Si penséis en la imagen de un cómic, y en todo lo que ello implica, es muy probable que lo hayáis hecho con uno de los héroes o heroínas de las dos principales editoriales del mundo del tebeo en portada: Marvel o DC. Hablar de ellas a estas alturas del partido es casi un brindis al sol, pues cualquier hijo de vecino ha crecido y disfrutado con las creaciones de estas dos enormes empresas, que comenzaron su andadura entre tinta y papel y ahora luchan por la supremacía en la taquilla con sus abundantes adaptaciones cinematográficas.
No nos engañemos: películas de superhéroes han existido desde hace mucho. Pero a raíz de la construcción en 2008 del ambicioso universo cinemático de Marvel a cargo de Kevin Feige, la situación cambió para siempre. A lo largo de una veintena de películas, Marvel Studios ha conjugado una impresionante red de cintas interconectadas como un único producto, que en Vandal Random hemos clasificado de manera pormenorizada.
Esta cohesionada cronología, ambiciosa y exquisitamente planificada, pronto tuvo réplicas y competidores. Más allá de la trilogía de Christopher Nolan y su caballero oscuro, y de la fallida trilogía que no llegó a ser del Spider-Man de Sony y Marc Webb, si existe algún proyecto ambicioso en este ámbito de las adaptaciones cinematográficas del mundo del cómic es el llevado a cabo por Warner Bros.
Iniciado con El hombre de acero, film de Superman dirigido por Zack Snyder, Warner ha querido arrancar y asentar su propio ecosistema de viñeta y celuloide basado en DC Cómics en mucho menos tiempo que Marvel y los diversos estudios que han participado en su universo cinematográfico, buscando un tono y un acercamiento distinto y condensando en la mitad de películas una mitología más densa y de difícil digestión que la habitual de los mundos de Stan Lee. ¿Qué ha fallado? ¿Por qué pese a los ímprobos esfuerzos de Warner y DC Entertainment no se consigue encontrar la producción que triunfe en taquilla y agrade a espectadores y críticos? ¿Por qué las películas de DC no triunfan como las de Marvel?
Una mala planificación
Comencemos por lo evidente. Puede parecer sencillo o fácil el adaptar personajes de cómic a la gran pantalla, en parte, porque está todo ahí. Simplemente debemos acercarnos a las novelas gráficas más reputadas o interesantes de cada personaje, héroe o heroína y comenzar a trasladar las historias más divertidas o espectaculares. De hecho, no son pocos los que repiten sin cesar que un cómic es como un storyboard, una guía visual que puedes coger y replicar en pantalla. Zack Snyder ya demostró con Watchmen y 300, dos obras maestras del tebeo, que siguiendo esta técnica, se pueden conseguir adaptaciones perfecta, de escala y narrativa similar a sus homólogas obras literarias, contentando a los aficionados y recaudando en taquilla lo suficiente como para justificar la llegada del material original al gran público a los espectadores menos leídos.
Estos dos lustrosos credenciales llevaron a Zack Snyder y Warner Bros., algo ebrios de éxito, a rescatar a Superman, una saga que fue el verdadero germen de las cintas de superhéroes gracias a Christopher Reeve y su perfecta encarnación del Hijo de Krypton. Superman se encontraba en horas bajas tras Superman Returns, una cinta protagonizada por Brandon Routh que no cuajó por los desvaríos del polémico Bryan Singer, un aficionado a la etapa más clásica del personaje, algo que se tradujo en una desconexión con el público, que no entendía qué se quería contar en aquella plomiza cinta que también contaba con una de los peores papeles de Kevin Spacey. ¿Resultado final? Un fracaso en taquilla y el entierro definitivo del primer superhéroe de gran calado tras años de inactividad y películas menores.
Y entonces llegó Zack Snyder. El director es uno de los más amplios conocedores del mundo del cómic, y apoyado por Christopher Nolan y David S. Goyer, decidieron refundar al Kal-el en la gran pantalla con una película iniciática que polarizó a las audiencias en plena ebullición de Los Vengadores y los grupos de héroes de La Casa de las Ideas. Esto nos sirve para entender el contexto: cuando Warner Bros. comenzaba a darle vueltas a la idea de un nuevo resurgir de sus licencias con DC Cómics en el cine, Marvel Studios ya había llevado con éxito el año anterior a Iron Man, Capitán América, Hulk y Thor a las salas de todo el mundo, unificándolos en la primera gran película -y única realmente buena, dado sus posteriores descalabros- de Joss Whedon.
