Análisis BPM: BULLETS PER MINUTE, valquirias, acción y mucho ritmo (PC, Xbox One, PS4, Switch)
BPM: Bullets Per Minute es uno de esos proyectos que cuentan con una gran idea, pero que, por diversos motivos, acaban quedándose a medias y sintiéndose como una oportunidad perdida de haber hecho una auténtica genialidad. No en vano, estamos hablando de un título que se atreve a combinar el frenetismo de los juegos de acción en primera persona de los 90 con una jugabilidad que mezcla ritmo y roguelite al más puro estilo Crypt of the Necrodancer, un cóctel tremendamente llamativo y sorprendentemente divertido que se acaba quedando mucho más corto de lo que nos hubiese gustado.
La ópera rock de las valquirias
Así pues, nuestro objetivo no será otro que el de abrirnos camino a tiro limpio para superar ocho niveles que se generan aleatoriamente cada vez que iniciamos una nueva partida. Como podréis intuir al tratarse de un roguelite, la muerte es permanente y nos llevará de vuelta a la primera fase, perdiendo todos los tesoros, armas y habilidades que hubiésemos conseguido hasta el momento.
Sin embargo, BPM no es un simple FPS roguelite más, ya que todas nuestras acciones y las de nuestros enemigos deben ir al son de la música que suena. Si bien podemos movernos y esquivar sin tener que seguir el ritmo, todos nuestros disparos e incluso la recarga de las armas deben ir al compás si no queremos que nuestro personaje se quede bloqueado por pulsar el botón a destiempo. Evidentemente, esto también nos da la "ventaja" de poder predecir cuándo los enemigos nos van a atacar para actuar en consecuencia, dando lugar a unos enfrentamientos encarnizados en los que quedarnos quietos es lo peor que podemos hacer.
Puede que así explicado no lo parezca, pero os aseguramos que el título funciona de lujo a la hora de combatir, convirtiendo las batallas en una mortal danza que difícilmente podría resultar más satisfactoria, especialmente cuando entran en escena los jefes finales y tenemos que "bailar" para esquivar sus patrones de ataque. Además, cada arma se controla de forma muy distinta y no es lo mismo luchar con una escopeta que con una pistola o una ametralladora gatling, así que tendremos que aprender a disparar rítmicamente con ellas para sacarles todo el partido y mecanizar sus recargas (cada una requiere que pulsemos el botón de recarga un número diferente de veces para completar dicha acción).
Como veis, la base puramente jugable es fantástica y muy divertida, demostrando que en Awe Interactive han dado con la tecla correcta a la hora de diseñar la acción y crear algo con su propia personalidad. Sin embargo, es la otra cara de la moneda, la parte roguelite, la que acaba por decepcionar y dejarnos con un sabor de boca agridulce.
Un roguelite escaso en contenidos
Uno de los principales objetivos que debe tener una desarrolladora en mente cuando hace un roguelite es que cada partida se sienta como algo nuevo y diferente, que el jugador siempre descubra nuevos secretos, eventos, enemigos, armas, tesoros y mecánicas que le sorprendan y que mantengan las cosas frescas durante mucho tiempo antes de que el bucle de reintentos comience a resentirse. Lamentablemente, la mecha de BPM es demasiado corta para los estándares del género y no tardaremos sentir cierta sensación de monotonía y aburrimiento.
El desarrollo de los niveles es tan simple como ir explorando salas en las que, por lo general, nos esperarán enemigos que debemos derrotar para que se abran las puertas que nos permitan avanzar, aunque también hay tiendas y habitaciones especiales con jugosos tesoros o peligrosos desafíos. Nada especialmente original, pero que no supondría ningún problema si estuviese bien ejecutado.
La mala noticia es que apenas existen salas con diseños diferentes, la variedad de enemigos es muy escasa y hay tan pocas piezas de equipo distintas que estas suelen repetirse con bastante frecuencia incluso dentro de una misma partida. De hecho, también existe cierta falta de equilibrio entre los beneficios que nos dan, hasta el punto de haber ciertos objetos y habilidades que prácticamente nos garantizarán la victoria a poco que demos con ellos, restando viabilidad al resto. De igual modo, no esperéis eventos únicos ni nada especialmente interesante más allá de algunos modificadores con los que nos encontraremos en ciertos pisos muy de vez en cuando.
Es una auténtica pena que un juego con una base tan divertida y original se vea lastrado de esta manera por esta escasez de contenidos y unas partidas tan similares entre sí. Al menos, existe una serie de desafíos desbloqueables con condiciones únicas que nos han gustado mucho, como su Modo Retro, donde todo se pixela, el arma se sitúa en el centro de la pantalla como en los Doom clásicos y nuestra velocidad de movimiento está maximizada desde el principio. Evidentemente, también encontraremos varios personajes jugables con sus correspondientes diferencias jugables, aunque, al final, todo esto se acaba sintiendo insuficiente.
En lo visual, comentar que estamos ante un título discreto a nivel técnico, pero con un apartado artístico muy llamativo e interesante que apuesta por la sobresaturación de colores, lo que le da un toque muy especial y psicodélico que ayuda a aumentar la adrenalina e intensidad de los combates. Eso sí, hay ligeras caídas en el rendimiento cuando se dan ciertas situaciones, pero nada que resulte especialmente grave o molesto.
Por supuesto, en un juego donde la música es tan importante la banda sonora no falla, apostando, como no podía ser de otro modo, por el rock más intenso y épico. Los temas son muy cañeros y marcan a la perfección el ritmo de sus notas, facilitando que podamos seguirlo sin problema e incrementando el frenetismo de todas nuestras batallas hasta niveles altísimos. Lo único que no nos ha convencido demasiado es la escasez de temas con las que cuenta y lo poco variados que resultan, siendo todos ellos demasiados similares entre sí, por lo que no le habría venido nada mal un mayor número de composiciones. Finalmente, los efectos cumplen su labor con toda la contundencia que cabría esperar de un título en el que seguimos el compás a tiro limpio.
Conclusiones
BPM: Bullets per Minute es un juego con una propuesta que nos ha encantado y que nos ha divertido mucho con sus frenéticos y rítmicos combates, pero que se agota demasiado rápido por culpa de una alarmante falta de contenidos, lo que le impide mantenerse fresco tras unas pocas partidas. Se trata de un roguelite que no sabe sorprender al jugador y que adolece de ciertos problemas de equilibrio, unos defectos que acaban pesando muchísimo en un título de estas características y que lo han dejado a medio camino de la grandeza. De todos modos, unas cuantas horas de diversión os ofrecerá seguro y estamos convencidos de que, a poco que os llame la atención su mezcla de géneros, vais a disfrutar muchísimo pegando tiros y danzando al son de la música mientras acabáis con todas las criaturas que se interpondrán en vuestro camino.
Hemos realizado este análisis gracias a un código para Steam que nos ha facilitado Awe Interactive.