Análisis de Dynasty Warriors DS: Fighter's Battle (NDS)
Desde sus inicios, la saga Dynasty Warriors ha contado en Japón con toda una legión de acérrimos seguidores, fieles a cada nueva entrega de la serie, que han convertido a cada capitulo en un producto sobradamente rentable. Dispuestos a tocar nuevos horizontes, y tras varias entregas de dudosa calidad en PSP y GBA, la archiconocida serie Musou (nombre por el que se le conoce originalmente en su país natal) da su particular salto a la portátil de Nintendo, siendo esta la plataforma elegida para conseguir trasladar toda la apabullante acción característica de la saga, todo ello sin morir en el intento.
Presentado durante los tempranos inicios de Nintendo DS, allá por el año 2004, Dynasty Warriors DS Fighter’s Battle se perfilaba como una de las primeras apuestas de renombre por parte de una compañía ajena a los estudios internos de Nintendo.
Lejos de facilitar el desarrollo del título, tres largos años han transcurrido desde entonces, dejando patente múltiples quebraderos de cabeza a la hora de transportar la esencia Musou a una portátil, e incluso desestimando el uso de la pantalla táctil como batuta directiva de cara a elementos estratégicos que bien podrían haberse implementado de manera dinámica.
Alejándose de la gran plantilla de luchadores famosos en la historia china que tan característicos resultan en la serie Musou, el abanico de personajes a elegir en Dynasty Warriors DS Fighter’s Battle resulta extremadamente discreto en comparación con sus hermanos mayores en consolas de sobremesa. Con ello, Fénix, Dragón, y Quimera constituirán los únicos tres personajes que estarán a nuestro alcance, con valores distintos en cuanto a las capacidades de ataque, defensa, velocidad, o vida, pero con el agravante de resultar excesivamente similares en cuanto a resultados en el campo de batalla se refiere. Así pues, Fénix se erguirá como el guerrero de capacidades más equilibradas, provisto de una gran espada y el uso de sus puños enfundados en unos guantes de dragón. Seguidamente, Dragón constituirá la elección donde primará la velocidad, siendo el personaje donde la rapidez en ataque se potenciará a favor de la fuerza física. Por último, Quimera será el guerrero donde el poderío físico sobresaldrá por encima del resto de sus cualidades. Provisto de un enorme martillo de acero, este valiente personaje será capaz de hacer pedazos a todo lo que se ponga por delante.
Tal como apuntábamos, al margen de las desemejanzas estéticas y movimientos especiales de cada uno, lo cierto es que los distintos valores en todas y cada una de las capacidades del personaje supondrán un espejismo de diversidad, puesto que a la hora de la verdad no experimentaremos ningún tipo de variedad a medida que masacremos unidades sin respiro alguno.
Así pues, hecha la elección de nuestro guerrero, deberemos pasar a decidir que tipo de oficiales nos acompañarán en nuestra gestas, de gran importancia para el correcto desarrollo de las mismas, y representados para la ocasión bajo un sistema de cartas. Mediante dichas barajas, podremos asignar oficiales a la defensa de nuestras bases, así como de nuestro campamento oficial y alrededores. De la misma manera, nuestra baraja de cartas proporcionará mejoras en las habilidades de nuestros personajes, al tiempo que determina el sistema de trucos en una particular ruleta de la que hablaremos más adelante.
Sin mayor dilación, el juego nos dejará en mitad de una fase inicial, subdividida a su vez en pequeñas zonas. A partir de aquí, la mecánica de juego residirá en ir avanzando hacia el campamento principal del enemigo, progresando a través de las zonas, al tiempo que vamos recogiendo los distintos ítems repartidos por el escenario. Vital para la gestión de nuestros movimientos, podremos intercambiar la pantalla de información con la del mapa, alternando aclaraciones del enemigo y nuestras capacidades, así como de las distintas bases restantes habidas en nuestro poder o en el de nuestro oponente.
La idea pues, residirá en ir conquistando todas las bases del adversario antes de poder asaltar su campamento principal, observando cuidadosamente todos y cada uno de sus movimientos, e intentando siempre conseguir nuestro objetivo lo más rápido posible. Además, las distintas ubicaciones de las bases de los adversarios, arsenales varios, y depósitos, irán cambiando en función de la fase que hayamos seleccionado previamente. Con el objetivo omnipresente de conquistar zonas, deberemos derrotar a un número específico de enemigos para alcanzar la denominada "cuota". Visible en la parte superior, esta cuota delimitará el número mínimo de contrincantes necesarios para abrir las puertas que conduzcan a nuevas ubicaciones en el reino. Seguidamente, en las zonas en las que esté presente un oficial rival se desencadenará un duelo, propiciando una batalla estanca que determinará la superación del territorio en cuestión. En caso de no superar el duelo, volveremos a empezar desde un punto de recuperación pudiendo plantearnos rumbos alternativos para afrontar la batalla.