Mientras DC daba unos tímidos pasos en dirección a universo cinematográfico, Marvel ya recogía sus frutos. No penséis en Warner y DC como una unión de última hora o un simple apaño realizado para intentar plantarle la cara al Capitán América y Tony Stark. La fusión y la división de entretenimiento de DC con Warner Bros. lleva en pie desde 1989, coincidiendo con el lanzamiento de la primera película de Batman dirigida por Tim Burton. Ambas empresas saben cómo funcionan los engranajes de la industria, pero siguen sin entender qué hacer con sus licencias y personajes. Durante años han ido yendo y viniendo, trasladando con fortuna -como las películas del hombre murciélago- y sin ella -su inefable adaptación de Green Lantern- sus héroes en el cine, conformándose con traslaciones individuales e inconexas, un modelo tradicional pero que había demostrado ser una garantía segura en el pasado.
En 2013, con El hombre de acero ya estrenada y más de 600 millones de dólares recaudados en sus arcas, DC Entertainment decidió recuperar el proyecto de un universo de películas único, que ya habían rumiado en 1998 desde el intento de adaptación de Superman Lives, esa idea en la que se pensó en Nicolas Cage como el héroe de Krypton y con Michael Keaton repitiendo como el cruzado de la capa. Aquello gracias a Dios no vio la luz, y como comentó Kevin Smith, director que estuvo cerca de encargarse de la dirección antes de la elección de Tim Burton, mejor. Tras la decepción de Green Lantern, la cancelación de la adaptación de The Flash de Michael Green y Marc Guggenheim y el resultado más que decente del Superman de Zack Snyder, Warner reestructuró su errático escenario cinematográfico y comenzó en el mismo 2013 a escribir y organizar la secuela de El hombre de acero, en la que el propio director de Sucker Punch confirmó que veríamos a Batman.
Las piezas ya estaban sobre la mesa. El hombre de acero sería el primer paso. Su secuela presentaría la nueva versión de Batman y lo enfrentaría contra el querido superhéroe de Smallville y la tercera película de Zack, sería la primera presentación de la ansiada La Liga de la Justicia. En otras palabras: en apenas tres años, Warner Bros. y DC iban a replicar lo que Marvel había realizado en algo más que un lustro. Geoff Johns, antiguo guionista de la editorial y responsable de insuflar vida a Linterna Verde o Flash, sería el consultor creativo de DC, la figura de referencia de este magno proyecto, imitando en cierta manera el papel de Kevin Feige en Marvel Studios y buscando proporcionar una coherencia y un cierto amparo con el que organizar los múltiples proyectos. Sin embargo, el enfoque no sería exactamente el mismo.
“Para nosotros, todo esto es un multiverso. Tenemos un universo televisivo, con múltiples series, y además, un universo cinematográfico con películas; todos estos héroes y villanos co-existen. Gracias a esto, y hablando de manera creativa, podemos permitir a todos los directores y guionistas hacer el mejor producto posible, contar la mejor historia, hacer y construir el mejor de los mundos. Todos tienen una visión idea y quieren que adaptación sea la mejor, y mi trabajo es dejar que esas visiones brillen… Es un enfoque distinto al de Marvel”, comentaba el propio Geoff Johns. La estrategia de WB y DC estaba, en principio, bastante clara: por una parte tendría su fructífero universo televisivo, con series como Green Arrow, Supergirl o The Flash y por otra parte, veríamos sus adaptaciones cinematográficas.
