Análisis Antro: Un indie español que emplea el hip-hop como hilo conductor (PS5, Xbox Series, PC) (PC, PS5, Xbox Series X)
La música urbana, el miedo a un futuro cada vez más incierto y la insalvable necesidad de expresar los sentimientos que experimentamos a lo largo de nuestro paso por el mundo son los tres pilares sobre los que se asienta la base de ANTRO, una producción de nacida en España a manos del estudio barcelonés Gatera Studio (Hostlight, Inner Ashes). Estos conceptos, unidos a una jugabilidad que mezcla a partes iguales ritmo, acción, puzles y plataformas, son la carta de presentación de una obra que ha llegado al mercado para celebrar el comienzo del verano y que llama poderosamente la atención por un aspecto que seguramente hará las delicias de los amantes de la cultura callejera: la capacidad de reflexionar sobre nuestras emociones y la forma de encajarlas con el mundo que nos rodea.
El mundo de ANTRO es una distopía oscura y melancólica que se inspira claramente en los referentes del género, con George Orwell y su emblemática 1984 a la cabeza. Tras un acontecimiento conocido como el Colapso, la humanidad (o lo poco que queda de ella) se ha visto obligada a vivir bajo tierra: la otrora frenética ciudad de Barcelona es ahora ANTRO, un lugar que sus propios creadores describen como un "sucio y oscuro" agujero en el que los pobres luchan contra los ricos para sobrevivir en un ambiente hostil y liderado por un dictador: el Salvador. Invocando emblemas y eslóganes de un terrible pasado ("El trabajo os hará libres"), este sistema totalitario sobrevive a base de privar a sus habitantes de cualquier manifestación artística. La libertad de expresión es un eco del pasado. El arte, también.
Sin embargo, allá donde existe represión siempre habrá un pequeño grupúsculo de luchadores, de gente que se niega a aceptar que la suerte ya está echada. Nittch, el personaje que encarnamos, es un repartidor al que se le ha encomendado la tarea de transportar un paquete cuyo contenido resulta tan misterioso como su destinatario. Aunque al principio no sabe hacia dónde se dirige exactamente (solo cuenta con las pistas que le ofrece un amigo con encantador acento sudamericano), pronto se da cuenta de que esta entrega lo llevará hacia los confines de la ciudad. El viaje le permitirá ir descubriendo que, más allá de la sensación de que todo el mundo acepta tácitamente su triste futuro, existe gente dispuesta a luchar… y lo que es aún más importante: a reflejar sus sentimientos y emociones a través de un vehículo que la historia ha demostrado que es más poderoso que cualquier arma de fuego, la música.
Corre, salta y rapea
Más concretamente, la música urbana, el hip-hop y sus derivados: el trap, la música electrónica que sirve como base, el rap, etcétera. Es el estilo que hoy en día ha sustituido la fuerza de la rebeldía adolescente y que se ha convertido en un vehículo para transmitir todo tipo de emociones: desde las más esenciales y chabacanas a otras mucho más refinadas e interesantes, que son precisamente las que aquí suenan en momentos específicos.
Como cabe esperar de cualquier repartidor, Nittch ha de hacer todo lo posible por llevar el paquete a su destino. Para ello tendrá que sortear toda clase de obstáculos: desde saltos imposibles a centinelas robóticos que superará a base de golpes o aplicando el sigilo, esto es: la infiltración. Como espectadores, nuestro punto de vista parte de la base de una cámara lateral en 2.5D, sin demasiado lujo de detalles, aunque con una construcción de escenarios muy propia del mundo que representa la ciudad de ANTRO. El motor gráfico Unity, de eficacia suficientemente probada en el pasado, permite que la acción se reproduzca en pantalla sin tirones. El plano artístico tiene sus propias particularidades, con personajes sin rostro, pero con todo lujo de detalles en cuanto su vestimenta se refiere.
Mientras evita la muerte, Nittch parece reflexionar sobre el estado del mundo que le rodea. Ahí es cuando entra en escena la música, que a través de temas de producción propia ofrece un recital sobre conceptos como la libertad, la política y el papel que los ciudadanos de una urbe tienen en ella. Son reflexiones basadas en una distopía que tiene mucho que ver con el estado de la sociedad actual, un collage de formas de pensar que parecen destinadas a chocar entre sí. En muchas se deja entrever también el origen del estudio, dado que las referencias al catalán (uno de los idiomas en los que podemos configurar los subtítulos, que por suerte podemos activar para no perder ni un detalle del contenido de las canciones) son frecuentes, pero en general es algo que sucede con toda la cultura española, en cierta o menor medida.
