Esta semana hemos decidido echar la vista atrás para ocuparnos de uno de los muchos brawlers (o quizás sería más acercado definirlo como hack and slash, ya que atizan con armas) del catálogo recreativo de Capcom. Nada menos que el gran Knights of the Round, una peculiar y muy divertida visión del mito del Rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda.
Esta placa CPS-1 aterrizó en los salones recreativos a finales de 1991 solo unos meses después de la aparición de The King of Dragons, otra coin-op de Capcom con la que compartía muchos puntos en común, principalmente la incorporación del elemento RPG (del que hablaremos un poco más adelante). Esta mezcla de géneros alcanzaría sus mayores cotas de gloria en los impresionantes Dungeons & Dragons Tower of Doom (1993) y Shadow over Mystara (1996), de los que ya daremos buena cuenta en futuras entregas.
Aunque eran obra de la misma compañía, The King of Dragons y Knights of the Round rivalizaron en los recreativos, en pos de nuestras monedas de 25 pesetas, con una mecánica muy similar y tres jugadores simultáneos. El primero, ubicado en un mundo de fantasía plagado de dragones, orcos y demás fauna rolera, nos permitía elegir entre cinco personajes distintos (Mago, Elfo, Caballero, Clérigo y Enano). En cambio, Knighs of the Round nos ponía en el pellejo, acompañado de dos amigos, del mítico Rey Arturo y dos de sus más famosos Caballeros de la Mesa Redonda: Lancelot (Lanzarote) y Percival (Perceval).
Tras sacar la espada Excalibur de la roca, y proclamarse Rey, Arturo decide unificar Britania a golpe de mandoble y lanzarse en busca del Santo Grial, a través de siete niveles repletos de enemigos de apariencia más realista que los de The King of Dragons, aunque en esta placa de Capcom también había lugar para la magia (a veces a nuestro favor, gracias a los hechizos de nuestro amigo Merlín, como en contra, en forma de brujos que aparecían y desaparecían ante nuestros ojos).
Como era norma en el género, cada uno de los tres personajes seleccionables diferían en cuanto a velocidad y ataque. Arturo era el personaje más equilibrado y contaba con la letal Excalibur como arma. El rubio Lancelot era más ágil pero su sable tenía el ataque más flojo, mientras que Percival era el Haggar del medievo: grande, lento pero enormemente poderoso, con un armamento pesado que evolucionaba del mazo al hacha.
¿Evolución? ¿En un arcade? Al igual que sucedía en The King of Dragons, Capcom incorporó a Knighs of the Round un toque RPG en forma de puntos "de experiencia", o más bien deberíamos hablar de puntos a secas. A medida que íbamos loncheando enemigos y recogiendo tesoros y comida, estos puntos no solo subían a nuestro marcador, sino que iban mejorando a nuestro personaje, tanto a nivel estético como en equipamiento y potencia de ataque.
Cada vez que superábamos una determinada puntuación la armadura de nuestros personajes iba ganando en detalle y grosor (la de Arturo, en sus últimos niveles, recuerda poderosamente a la que llevaba el Rey en Excalibur, la película de John Boorman). El armamento también variaba en el caso de Lancelot y Percival, con este último convertido en un auténtico mulo calvo armado con un hacha colosal.
En ciertos momentos de la placa, algunos enemigos aparecían montando a caballo y teníamos la posibilidad de derribarlos para robarles la montura. El toque equino ya había sido explotado por Capcom en Dynasty Wars (1989), que transcurría todo el rato a caballo, y volvería a aparecer en su secuela, Warriors of Fate (1992). Lo gracioso es que, a diferencia de Golden Axe, si nos descabalgaban en Knights of the Round al menos podíamos ver como el espantado jamelgo acababa arrollando a los enemigos antes de desaparecer por uno de los márgenes de la pantalla.
Otro de los elementos que Knights of the Round tenía en común con The King of Dragons (al menos en tres de los personajes de este último) era la posibilidad de bloquear los ataques de los rivales con nuestra arma. Lograrlo no era sencillo y requería pulsar, en el momento preciso, el botón de ataque y la dirección contraria a la que estuviera mirando nuestro personaje. Esto nos proporcionaba unos segundos de inmunidad y la posibilidad de soltar un mandoble que dejaba al enemigo tiritando.
Esta habilidad no era un secreto (de hecho nos contaban como hacerlo en el "attract mode" de la recreativa), pero lograrlo no era nada sencillo. De hecho, un servidor solo logró ejecutarlo con éxito unas pocas veces mientras sacaba, a través del bendito MAME, las pantallas que acompañan a este texto. Eso sí, si lograbas dominar esta técnica no solo te ahorrabas una pasta en monedas, sino que te convertías en el rey de los billares de tu barrio.
El séptimo, y último nivel, de Knighs of the Round nos enfrentaba a Garibaldi (en serio, se llamaba así), un colosal rey armado con una maza dorada, a juego con su armadura (imposible no acordarse de Death Adder y su Golden Axe).
Knights of the Round, al igual que The King of Dragons, solo fue adaptado a una única plataforma doméstica en los años 90: Super Nintendo. El cartucho de Super Nintendo llegó a las tiendas en 1994 limitando el juego simultáneo a dos jugadores (en lugar de los tres de la placa), pero a cambio incorporó un tercer botón dedicado solo al bloqueo, lo que evitó que acabáramos con los pulgares despellejados al intentar replicar con el D-pad la maniobra de la recreativa. Esta versión, además, replicaba espléndidamente la música de la placa, obra de Isao Abe (Street Fighter II, The Punisher, Cadillacs and Dinosaurs).
En 2002 Capcom rescató Knights of the Round (al igual que The King of Dragons) para incorporarlo al segundo volumen de Capcom Classics Collection para PlayStation 2 y Xbox, y repetirían la jugada en 2006 con Capcom Classics Collection: Reloaded para PSP.
¿Cuál de los hack and slash medievales de Capcom es vuestro favorito? ¿Os gustaría que dedicáramos un post a las dos entregas de Dungeons and Dragons? ¿Llegasteis a dominar la técnica de bloqueo en los recreativos? Como siempre, estamos deseando leer vuestros comentarios y anécdotas. Feliz Navidad y disfrutad de estas fiestas, ya sea acompañados de la familia como jugando a clásicos de tiempos remotos.