Zack Snyder ofrecería a los espectadores con Batman v Superman: El amanecer de la Justicia el sueño húmedo de cualquier aficionado al cómic: disfrutar del emblemático momento del Batman de Frank Miller en el que ambos titanes coincidían en las calles y se daban de golpes hasta la extenuación. De paso, incluiría a Wonder Woman en su ecuación, una de las icónicas heroínas de DC Cómics y parte fundamental, a posteriori, de lo que podríamos definir como único gran éxito de este universo cinematográfico. Pese a las ganas de muchos de ver esta nueva película, a Snyder le crecían los problemas. Los espectadores fueron muy reacios al anuncio de Ben Affleck como Batman/Bruce Wayne, parodiando su aspecto y perpetrando los más curiosos memes imaginables a través de internet. El estudio y la productora, al ver hacia dónde se encaminaba el film de Snyder, anunció Escuadrón Suicida con David Ayer, director de Corazones de acero y centrado en el grupo de villanos disfuncionales, destinándose a ser estrenado en 2016, meses después del debut en taquilla de Batman v Superman.
“Tenemos una gran estrategia con las películas de DC que estamos filmando en estos momentos. Básicamente hablamos de coger estos queridos personajes de las viñetas y dejarlos en las manos de los grandes cineastas de nuestro tiempo, asegurándonos de que se coordinen el uno con el otro. Seréis conscientes de la diferencia cuando vean Batman v Superman, Escuadrón Suicida y La Liga de la Justicia y todo aquello que estamos preparando”, recalcaba Greg Silverman, presidente de desarrollo creativo de Warner Bros. en 2015. “Cada proyecto en DC es diferente. En algunas películas tenemos a varios escritores trabajando juntos, y en otras, únicamente a un solo escritor. ¡Tenemos trabajando juntos a guionistas que jamás han estado en equipo!”, recalcaba el ejecutivo sobre la planificación del universo de DC y Warner. Curiosamente, Silverman, tras el convulso ejercicio de 2016 para Warner, acabaría abandonando la empresa en diciembre de ese mismo año.
Batman v Superman: El amanecer de la Justicia se estrenó en marzo de 2016 con una reacción muy dispar -aunque realmente podríamos decir que era mayoritariamente negativa-. El film, que nos contaba cómo cambió el mundo tras la aparición de Superman, presentaba una nueva aproximación de Batman, más oscura, crepuscular y taimada, similar a la mostrada por Frank Miller en su obra maestra El regreso del caballero oscuro. Además, adaptaba de forma libre La muerte de Superman y presentaba a la citada Diana Prince, Wonder Woman, en una cinta de extendido metraje. Si bien WB y DC lograron recaudar más de 870 millones de dólares en todo el mundo, el gasto de publicidad y las amplias reacciones críticas de prensa especializada y espectadores al film, hicieron mella en los planes iniciales de DC. ¿Qué había fallado? ¿Se habían cansado los aficionados del tono solemne de Zack Snyder y David S. Goyer en lo relativo a Superman y Batman?
Warner Bros. y DC tenían un gravísimo problema de percepción. El hombre de acero ya tuvo críticas al tono, y este film, más grande y atractivo -los dos héroes más conocidos del planeta coincidían en una película por primera vez-, había sido vapuleado por la crítica y gran parte de su público objetivo. ¿Habían errado al confiar ciegamente en Zack Snyder y su visión? ¿En querer condensar todo un universo en apenas un par de películas? Quizás, un poco de ambas. El conocimiento general del público de Superman y Batman es amplio, pero no todo el mundo estaba dispuesto a ver estas versiones, llenas de aristas y complejidades, en dos horas y media de metraje. El primer paso en falso ya se había dado, y Warner Bros., temerosa de otro traspié así, decidió cambiar en gran parte la naturaleza de Escuadrón Suicida cuando la película estaba ya en sus compases finales para su estreno en agosto de 2016.
En el mundo del cine es muy común volver a rodar escenas, añadir secuencias adicionales o buscar nuevos recursos para ayudar al devenir de una película en la sala de montaje de cara a su lanzamiento final. Los reshoot, por tanto, no son nada raro. Pero en el universo de DC y WB se han convertido en una especie de maldición: cambiaron por completo el sentir del film de David Ayer, que venía a darle una vuelta de tuerca a su mundo de ladrones, seres despreciables y villanos con sentido de la honorabilidad y acabaron por dilapidar lo que quedaba de personalidad en la más reciente La Liga de la Justicia para convertirla en un verdadero monstruo de Frankenstein.
