Análisis de Beatbuddy: Tale of the Guardians (PC)
Las plataformas en dos dimensiones toman el videojuego y homenajean a aquellos primeros ochenta. Beatbuddy da una vuelta de tuerca a esas aventuras en las que desplazábamos un héroe de forma lateral para incluir un compañero de lujo: el ritmo. Lo que podría parecer una banalidad toma todo el protagonismo interactuando con el protagonista no sólo en la música, como cabría esperar, sino también en la jugabilidad. Lo que Beatbuddy pretende es realizar una inmersión en el mundo de la música a través de Symphonia, un mundo imaginario en el que todas las melodías pueden acabarse de manos del Príncipe Maestro si no intervenimos.
¡Que suene Symphonia!
En Beatbuddy: Tale of the Guardians controlaremos a un ente etéreo a través de una serie de laberintos creados bajo el agua. La combinación de puzles físicos y sonoros crean un mapa cargado de rincones con los que interactuar.
El avance a través de las diferentes pantallas se ha adaptado correctamente con el movimiento y los efectos sonoros del agua, que hacen que la inmersión –nunca mejor dicho– sea muy buena.
Si vemos los extras, que desbloquearemos puntuando durante las partidas, veremos que Threaks se caracteriza por su humor, y así lo plasma en el juego. Dejar de jugar durante diez segundos significará ver como Buddy baila frenéticamente, como cuando dejábamos a Sonic y nos miraba desafiante golpeando el pie con el suelo. La sensación general, aparte de ser un videojuego muy vistoso, es que divierte a simple vista. El objetivo de los estudios independientes es innovar e intentar pegar fuerte para destacar, y creemos que Beatbuddy lo consigue.
Jugabilidad a prueba de sonido
Hablando del equipo, podemos decir que los compositores han sido un desarrollador más desde el primer momento. Cada compás no avanza sin agregar un ritmo o nota más a una jugabilidad que fluye a través de lo que oímos. La calidad de esta banda sonora va pivotando entre ritmos propios de la electrónica, grandes punteados de bajo y endemoniados solos de trompetas siempre acompañados por el bombo necesario para que avancemos al ritmo. Toda esta mezcla hará que Buddy –y nosotros– tengamos claros los bombos por los cuales se rigen algunos enemigos a la hora de superarlos.
En lo más técnico Beatbuddy se rige por las normas impuestas por aquel lejano primer Mario Bros. Desplazamiento lateral puro y duro a lo largo de pasillos y rincones plagados de rivales dispuestos a detenernos. Es el elemento acuático lo que da un toque más interesante al título y lo dota de un entorno que acompaña muy bien a Buddy. De hecho podríamos decir que el hecho de avanzar en el agua se puede notar cuando movemos al marchoso protagonista.
Un elemento clave en las plataformas son los puntos de vida y la recolección. Este punto se soluciona con una serie de cristales que darán puntos a Buddy y una serie de burbujas que esconden la preciada vida cuando somos atacados por los temidos caracoles pincho entre muchos otros. Unas veces estaremos solos contra los elementos, y otras lo haremos acompañados del Bubblebuggy, un aparato con metralleta que nos hará más llevadero el camino.
Puzles y más puzles
La experiencia jugable va mejorando conforme las misiones avanzan. Si vemos los primeros minutos, todo actúa a modo de tutorial, guiando nuestros pasos y diciéndonos que hacer en cada momento. A mitad de la primera pantalla, todo cambia y ya pasamos a jugar libremente, sin ningún tipo de ayuda. Todo resulta muy familiar y a esa jugabilidad sencilla se le unen unos puzles que son los que complican la vida al jugador.
Entre los elementos que vamos reconociendo durante el periodo de adaptación contamos con algunos que nos favorecerán y otros que vendrán a dar la murga para que no avancemos. Entre los favorables encontraremos los propulsores y puntos de rebote, que combinados entre si nos ayudarán a romper paredes que nos impiden el avance.
