Análisis de Candleman: The Complete Journey (PC)
Hace un año el estudio Spotlightor Interactive lanzó en Xbox One el título independiente Candleman, protagonizado por una pequeña vela que se siente atraída por la luz de un potente destello. Ahora llega a PC con el nombre Candleman: The Complete Journey, y como en el original, volvemos a hablar de una aventura de plataformas y puzles que juega con las luces y sombras.
La parte jugable de Candleman se basa en ideas vistas en muchos otros lanzamientos pero con un pequeño giro en su mecánica que al final es lo que aporta la originalidad. Controlamos a este pequeño objeto por escenarios principalmente de iluminación tenue, o con una luz que va y viene. Con la pulsación de un botón encendemos nuestra mecha, algo que ilumina el escenario que nos rodea, pero como cualquier otra vela el fuego empezará a consumir cuerda y cera. En la práctica sólo podremos encender nuestro fuego durante 10 segundos por cada fase.
Obviamente con este tiempo no es posible completar a ciegas cada escenario, así que se trata de dosificar el gasto –con pequeños fogonazos- en las situaciones en las que realmente necesitemos ver las superficies y trampas. Si saltar entre plataformas móviles requiere un poco de cuidado, hacerlo casi a oscuras es casi un suicidio.
Este fuego se utiliza también para encender velas que iluminan el escenario pero sobre todo son un coleccionable que incentiva la rejugabilidad –junto con un nuevo modo desafío de tiempo-. Cada fase tiene una cantidad de velas ocultas que podemos descubrir para conseguir el 100% del nivel, y si no prestas atención a cada desvío opcional llegarás a la meta con algunas apagadas.
Otras velas, de tamaño más grueso, sirven de puntos de control. Candleman no es un juego demasiado difícil, no al menos si nuestro objetivo es únicamente pasar de nivel, pero el número de continuaciones por fase es limitado y no querrás agotar las oportunidades en los escenarios más largos o con más peligros.
Al margen de las plataformas, que no requieren más habilidad que saltar en el momento justo, tenemos una serie de puzles de varias clases. Hay pruebas con físicas de objetos, tipo balancines, o de traslado de botellas que emiten un gas que nos eleva por el aire. La curva de aprendizaje nos va mostrando estos elementos poco a poco de manera que al principio entendemos que controlar un timón hace inclinar el escenario del barco, y más adelante será necesario jugar con la posición para que la gravedad desplace los obstáculos a nuestro gusto. Cada grupo de fases suele caracterizarse por una temática.
El otro tipo de puzle es más clásico y consiste en pulsaciones de paneles en un orden concreto para abrir puertas. Lógicamente estos paneles están dispersos por el escenario, y eso nos hará investigar cada rincón de la zona, evitando caer al vacío, al agua y por supuesto los peligros del calor, sean llamaradas de fuego o metal incandescente, todos de muerte instantánea. Dado que el tema de la oscuridad pierde parte de su sorpresa tras un tiempo, en la parte final se introduce otro tipo de mecánicas un poco diferentes.
El ritmo de juego es lento, en parte porque nuestra pequeña vela no corre –se echa de menos en las localizaciones más grandes, o si toca repetir una sección- ni realiza movimientos frenéticos, pero también por la lentitud de las trampas o las pausas que debemos tomar cuando la luz se apaga. El diseño de algunas plataformas está hecho a mala idea –en el buen sentido- para que el jugador más arriesgado cometa una temeridad que le cueste una vida. No llega al extremo de un juego zen, pero desde luego hay que tomárselo con paciencia.
En lo audiovisual roza un buen nivel, especialmente en los escenarios más elaborados y "mágicos", como las zonas que transcurren con pilas de libros o con flores. En estos momentos olvidas algunas texturas de baja calidad que aparecen de vez en cuando y te dejas llevar por la dirección artística. No obstante la parte inicial no es la más atractiva, comienza abusando de la oscuridad y unas bodegas un tanto genéricas, pero avanzando encontraremos fases con mucha más chispa.
La música pasa bastante desapercibida por lo general –salvo en las últimas escenas-. Los sonidos ayudan a crear ambiente y, más importante, son pistas que nos guían cuando la luz desaparece. No es un apartado memorable pero combinado con los juegos de iluminación hacen que Candleman derroche carisma y buen gusto.
Conclusiones
Candleman: The Complete Journey es aproximadamente un 50% plataformas y un 50% puzles. Llegar hasta el final llevará menos de cinco horas a los más jugones, un poco más si nos proponemos conseguir todos los coleccionables sorteando trampas y obstáculos típicos pero con un aspecto ligeramente nuevo gracias a la mecánica de la llama.
Si bien no es el juego independiente más redondo de los últimos meses, su precio de lanzamiento -15 euros- está bastante ajustado a lo que ofrece. Si te gustan los géneros que toca, no lo dejes pasar.
Hemos realizado este análisis gracias a un código de descarga que nos ha facilitado Cosmocover.