Parece increíble, pero el juego de hoy tiene la friolera de quince años a sus espaldas. Acompañando a Dreamcast en su estreno, estaba programado originalmente para la nueva consola de Sega (y desgraciadamente la última) con la premisa de demostrar las capacidades online de las que haría gala a lo largo de su vida.
Lanzado un 11 de noviembre en Japón y unos meses después en América y Europa, fue el encargado de dar el pistoletazo de salida de manera popular a la nueva manera en la que podíamos jugar contra otros jugadores
El juego estaba programado e ideado por el Sonic Team, buscando un golpe de efecto con el que, de manera sencilla, se pudiera jugar online si no se disponía de un jugador a nuestro lado. Y vaya si consiguieron su objetivo, pues Chu Chu Rocket significó que la industria empezase a ver cómo era posible trasladar las sensaciones que muchos jugadores de PC ya conocían al salón de nuestras casas.
Pero como sabemos el destino de Dreamcast no fue el que nosotros ni los directivos de Sega esperaban. Detrás del derrumbe de una de las consolas con mejor futuro de la veterana Sega, estuvieron los problemas de costes de fabricación, donde hace no mucho, un directivo nos explicaba que con cada consola vendida perdían dinero de manera irremediable.
Esta consola, reparó, desgraciadamente tarde, los problemas que durante años Sega había tenido que soportar. Uno de ellos, el de su anterior consola de sobremesa, Sega Saturn, donde sus dos CPU y la cantidad de chips en paralelo son recordados aún por muchos programadores que seguro sufrieron y se las vieron con la tremenda dificultad para sacar rendimiento a una gran consola, pero complicadísima de programar.
Estos problemas se solucionaron con Sega Dreamcast. La nueva consola sigue siendo recordada por la accesibilidad y la sencillez con la que se podía sacar jugo de ella. Pero en contra, sufrió el hardware, que siendo excelente reunió una cantidad de chips de terceros que hicieron imposible reducir costes, llegando a perder dinero con cada unidad vendida, y sufriendo el hecho de que los juegos se vendían cada vez menos.
Pero el triste desenlace lo dejaremos para otro día, ya que hoy veremos cómo esta consola que tanto prometía, lo empezó haciendo desde el principio, regalando este juego como una demostración palpable de lo que nos esperaba si conectábamos su humilde módem a la línea telefónica.
Dreamarena, el lugar de reunión
La Sega de aquel entonces había cambiado casi por completo su filosofía, ante el notable descenso de popularidad y ventas de la marca con sus últimos add-ons y consolas. La nueva consola de Sega incluso cambiaba radicalmente el color negro de la práctica totalidad de sus consolas por un blanco grisáceo, donde empezaba a decir que habían cambiado ¡Y vaya si lo habían hecho!
A este nuevo cambio, como decíamos, se unió su primer juego online. Chu Chu Rocket! era un juego de puzles, donde se nos mostraba una "habitación" en la que los indefensos ratones (ChuChus) debían ser guiados por nosotros hacía la salvación que se encontraba en los cohetes, que tras rescatarlos, salían despedidos en cada fase, salvándolos de las garras de nuestros enemigos los gatos (KapuKapus).
Para guiarlos, debíamos usar un puntero el cual dejaba impresa la dirección en forma de flecha en el suelo, que le marcásemos, en esta ocasión, con uno de los botones que elijamos. Los botones marcaban los cuatro puntos cardinales a los que podíamos mandar los ratones, con el problema añadido de que los gatos espaciales seguían también dicha dirección, y podían darse el temido festín.
Los primeros niveles eran la manera perfecta de explicar, a modo de tutorial, cómo y de qué manera podíamos huir de los gatos y llegar sanos y salvos -o al menos cierta cantidad- a los benditos cohetes.
Disponía de diferentes modos de juego, donde hasta cuatro jugadores podían poner sus flechas en el tablero, enviando los gatos a los cohetes de nuestros amigos, y recoger la mayor cantidad de ratones en los nuestros. En este modo tan solo se podían poner tres flechas a la vez, y donde pulsábamos una nueva, se borraba la primera impresa.
Ni que decir tiene que el nivel adictivo de este juego sorprendió, puesto que era una propuesta fresca, diferente y que aprovechaba la totalidad de puertos disponibles, ya que disponía de cuatro mandos a conectar, de nuevo una demostración de que Sega pensaba que si valía algo la pena, valía la pena hacerlo, a pesar de sus tristes consecuencias.
Los humildes gráficos no desagradaban a la vista, pero el apartado sonoro era totalmente sobresaliente, pues desde los simpáticos efectos de sonido, hasta la genial banda sonora, nos damos cuenta de qué equipo estaba detrás de este videojuego, sin ninguna duda.
También había un modo Puzle para un sólo jugador en el que se nos mostraba el tablero y las flechas disponibles, con los gatos y los ratones esperando a que pensáramos la mejor manera de guiarlos y sacarlos de allí, sin duda un modo brillante, y con gran seguimiento online.
Todas estas virtudes se tradujeron en un juego sobresaliente que se regalaba junto a la consola que mejor futuro parecía depararle por fin, a una consola de Sega. Otro alocado modo fue el de Desafío, donde debíamos cumplir misiones cómo dirigir a un gato para que se comiera la mayor cantidad de ratones, o controlar a los gatos para hacer diferentes y geniales locuras, todo ello dentro de un tiempo límite.
El final fue otro, pero eso no dejó que la impronta de este genial juego de puzles del Sonic Team muriera ahí, y una genial versión de GBA salió años después, aumentando los 500 niveles iniciales del juego de Dreamcast hasta unos 2.500 que se pudieron disfrutar en el servicio online. Posteriormente lanzaron una versión para iPhone y iPad, donde hace poco tiempo se le unió la versión para Android.
Por ello, no podemos decir más que el primer juego que fue del brazo de Dreamcast fue una genialidad salida de las brillantes mentes del Sonic Team, donde volvieron a demostrar que incluso haciendo puzles eran unos maestros capacitados para que hoy día, quince años después, siga siendo un videojuego totalmente adictivo y divertido.