Análisis de Jam with the Band (NDS)
Cuando se lanzó Nintendo DS, a finales de 2004 en Japón y América, uno de sus primeros juegos anunciados fue Daigasso: Band Brothers, y pronto en las listas de lanzamientos. Pero el juego se fue retrasando una y otra vez, e incluso una segunda parte llegó a Japón, allá por 2008. Esta versión mejorada es la que, por fin, aterriza en Europa, bajo el nombre de Jam with the Band.
Lo que hace a Jam with the Band especial no es su calidad sonora (al fin y al cabo, Nintendo DS no puede competir con las consolas domésticas en este terreno), sino su elevada complejidad y opciones creativas y de personalización. El juego viene con 50 melodías, y tú puedes meterle otras 50, como veremos.
Su complejidad se deriva de que cada melodía se puede tocar con múltiples instrumentos, y el sistema llega a emplear todos los botones de la consola: los cuatro frontales, la cruceta de dirección, y los botones laterales. En su dificultad más baja, el título es sencillo, accesible; rápidamente es un reto, y luego es algo apto sólo para maestros. Se sitúa, en definitiva, muy por delante de cualquier juego musical aparecido en la portátil (salvo Elite Beat Agents, pero las intenciones de ambos títulos son muy diferentes), y es una experiencia única en relación con los juegos de banda musical con tropecientos instrumentos que hay en domésticas.
El juego se sustenta casi por completo en el uso de los botones, salvo cuando el instrumento escogido es una guitarra, que emplean la pantalla táctil. Cada melodía se puede tocar con un instrumento, lo que da unas seis o más variaciones de la misma canción, pues es muy diferente en función de si jugamos con una trompeta, la batería, o la guitarra. Eso hace, claro, que la música sea MIDI, pues eso permite descomponer la música en los instrumentos, aunque la calidad no es comparable a grabaciones digitalizadas.
Con cuatro niveles diferentes de dificultad, la experiencia de juego cambio mucho de uno a otro. En el más fácil sólo hay que seguir el ritmo; da igual qué botón pulsemos, pues todos valen. En el más difícil, tenemos que pulsar en el momento adecuado cualquiera de las cuatro direcciones y cuatro botones frontales, más los botones L y R para las notas altas y bajas, sirviendo como modificadores de las octavas. Los dos niveles intermedios, como es de esperar, apuestan por muchos menos botones (los cuatro botones y dos direcciones; y los cuatro botones y las cuatro direcciones).
Eso hace que Jam with the Band, como decíamos, llegue a ser un juego sorprendentemente difícil, apto sólo para quienes le vayan a dedicar muchísimo tiempo y sean habilidosos. La suerte reside en que se disfruta igual en los niveles intermedios de dificultad, e incluso los más pequeños se pueden divertir con el más fácil. Es capaz, de este modo, de complacer a un amplio espectro de usuarios gracias a su dificultad bien graduada, aunque pocos serán los que sepan sacarle todo su jugo. Debemos insistir, sin embargo, en los cuatro niveles de dificultad bien estructurados, y que, por tanto, el juego cumplirá con lo que se espera de él, en función del tipo de jugador: el apasionado que quiere superar un gran reto, y el que sólo quiere pasarlo bien durante un rato.
La transición entre una dificultad y otra podría ser quizás más sutil, pues el nivel más fácil es fácil en exceso a todas luces, y un paso más suave entre los otros tres podría haber sido más práctico, pero es un problema menor en el conjunto del título. Desde luego, hacen honor a sus nombres (básico, medio, avanzado y virtuoso).
La selección de las canciones es amplia, con 50 temas, y una selección creciente en los servidores de Nintendo que nos permite descargar otras cincuenta canciones. El juego cuenta con temas como "New York, New York", "Every Breath You Take", "Smoke on the Water", "Material Girl", y también temas de Nintendo, como las canciones de F-Zero, Zelda, o Super Mario Kart, entre otras muchas. Las canciones disponibles en los servidores de Nintendo se puedne buscar desde la web del juego. Hay que apuntarse el código numérico, y con éste ya nos la podemos bajar desde el juego. Eso sí, esto es importante: sólo te puedes descargar 50 canciones más. No hay opción de borrar las descargadas, incluso si eliminamos todos nuestros datos de usuario. Es decir, que cada canción descargada es fija y se quedará en nuestro juego para siempre. Por suerte, si buscamos las canciones adicionales desde el propio menú de la consola podemos escuchar un fragmento de la misma, por lo que podemos hacernos una buena idea de si nos gusta o no antes de dar ese paso sin vuelta atrás de su descarga. Igualmente, los usuarios puntúan las canciones, y es posible ver los votos recibidos, así que también tenemos la opinión de otros antes de tomar una decisión.