Los primeros intentos los realizaremos combinando un solo propulsor con otro punto de rebote, pero posteriormente estos se multiplicarán y será necesario orientarlos correctamente para combinarlos y reventar paredes mayores. Este es solo uno de los puzles que encontraremos, aunque existen también otras modalidades que implican más al ritmo.
Por mentar alguna, os diremos que si el jugador es ávido melómano será capaz de contar bombos para esquivar ataques, o también podrá pasar sin dolor algunas filas de enemigos que se mueven al compás de la música. Todo ello conforma el hecho diferencial Beatbuddy y le aporta ese plus que requiere un plataformas que quiere echar el resto para que muchos lo jueguen.
Jugando con la vista
Si Beatbuddy conquista de oído, también lo hace con la vista. Este entorno desarrollado en dos dimensiones en el fondo del mar da un amplio abanico de posibilidades a los diseñadores, que se han armado de creatividad para crear un decorado a la altura.
Buddy se moverá entre grutas laberínticas en los que encontraremos todo tipo de personajes. Soldados en forma de bichos subacuáticos, guardias cómicos sacados de series de dibujos animados y mil elementos que son meramente decorativos pero crean un ambiente muy agradable a la vista. Jugando con las dos dimensiones pintadas totalmente a mano en diferentes planos, con vegetación combinada entre lo cercano y al fondo se crea una profundidad muy bien trabajada.
Una combinación dinámica
Decimos siempre que para que algo cuaje en un mercado en el que los pequeños juegos se cuentan por decenas, tiene que ser especial. Pues bien, Trheaks lo consigue con creces no sólo por implementar el sonido en la jugabilidad, sino también por no dejar nada a su suerte. Todos los puntos del título están atados para que la partida sea dinámica y el jugador se deje llevar libremente por la música.
Si bien existen partes en las que nos engancharemos y no veremos salida, habrá otras en las que podamos pasar no sin el esfuerzo de luchar contra corrientes que nos empujan a una muerte segura. La dificultad aumenta conforme avanzamos pero en una curva muy suave en la que el balance diversión–dificultad es parejo. La incorporación de cada vez más enemigos diferentes hace que tengamos que estar pendientes en todo momento. Este es un hecho que sorprende y que el jugador agradece puesto que nunca sabremos a que atenernos en la próxima pantalla.
La incorporación de una historia como la de Buddy también ayuda a que nos familiaricemos con el protagonista. Despertado de un largo letargo por su hermana, y acompañado por un profesor chiflado, este ser azul avanzará acompañado por decenas de criaturas cuyo mundo nos será muy familiar para salvar el ritmo. Lo que puede parecer muy banal se convierte en un trasfondo que iremos entendiendo más conforme el pasen las fases, que siempre acabarán anunciándonos nuestras estadísticas en la partida: tiempo total y recuperación de diamantes.
Una de cal y otra de arena
Hablar maravillas de él no significa que no tenga sus puntos negativos. En algunos puntos la música electrónica se convierte en un mazo que nos obliga a avanzar y está a un punto de convertirse en machacona. Mucho tiempo por el mismo lugar significa una banda sonora que no cambia, y esto puede penalizar a un apartado que en principio cuenta con una nota excelente.
Otro de los elementos más negativos son los guardias y el profesor, que interactúan con nosotros con un globo de texto que queda totalmente despegado de la acción. El tema de rotulación también afecta a los niveles y apartados, que se nos anuncian sobreimpresionados aunque con un gusto que choca con lo fino y cuidado de los entornos. Pese a eso todo se mantiene en sus estándares.
Conclusiones
Para hacerle justicia, estos dos comentarios quedan totalmente tapados por la buena calidad del título, Beatbuddy es uno de esos recomendados de Steam. A la venta este martes 6 de agosto, este plataformas es uno de aquellos que recordaremos al cabo del tiempo, no solo por lo curioso de su jugabilidad, sino también por una banda sonora que lo es todo. Carisma, ritmo, jugabilidad e historia se combinan para crear este proyecto de los germanos Threaks que llega totalmente traducido al español para PC, MAC y Linux. Una de esas pequeñas joyas que os irá de perlas para este verano.