Una mecánica algo fría…
Tratándose de un juego en el que la música tiene una presencia tan importante, no es de extrañar que haya algunas fases con un componente rítmico que nos lleva a tener que pulsar un botón en el momento justo siguiendo el compás. Al igual que sucede en otros aspectos de la mecánica, no siempre queda muy claro qué es exactamente lo que tenemos que hacer para evitar chocar de bruces contra un obstáculo. El sistema de ensayo y error, tan característico de juegos de esta índole, vuelve a ser aquí protagonista absoluto de la partida. Caer por un precipicio no es tan catastrófico como cabría imaginar, ya que el juego guarda la partida de forma automática con frecuencia. Si las cosas nos parecen demasiado difíciles, podemos optar por facilitarnos la vida con opciones que nos permiten, por ejemplo, saltar los puzles.
Hay algunas escenas de vídeo que ilustran los momentos más importantes del argumento, pero no son las más frecuentes: el hilo de la trama se sugiere con el paso de las fases, por lo que, al margen de lo que hemos expuesto en este análisis, somos nosotros los que tendremos que completar los huecos que este va dejando tras de sí. En este sentido es una lástima que la duración de la partida sea bastante, bastante corta: en un par de horas habremos llegado a los créditos finales, y salvo algunos coleccionables, no hay motivos que nos empujen a disfrutar de la aventura una segunda vez. Tanto el argumento como su puesta en escena, la forma autorreferencial de transmitir los pensamientos del protagonista, pedían a gritos alargar más esta experiencia, ofrecer algo más de contenido. Nos encanta lo que vemos, pero no por ello dejamos de lamentar que la partida se termine en un abrir y cerrar de ojos.
…y una duración muy corta
Puede que esta sensación de vacío al terminar el juego se deba a que ANTRO es una experiencia que se apoya en todo tipo de pequeños detalles, muchos de ellos originados en la cultura callejera, como los grafitis que ilustran las zonas más recónditas de la ciudad con curiosos mensajes o expresiones que reconoceremos a las primeras de cambio (fijaos en ellos, no queremos estropear las sorpresas). Además de dar un toque muy personal a la aventura, este tipo de pequeños guiños hacia los conocedores del mundillo son toda una declaración de intenciones y dan a entender que sus creadores conocen bien la cultura que aquí retratan. Lejos de sucumbir ante el chiste fácil o los manidos clichés que se suelen emplear en estos casos, el tono es siempre respetuoso y está acorde con el universo sonoro que presenta la obra, un factor decididamente imprescindible para entender el espíritu de esta experiencia.
No obstante, el factor que más perjudica a la experiencia de juego en general es la falta de precisión a la hora de controlar los movimientos de Nittch, la insistencia en la fórmula de prueba y error y la falta de más profundidad en general en su aproximación a los distintos géneros que abarca. Hay momentos de pura frustración, fases muy cortas que superamos en un suspiro sin apenas exigencias y otras que tendremos que repetir una y otra vez hasta dar con el lugar exacto en el que se espera que saltemos. En un título tan corto y con una mecánica tan acotada, son problemas menores que tienen un impacto negativo en las sensaciones que transmite el juego. Llegados a cierto punto, empezamos a reconocer que lo verdaderamente importante del título es disfrutar de su música más que de su parte jugable, algo que no será del agrado de todos.
Conclusión
El mundo del videojuego independiente es desde hace años el reducto en el que se pueden encontrar experiencias como ANTRO, una propuesta singular, peculiar y con una marcada personalidad que emplea el mundo suburbano del hip-hop, con sus distintas vertientes, para dar vida a una sociedad decadente y carente de cualquier tipo de perspectiva de futuro. El cuidado con el que se han tratado los apartados que sostienen su mecánica de juego sugiere que sus creadores, el estudio barcelonés Gatera Studio, tiene por delante un futuro prometedor. A nivel visual destaca por su lograda ambientación, pero lo que realmente destaca es el trabajo que se ha realizado a nivel sonoro, tanto por parte de la BSO como del doblaje y de los efectos que contribuyen a generar una sensación opresiva.
Por desgracia, esta experiencia muestra sus costuras en la parte jugable. Cierta falta de claridad en algunos compases termina generando cierta frustración, algo sorprendente teniendo en cuenta la duración del título, que no supera las dos horas. Cuando aparecen los créditos finales nos quedamos con ganas de más, sobre todo porque, mientras dura y a pesar de ciertos contratiempos, pasamos un rato entretenido. Merece darle una oportunidad, incluso a pesar de sus carencias o del hecho de que no nos guste el estilo musical. Además, nunca está de más echar un vistazo a los esfuerzos de estudios que apuestan por la creatividad. Esperamos que nos sigan sorprendiendo en el futuro: este es, sin duda, el camino a seguir.
Hemos realizado este análisis en PC (Steam).
NOTA
Puntos positivos
Puntos negativos
En resumen
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