Mención especial a los objetos, los cuáles repartidos por el escenario, o escondidos tras las columnas de piedras, aguardarán en su interior monedas para rellenar nuestra barra Musou así como recargar nuestro indicador de vida a base de panecillos. Con la conquista de arsenales y depósitos, la fuerza de ataque de nuestro personaje principal y de nuestro ejército se incrementará, pudiendo incluso recargar nuestro indicador de vida. Por el contrario, si un enemigo conquista nuestro arsenal o depósito dominado por nosotros, el contrincante recibirá sus beneficios y nosotros los perderemos. Finalmente, el sistema determinará quien es el ganador a base de contabilizar el número de victorias o derrotas globales que hayamos conseguido después de superar todas las fases.
Al margen del ataque básico, nos encontraremos con el ataque carga, tremendamente efectivo, y con movimientos especiales en su haber en caso de combinar varias secuencias de botones. Será entonces, cuando ejecutando combinaciones mediante los botones A y B de nuestra portátil, nuestro incansable guerrero será capaz de ejecutar movimientos rápidos de mayor rango, lanzar al enemigo por los aires sin opción de contraataque, así como atacar simultáneamente a varios enemigos situados frente a nosotros o realizar un movimiento especial circundante que arrasará a los adversarios más próximos. En cuanto a la defensa, nuestro personaje podrá protegerse en la dirección en la que esté mirando con el uso de un solo botón. Constituyéndose como un pequeño escudo, esta habilidad dejará patente su poca utilidad debido a las innumerables ocasiones en las que al estar rodeados de varios enemigos a la vez, de poco o nada servirá cubrir nuestra defensa hacia un único flanco de ataque.
Centrado la atención en el crecimiento de nuestra baraja, cada vez que superemos una fase conseguiremos una carta de guerrero, utilizable inmediatamente a partir de la siguiente fase, y potenciando nuevamente las capacidades de nuestro guerrero a fin de presentar unos valores equilibrados en nuestro ataque o defensa. Además, en caso de lanzar ataques combinados o superar la fase rápidamente recibiremos cartas adicionales a modo de bonificación.
Como apuntábamos al principio, el sistema de ataque de trucos se ejecutará mediante una ruleta que podremos activar al recoger cinco monedas (repartidas por el escenario, o escondidas tras nuestros adversarios al derrotarlos). Una vez que sea factible, deberemos pulsar el botón determinado para que la ruleta comience a girar, asignándonos un ataque especial que vendrá determinado en función de las combinaciones de nuestras cartas de oficiales habidas en nuestra baraja. Dichas acometidas oscilarán entre causar daño al enemigo, o entorpecerlo, pudiendo lanzarlo a otra zona con un torbellino, aturdiéndolo temporalmente mermando su velocidad de ataque, o robándole sus monedas adquiridas hasta el momento así como la parte restante de su energía Musou actual. Por el contrario, los ataques de truco destinados a causar daños irán desde sacudidas en el terreno, olas frías que congelarán a los enemigos temporalmente, así como lluvias de piedras e incrementos de las velocidades de nuestras tropas.
El sistema, suficientemente variado en una primera instancia, pecará de unos resultados tremendamente similares entre sí, con la única diferencia de ejecutarse con distintos efectos visuales. Por desgracia, experimentaremos una sensación improductiva donde por muy buenas conquistas que realicemos y muchas cartas que vayamos acumulando, el resultado directo de la utilización de nuestras habilidades de truco no supondrán diferencia alguna sobre el enemigo más allá de la estética propia de cada ejecución.
A modo de aliciente, Dynasty Warriors DS Fighter’s Battle ofrecerá la opción de experimentar toda la mecánica para un solo jugador de manera idéntica entre varios amigos gracias a las posibilidades inalámbricas de Nintendo DS. De esta forma, podremos establecer partidas multijugador entre dos o tres personas en las que por normal general, y salvo opciones de tiempo, las reglas y el progreso de las partidas serán idénticas a lo que nos ofrece el título en su vertiente para un solo jugador.
Por su parte, las animaciones de las tropas crearán una sensación de estar frente a maniquíes inertes a la espera de ser aniquilados, ofreciendo un grado de detalle nulo similar al de nuestro guerrero principal. Por otro lado, como resaltábamos, los distintos movimientos especiales crearán unos efectos visuales algo remarcables, en ningún caso espectaculares, y para nada justificables frente al apartado paupérrimo general que presentará el juego en este aspecto. Los sonidos y melodías, sumamente repetitivas, cumplirán su cometido sin ningún aspecto destacable a su favor.
Con una historia que palidece frente a las grandes gestas propias de la historia del Romance de los Nueve Reinos que tan bien ha funcionado en multitud de entregas anteriores, este Dynasty Warriors DS Fighter’s Battle se dibuja con unas carencias que dejan de manifiesto como la venerada saga de origen nipón sigue esperando una representación portátil digna de su repercusión. La oportunidad para ello pues, sigue abierta.