El fuego quema, el agua moja y todo mejora con ninjas. Estos sigilosos e implacables asesinos vivieron una edad de oro en la década de los 80, tanto en los cines de barrio como en los videoclubs y, por supuesto, también en el ámbito de los videojuegos. La pasión de Estados Unidos por los ninjas fue una de las razones que llevaron a Tecmo a lanzar allí la recreativa de Ninja Gaiden en octubre de 1988, cinco meses antes de hacerlo en su Japón natal. Esta semana vamos a recordar aquella correosa pero espectacular placa, aunque nos reservamos para una futura entrega la gloriosa trilogía NES, con la que solo compartía título y protagonista. Las aventuras domésticas de Ryu Hayabusa dan para mucho, y no es cuestión de quemar ese cartucho de manera precipitada.
Al igual que las dos primeras entregas de NES y el de Game Boy, la recreativa debutó en Europa bajo el título de Shadow Warriors. En el viejo continente, y más concretamente en Reino Unido, la palabra "ninja" fue proscrita a mediados de la década de los 80, debido a la "perniciosa" influencia que estos taimados asesinos nipones tenían sobre la chavalada. Los nunchakus también pasaron a una lista negra y acabarían siendo censurados en películas de Bruce Lee y hasta en los dibujos de las Tortugas Ninja, las cuales acabarían siendo rebautizadas como Teenage Mutant Hero Turtles. Delirante.
Salvo el cambio de título aquí pudimos disfrutar sin más complicaciones del debut del ninja Ryu, mientras nos enfrentábamos, a golpe de monedas de cinco duros, a seis exigentes niveles que combinaban acción brawler con ligeros toques de plataformas. Nuestro objetivo: acabar con un malvado culto liderado por Bladedamus, un descendiente del mismísimo Nostradamus.
Lo de implicar al célebre agorero francés en un arcade de ninjas no fue, ni de lejos, la única chifladura que cometió una Tecmo absolutamente desatada. Shadow Warriors es un auténtico desfile de referencias pop, empezando por la aparición de enemigos con máscaras de hockey (al estilo de Jason Voorhees), una pareja de jefes finales clavaditos a los Road Warriors de la WWF/WWE e incluso un colosal mural que muestra a Joan Crawford en tiempos de Johnny Guitar y un James Dean ‘¡con mullet!.
La principal diferencia de Shadow Warriors/Ninja Gaiden respecto al resto de brawlers de la época radicaba en la agilidad de su protagonista. Al pulsar varias veces el botón de ataque podíamos ejecutar un combo bastante vistoso pero no demasiado contundente.
Los enemigos de la placa de Tecmo eran bastante más duros que los de Double Dragon, y a la mínima te buscaban la espalda para canearte a base de bien y quitarte uno de los tres puntos de energía que tenía el personaje. Para evitarlo era preciso no detenerse ni un momento, y utilizar la agilidad de Ryu a nuestro favor.
Nuestro héroe (o héroes, porque podía jugarse a dobles, con un ninja vestido de azul y otro de rojo), reproducía en pantalla muchas de las cabriolas a las que los ninjas de la gran pantalla nos habían acostumbrado.
Podíamos hacer volteretas hacia atrás al acercarnos a paredes y diversos elementos del escenario y, lo mejor de todo, hacer llaves a los enemigos mientras saltábamos, en un movimiento que repetiríamos hasta la saciedad una y otra vez. Soltar puñetazos era bonito y espectacular, pero si querías limpiar la pantalla de enemigos la llave del salto era la solución más directa y contundente.
Los niveles estaban repletos de elementos con los que nuestro personaje podía interactuar. Arrojando a los enemigos contra máquinas expendedoras, repetidores eléctricos o barriles podíamos liberar ítems extras, como energía para nuestro ninja, gemas que daban puntos e incluso una katana con la que laminar a los sicarios de Bladedamus (por desgracia las perdías al morir).
Uno de los detalles más sorprendentes era la posibilidad de agarrarnos a farolas y cañerías a lo trapecista, para soltar patadas. Esta habilidad, que era imprescindible para sortear algunos segmentos plataformeros, se ejecutaba en el mueble original con un tercer botón, situado en la punta del joystick.
A mi barrio jamás llegó esa cabina y todos nos agarrábamos a las farolas como orangutanes, así que, si la memoria no me traiciona, esa acción también podía ejecutarse en los típicos muebles de bar en los que se cambiaba la placa cada 15 días, aunque servidor no logró ejecutarlo en el MAME (quizás por eso acabé activando los trucos para poder sacar las pantallas que acompañan a este texto).
Shadow Warriors/Ninja Gaiden tenía un arma infalible para atraerte, ya sea en un bar de barrio como el salón recreativo, entre decenas de competidores: una secuencia de introducción absolutamente espectacular, que mostraba a Ryu enfrentándose a un primo de Jason bajo la lluvia. En Tecmo eran unos genios en estas lides, como lo demostrarían apenas unos meses más tarde con el lanzamiento del Ninja Gaiden para NES y sus intros o, como ellos mismos lo llamaban, el "Tecmo Theater".
No menos gloriosa era la pantalla de Continue, que mostraba a un Ryu maniatado y a punto de ser loncheado por una sierra giratoria. Si no metíamos una moneda el pobre acababa como un bloque de jamón cocido. Hasta Capcom acabaría fusilando esta dramática "cuenta atrás" en la pantalla de Continue de Final Fight (aunque sustituyendo la sierra por dinamita).
Al margen de los Ninja Gaiden de NES y las adaptaciones de estos a otros sistemas (PC Engine, Master System), la recreativa también contó con sus propios ports domésticos. Ocean se hizo cargo de las entregas para ordenadores de 8 bits (ZX Spectrum, Amstrad CPC, Commodore 64) y 16 bits (Amiga y Atari ST). Los usuarios de Atari Lynx también disfrutaron de un port bastante bueno, y la máquina sería incluida como bonus desbloqueable en el Ninja Gaiden Black de Xbox y en la Virtual Console de Wii.
Shadow Warrior/Ninja Gaiden era tan deslumbrante (los escenarios siguen sorprendiendo hoy en día por su detalle) como exigente. Una dificultad que también se convirtió en la seña de identidad de las entregas NES y el reboot de la franquicia en Xbox. Encarnar a Ryu Hayabusa nunca ha sido fácil, pero quizás por eso le tenemos tanto cariño a la saga. En el fondo nos va la marcha.
¿Llegasteis a jugar con el mueble original? ¿Alguno llegó a terminarse la máquina con solo 25 pesetas? ¿Cómo logró Sega pasarse a los políticos europeos por el forro para bautizar la entrega Master System con el título original? Como siempre, esperamos vuestros comentarios y anécdotas. Y prometemos que algún día haremos justicia con la trilogía de NES y ese recopilatorio para Super Nintendo que hoy en día cuesta un ojo de la cara.