Escuadrón Suicida podría ser el epítome perfecto de la mala planificación de Warner Bros. La película pagó los platos rotos de Batman v Superman, mutando en un producto que parecía cada vez más una suerte de versión de Guardianes de la Galaxia, cambiando de golpe su génesis para intentar agradar a todo el público posible. El film, que nos narraba cómo en un mundo sin Superman se decide formar un grupo de villanos y peligrosos criminales y metahumanos para proteger la humanidad de amenazas aún más sobrenaturales, nos presentaba a puntales en el universo de DC, como el Joker -Jared Leto- y Harley Quinn -Margot Robbie-, así como nos ayudaba a entender el rol del propio Batman en todo o la existencia de deidades y poderes ocultos muy habituales en el sello de la editorial.
El matiz oscuro, que iba a ser muy similar a los de las obras de Snyder acabó siendo degradado en varios momentos tras el re-rodaje de múltiples secuencias, buscando un sentimiento y un acento más ligero y distendido, y se potenció el papel y el peso de actores como Will Smith y Margot Robbie, verdaderas estrellas de la función, como valores seguros de cara al público. ¿Funcionó? Bueno, digamos que salvaron los muebles. La película no era especialmente buena, pero consiguió recaudar unos nada despreciables 745 millones de dólares en todo el mundo, algo que si bien podría estar algo debajo de las expectativas del estudio, sirvió para dar cierta estabilidad a una estrategia cinematográfica que había fracasado y que se limitaba a improvisar mientras sus más directos rivales cosechaban éxito tras éxito en los cines de todo el mundo sin demasiado esfuerzo.
Mientras Batman v Superman recibía golpes y Warner estaba asustada por ver cómo funcionaba Escuadrón Suicida, Snyder comenzó a rodar la fotografía principal de La Liga de la Justicia, y entre abril y octubre de 2016, el director de El amanecer de los muertos prosiguió con su visión y manera de hacer las cosas, que se acabaron por torcer por fuerzas externas en forma una trágica pérdida familiar para el director en los últimos compases de la producción. Curiosamente, en este caótico escenario, nace la que es la mejor película jamás vista en el universo cinematográfico de DC: Wonder Woman, de Patty Jenkins. El film de Jenkins, protagonizado por Gal Gadot es la enésima película sobre los orígenes de un héroe, pero agrupa muchos aciertos y demuestra una visión creativa necesaria, que hacía suyos los aciertos de Batman v Superman: El amanecer de la Justicia y que los aderezaba bajo la coraza de la amazona. Esto se tradujo en una saludable trayectoria comercial: más de 820 millones de dólares en todo el mundo para un presupuesto que no llegó a los 150 millones.
Para evitar mayores desvaríos y golpes de timón, Warner Bros. Pictures y DC acordaron reestructurar su colaboración cinematográfica y fundar DC Films, una división creada bajo el mandato de Jon Berg y el anteriormente citado jefe y consultor de contenido, el guionista y creativo Geoff Johns, que acabaría siendo nombrado presidente de la criatura. ¿Qué motivo tiene la fundación de un nuevo estudio o conglomerado que englobe todas las producciones de DC? Cambiar la confusa planificación de ambas partes implicadas y buscar replicar la estrategia de Marvel Studios bajo una única visión creativa y un proceso de selección y escritura de futuros proyectos más claro, directo y cómodo para los implicados. La fundación de DC Films es la muestra fehaciente de cómo la logística anterior había fracasado, demostrando falta de interconexión entre proyectos y creativos, y de la inexistencia de una hoja de ruta consistente en la producción de las diferentes películas.
Ahora, con la fallida La Liga de la Justicia estrenada tras un rodaje convulso -que daría para un artículo propio-, se abre una nueva etapa para DC y Warner, con películas de la talla de Aquaman dirigida por James Wan y The Batman, con Matt Reeves en la dirección tras el abandono de Ben Affleck de la silla de realizador. Pero hay más. DC quiere la secuela de su mayor éxito, Wonder Woman y sigue pensando en trasladar el universo de Green Lantern al cine, con Green Lantern Corps, así como a raíz del impacto de Escuadrón Suicida, se podrían realizar spin-off y secuelas de la misma, explorando la relación del Joker y Harley Quinn y otros villanos del cómic.