Estas canciones son creaciones de los usuarios, algo de lo que hablaremos más adelante, y se pueden compartir fácilmente desde el propio menú del juego. Para que entren en el servidor musical del juego, eso sí, tienen que ser partituras de canciones que estén en la base de datos de música (se puede consultar desde el enlace que os hemos dado antes). También podemos compartirlas a nivel local, pasándolas directamente de una consola a otra. Las canciones que enviemos a Nintendo deben, además de estar en la base de datos, no contar con lenguaje inapropiado, y dentro de la libertad creativa que ofrece el editor, respetar la identidad de la canción original, así como la letra de la misma (si es que tiene).
El estudio de creación tiene dos opciones esenciales: básico y experto. En básico basta tararear al micrófono de la consola la melodía, y si lo hacemos lo suficientemente bien, los resultados son más que positivos. Sin embargo, no nos engañemos: hay que dar bien las notas, así que aunque sirve para entretenerse, los mejores resultados los obtendrá quien tenga oído (y silbido) entrenado. El modo experto, por su parte, tiene muchas opciones a partir de un primer paso esencial: crear una partitura. La interfaz de creación es similar a la del juego normal, y podemos añadir múltiples instrumentos, hasta ocho.
A la hora de jugar también podemos probar el karaoke, o análisis de voz, una curiosidad que analiza nuestra voz según cantamos, en caso de que los 60 instrumentos que hay en el juego no nos parezcan suficientes. El juego analiza la voz, y decide qué género nos va mejor. Es una curiosidad, pues funciona de una manera un tanto errática, pero no deja de ser simpático. El eje jugable básico, en todo caso, no está aquí, sino en solista, el modo para un jugador en el que tocamos una canción, y, especialmente, en las Jam sessions, que permiten de uno a ocho jugadores simultáneos. El juego, por suerte, permite que con una copia del juego puedan jugar hasta ocho personas: es decir, que con ocho consolas Nintendo DS y un juego, los ocho podrán jugar con normalidad.
Si estamos solos, tenemos también la opción del concierto de hoy. Este modo especialmente curioso porque puede dar lugar a aberraciones musicales fantásticas. Cada día cambia el estilo musical, y todas las canciones se pueden tocar con ese estilo que no es el suyo original. ¿"ABC" en versión NES? Todo es posible. Es aquí donde uno se alegra de la variedad de géneros musicales representados, pues aunque hay combinaciones extrañas y que no funcionan, otras son graciosas y sorprendentes, y todo ello se logra gracias al uso de MIDIs.
Jam with the Band incorpora también conexión con Wii, lo que nos permite, en esencia, disfrutar de una mayor calidad de sonido. Con el juego se incluye el código para descargar desde el Canal Tienda de Wii el Canal Jam with the Band Live. Necesitaremos una portátil, una Wii, el canal y la copia del juego. Lo que hace este canal es "sintonizar" con la portátil para que la música suene a través de la televisión ganando una calidad de audio notable, y es compatible con tantos jugadores como el juego en su forma normal: hasta ocho.
En el campo visual, Jam with the Band tiene algunos personajes estrambóticos, pero en general la interfaz es sobria cuando no estamos en los menús, que son muy "pop" gracias a sus colores y tipografías. Está orientado plenamente a identificar el código de colores para darle al botón acertado, y no se da a muchas florituras, aunque cumple sobradamente. La música, por su parte, es lo mejor que hay en la portátil: el uso de MIDIs le otorga la flexibilidad que necesita su propuesta jugable, y es la mejor opción posible. Los instrumentos suenan francamente bien, y las melodías se adaptan a los diferentes géneros con gran acierto en la mayoría de las circunstancias.
Conclusiones
Jam with the Band ha tardado muchísimo en llegar a nuestro mercado, pero su propuesta única sigue sin competidor, y eso hace que los años de espera hayan valido la pena. Además, nos llega en su segunda encarnación, mejorada, con una fuerte apuesta por la conectividad en línea, las funciones multijugador, y conectividad con Wii, todo ello destinado a mejorar el producto original y ofrecer una experiencia de juego única en el terreno de los juegos musicales. La selección de canciones combina múltiples géneros y temas muy populares, con canciones de juegos de Nintendo, así que está bien surtido y los cambios de estilo musical dan una sensación de variedad mayor incluso.