús es fluida y muy sólida convirtiendo al título en algo muy orgánico con lo que el jugador se familiariza desde el primer momento. La doble vara de medir nos lleva a afirmar que en general no innova, pero a cambio ofrece una familiaridad que lleva a poder gozarlo sin grandes curvas de aprendizaje. Se equipa como siempre, se juega como siempre y se muere igual que siempre. En global hablamos de una propuesta que sin innovar sabe jugar la baza de un sistema a prueba de años.

Una buena propuesta gráfica y ambiental

Como hemos dicho anteriormente, todo se desarrolla mediante un enfoque isométrico. Texturas y ambientación saben buscar bien ese punto de fantasía oscura con modelados muy bien trabajados y una serie de localizaciones que cambian bien según viajemos a uno u otro punto. En lo global Path of Exile sabe equipararse bien a sus rivales, y si además hablamos de un juego que es gratuito, la valoración es aún mucho mayor. Sabe diferenciarse en muchos puntos y también jugar con una visual muy particular para hacerla su sello de calidad. A toda esta visual se le suma una serie de efectos y sonidos que si bien son de calidad tampoco destacan en demasía. Están bien para lo que es el título y ayudan al jugador a entrar mucho más en la acción.

Una fórmula que funciona

Tras una beta de ocho meses este Path of Exile ha conseguido hacerse con una amalgama de aficionados que ya equiparan a Path of Exile con clásicos como la saga Diablo. En global podemos decir que todo es muy orgánico y se deja jugar enseguida, de forma inmediata. Sorprende todo en conjunto ya que jugando la carta de lo conocido sabe también implementar novedades en la mejora del jugador y en el sistema de transacciones. Muchos juegos del género se convierten en pay-to-win a causa de estas microtransacciones. Pues bien, Path of Exile cambia la moneda por el trueque, y nos obliga a ir al pueblo a buscar mejoras a través de cambiar objetos que recogemos durante las batallas por fragmentos de pergamino que podremos utilizar para mejorar nuestro inventario. Todo en este título es analizable, y será cosa del jugador convertir sus armas en una u otra cosa según su gusto y necesidades.

La gratuidad no deja de sorprender conforme avanzamos. La profundidad en los árboles de mejora, la versatilidad de cada simple objeto y la capacidad del jugador para modificar prácticamente todo lo convierte en un título a tener muy en cuenta si os gustan los MMORPG. Por una vez el free-to-play es real, y podréis pasaros el título de principio a fin sin tocar el bolsillo, a no ser que seáis de los que realmente os gusta tener todo "full equip". En todo caso el juego dará mucho que hablar y ya son muchas las comunidades que han iniciado sus batallas en este nuevo mundo.