Agravio comparativo: Marvel contra DC y el problema de querer agradar a todo el mundo
¿Son universos comparables? Ya hemos visto cómo Marvel, con el apoyo de la maquinaria de Disney detrás desde 2009, ha conjugado un ambicioso proyecto global con el tiempo suficiente para ofrecer una serie de personajes, héroes, heroínas y villanos muy desarrollados, que con los sucesivos estrenos y secuelas han acabado por calar en el imaginario colectivo. Ganándose a espectadores profanos y aficionados al cómic con una destacable labor de adaptación y afinación de perfiles, Marvel ha conseguido conquistar el corazón del público. Han asimilado mundos fantásticos llenos de dioses y deidades imposibles, universos creíbles y realistas y han adoptado incluso a héroes que antes eran muy de nicho, como demuestran el caso de Guardianes de la Galaxia o Ant-Man.
Pero si hubiera que aplaudir o destacar un aspecto fundamental dentro del éxito de Marvel, más allá del tiempo que han tenido para desarrollar y presentar su mundo de viñeta y tebeo al cine, es el relativo a su marcada honestidad. Han sabido marcar una línea férrea, idéntica a sus novelas gráficas, con elementos comunes muy arraigados a las génesis y la naturaleza de los personajes que todos conocen o reconocen a simple vista. En otras palabras: han mostrado en pantalla el verdadero ser de aquello que están adaptando en el cine. Kevin Feige y los suyos han conseguido mostrar la mejor de las caras posibles en sus películas y productos, y eso ha facilitado mucho el salto del no lector de cómics al ambicioso universo cinematográfico gestado por ambas empresas.
¿Qué le ha pasado a DC? Ya hemos visto que su estrategia de estrenos y rodajes ha sido un error tras otro, fruto de la improvisación y la necesidad imperiosa de querer replicar el éxito de Marvel. Podríamos incluso decir que, tras las duras críticas recibidas por el tono con El hombre de acero o Batman v Superman: El amanecer de la justicia, Warner Bros. y la actual DC Films han buscado más imitar una actitud y un estilo que hallar y encontrar el equilibrio perfecto, algo que los ha llevado a un terreno de agravio comparativo constante muy poco saludable cuando se intenta buscar un producto diferente al de la más directa competencia.
Los casos de Escuadrón Suicida y la reciente La Liga de la Justicia -al que el propio Josh Whedon, tras el forzado abandono de Zack Snyder de la dirección, ha dado la puntilla y el descabelle-, son el epítome perfecto de esto. ¿Por qué imitar en lugar de apostar por su propia personalidad y estilo? ¿Por qué dar bandazos en lugar de encontrar un equilibrio? La Liga de la Justicia es un verdadero monstruo fílmico que busca más redimir pecados y pedir disculpas a los espectadores por los supuestos errores del pasado de la manera más vergonzosa posible, que de presentar el grupo de héroes más atractivo posible. En concreto, el caso de esta última es verdaderamente sangrante. Hay secuencias que son una mera réplica de la inefable Vengadores: La venganza de Ultron y se ha borrado cualquier vestigio de la banda sonora de Hans Zimmer y Junkie XL, apostando por una partitura de Danny Elfman que suena más a Marvel de la cuenta y que rompe con el esquema sonoro de los films anteriores -sin ir más lejos, se eliminan los temas de los personajes principales-.
DC y Warner Bros. han cometido el error de no saber leer correctamente los deseos del público, y lo que es peor aún, de maltratar con sus dubitativas directrices unos interesantes personajes ungidos y bendecidos con un potencial enorme. ¿Acaso no son atractivos Batman o Superman? Ambos son ampliamente conocidos, verdaderos iconos de la cultura pop, algo que hemos podido ver en sus diversas adaptaciones cinematográficas y que se materializó con la excelsa trilogía de Christopher Nolan. Pero en esta nueva tanda de producciones no se han sabido presentar, y mucho menos, conjugar o vender.
