Con la llegada de la generación de los 32 y los 64 bits, no fueron pocas las sagas clásicas que intentaron evolucionar y probar suerte en el terreno de los juegos tridimensionales. En algunos casos, el salto salió espectacularmente bien, como en el de Mario, pero en otros, los resultados fueron... decepcionantes, por decirlo de forma suave.
Gameplay comentado
Una de las series a la que más se le atragantó el paso a las 3D fue Castlevania, con dos entregas en Nintendo 64 que, a pesar de tener su público y defensores, se quedaron muy por detrás de los estándares de calidad y buen hacer por el que se caracterizaban las aventuras de los Belmont.
Por suerte, Konami consiguió dar en el clavo en los 128 bits con Castlevania: Lament of Innocence para PlayStation 2, uno de los capítulos más olvidados y desconocidos de la saga, pero uno que merece toda nuestra atención, tanto por sus bondades jugables como por su interesante guion.
El origen de la cruzada de los Belmont contra Drácula
A nivel argumental nos encontramos ante una precuela que nos cuenta cómo comenzó la lucha de la familia Belmont contra Drácula y su ejército de las tinieblas, descartando de esta manera la historia de orígenes que nos contaron en Castlevania Legends, eliminada del canon oficial en favor de la que aquí nos contaron.
Así pues, retrocederíamos hasta el año 1094 para encarnar a Leon Belmont, un noble y reputado caballero que al volver a su hogar descubre que su prometida, Sara, ha sido raptada por un poderoso vampiro que habita en un misterioso castillo oculto por un bosque en el que nunca sale la luz del sol
Con esta premisa, nos adentraríamos en esta peligrosa fortaleza para, látigo en mano, acabar con todas las criaturas del inframundo que se interpusieran en nuestro camino. A nivel jugable se trataba de una aventura de acción y plataformas 3D en la que tendríamos que avanzar por una serie de niveles más o menos lineales repletos de enemigos.
Su desarrollo era más o menos lineal, aunque tenían multitud de rutas opcionales y secretos para encontrar a poco que quisiésemos explorar. Por supuesto, al final de cada fase nos aguardaría un temible jefe final, quienes nos ofrecían las mejores batallas del juego y también los momentos más nostálgicos, ya que la mayoría de ellos eran monstruos clásicos de otras entregas.
Aquí cabe destacar que, a pesar de su linealidad y de estar estructurado por pantallas (a las que accederíamos desde la sala central del castillo), el título nos permitía volver a cualquiera de ellas siempre que quisiésemos para seguir explorando y conseguir el 100%.
En lo jugable, se trataba de una especie de vuelta a los orígenes de la saga, con un sistema de combate muy simple que lo alejaba de los hack and slash de la época, ya que no buscaba darnos un control complejo en el que pudiésemos hacer multitud de combos. En vez de eso, aquí nos defenderíamos con los combos básicos de nuestro látigo, utilizando las armas secundarias habituales de la serie (con su correspondiente consumo de corazones) y realizando diversos hechizos. Evidentemente, bloquear y esquivar golpes también era algo muy importante.
Con esto, Konami consiguió una jugabilidad muy arcade y accesible que te permitía pasártelo genial desde el primer momento y en el que se respiraba Castlevania desde el principio hasta el final, con todas sus criaturas bien reconocibles, objetos, mecánicas y elementos del escenario para romper y conseguir recursos.
Esto era algo que también se traducía a nivel artístico, manteniendo el inconfundible estilo visual de la serie y una banda sonora con muchísima personalidad repleta de temas memorables y que acompañaban la acción a la perfección.
Como hemos dicho anteriormente, la historia también es muy interesante y tiene mucho valor para el fan, ya que nos cuentan cómo se forjó el mítico Vampire Killer, quién era Drácula antes de ser conocido como tal, cómo los Belmont le declararon la guerra a este inolvidable villano y cómo funciona su castillo.
Probablemente, su punto más flojo lo encontremos en su diseño de niveles, ya que casi todas las salas tenían un aspecto visual muy parecido, lo que transmitía cierta sensación de repetitividad e impedía que nos orientásemos con facilidad, haciendo que las pantallas pareciesen más laberínticas de lo que realmente eran y nos obligaba a hacer un uso constante del mapa.
Por desgracia, tampoco era un juego especialmente largo y podía ser completado en apenas cinco o seis horas, aunque, al menos, escondía muchos secretos y varios modos desbloqueables que le daban algo más de vida para quienes quisiesen sacarle todo el partido.
En líneas generales, fue un muy buen juego y una gran adaptación de la saga a un entorno tridimensional, demostrando que Castlevania también puede funcionar de maravilla con esta jugabilidad. Puede que no llegue al nivel de sus mejores entregas y que no sea tan conocido como otros capítulos de la serie, pero no cabe duda que supo estar a la altura del nombre que porta.
¿Tuvisteis la oportunidad de jugarlo en su momento? ¿Qué os pareció la historia? ¿Os gustó más que la de Castlevania Legends? ¿Cuál fue vuestro jefe final favorito? ¿Os sorprendió descubrir contras quién era la última batalla? ¿Qué tema de su banda sonora recordáis mejor? ¿Cuál es vuestro Castlevania 3D favorito? ¡Esperamos vuestras respuestas!