Zack Snyder: dioses entre nosotros
Zack Snyder, Deborah Snyder, Chris Terrio y Christopher Nolan tuvieron una idea a la hora de trasladar las figuras de DC a la gran pantalla: Dioses y metahumanos entre mortales. A lo largo de los años, sobre todo en las décadas más recientes, la editorial de cómics ha ido jugando con ese concepto, apoyándose en la introducción de multiversos, crisis en tierras infinitas y reinicios constantes -el último acabó incluyendo en el menú la obra maestra de Alan Moore y David Gibbons, Watchmen- cuando la cosa se iba de madre. La génesis y el cariz del proyecto de estos productores y guionistas, liderados por Zack Snyder, ganó y captó la atención de Warner Bros., sobre todo cuando se tienen figuras tan poderosas como Superman -el héroe definitivo- en el catálogo de héroes a vender al gran público. Si en algo destaca Snyder, y esto es la muestra fidedigna de su talento como realizador, es el conocimiento de la obra que adapta o quiere llevar al cine. Más allá de la fidelidad totémica de sus adaptaciones de Watchmen o 300, sus películas son museos vivos de la viñeta, con planos calcados, pequeños y grandes homenajes y planos calcados a sus homólogos de tinta.
Stan Lee siempre ha querido y creído en un concepto más prosaico y menos grandilocuente, fomentando la cercanía del superhéroe con el lector y haciendo suyo ese concepto tan repetido: héroes y heroínas con pies de barro. Si bien la Casa de las Ideas siempre ha tenido una pasión por seres poderosos y destructores de mundos, siempre han jugado con añadir un elemento más ligero a la fórmula, algo que se ha traducido y trasladado -a veces en exceso- a las adaptaciones cinematográficas. Esto puede funcionar, de hecho sus resultados económicos y el rédito en taquilla son indiscutibles, pero también ha acabado dándonos productos muy cargados de una estructura recurrente llena de running gags y chistes que se repiten hasta el paroxismo.
Snyder, sin embargo, apostó por una visión más profunda y a la postre, de más difícil digestión. El hombre de acero reflejó a la perfección su idea de lo que tiene que ser una película de superhéroes, pero no terminó de caer bien entre el público, que ya había asimilado la presentación de Marvel y sus personajes como la única manera de entender una película de superhéroes. Los tiempos de Nolan y su Batman ya habían pasado, y el cine de héroes con poderes ya estaba mutando hacia una única dirección. Si la primera película de Superman en mucho tiempo nos hablaba de una figura inmortal de carácter mesiánico para la humanidad, Batman v Superman: El amanecer de la Justicia nos trasladaba al otro lado, haciendo más hincapié en las consecuencias que traía la aparición de un ser así en un mundo mortal, imperfecto y agonizante. El contexto para incluir a Batman y otro ser casi divino como Wonder Woman, no podía ser mejor. Pero no salió bien.
El público no aceptó esa aproximación, y acabó haciendo aguas por todos lados. El guión del crossover de Batman y Superman tenía más debilidades que fortalezas, y pese a sus aciertos como película -la cinta guarda más sentido del que muchos creen-, todo fue objeto de burla y escarnio. La visión de Snyder y su equipo creativo, más personal y distinta a la tónica imperante en el mercado cinematográfico en el que intentaban competir, no conectó con las mayoría de las audiencias a las que iba dirigida el film. Esto ha acabado por condenar, como ya hemos recalcado anteriormente, los primeros compases del universo cinematográfico de DC, que ha ido a la zozobra desde entonces, con la honrosa excepción de Wonder Woman.
Con el carácter de la adaptación de Snyder puesto en duda, alma mater de todo el proyecto de DC Films y Warner Bros., nos encontramos ante un nuevo horizonte. Mientras Marvel inicia su nuevo horizonte cinematográfico, Geoff Johns y su equipo, así como los directores de los sucesivos films que llegarán a las salas, tienen sobre sus hombros la titánica tarea de devolver la fe a los espectadores y aficionados a sus cómics. No obstante, tienen a un personaje que luce y lleva con orgullo en su pecho la mayor de las virtudes del ser humano: la esperanza.