Es complicado definir quién es Elizabeth Holmes. La fundadora de Theranos, la multimillonaria empresa farmacéutica que anunciaba que era capaz de diagnosticar las más variadas enfermedades y dolencias de los seres humanos con una simple gota de sangre, es un animal netamente norteamericano. A simple vista, hablamos de una mujer hecha a sí misma, visceral, capaz de moldear la realidad a su antojo y defender a capa y espada una idea. Como otros tantos gurús de Silicon Valley, y con una obsesión casi malsana por seguir los pasos de Steve Jobs y la todopoderosa Apple, Holmes emprendió una cruzada contra la industria farmacéutica al asegurar que, gracias a una innovadora máquina, era capaz de vislumbrar el futuro de las dolencias de los seres humanos a través de un vistazo a su sangre.
Como muchos sabréis, Theranos, compañía que llegó a valer miles de millones de dólares en el mercado, era una patraña. Ni sus máquinas eran capaces de analizar la sangre correctamente ni su tecnología era tan revolucionaria. Holmes, declarada culpable de varios delitos en distintos procesos judiciales por defraudar y engañar a sus inversores y empleados, se convirtió en un ídolo con los pies de barro. Ahora, Hulu presenta una ambiciosa miniserie al estilo de Dopesick: Historia de una adicción, narrándonos el auge y caída de esta figura encarnada en la producción por Amanda Seyfried. En Vandal Random hemos podido ver los episodios de esta producción que se emite en Disney+ por adelantado y os lo contamos todo en nuestra crítica sin spoilers.
Una figura enigmática, polémica y conquistadora
“Llegué a creer en ella”. Es quizás la frase que resume a la perfección todo el leitmotiv de la serie, y sale de la boca del químico Ian Gibbons (Stephen Fry), uno de los más fieles valedores de Elizabeth Holmes durante el inicio de Theranos. "La miré a los ojos y pensé que era capaz de ver el futuro", remataba el mismo Gibbons, que cayó en las redes de una mujer inteligente, carismática y convencida de lo que decía. Junto a él, cientos de personas, miles de inversores y decenas de hombres de negocios, e incluso un exsecretario de Estado, George Shultz (Sam Waterston), acabaron conquistados. La estructura de The Dropout: Auge y caída de Elizabeth Holmes es muy similar a la de películas como La red social de David Fincher o El lobo de Wall Street de Martin Scorsese, con una narración que desarrolla la génesis de la personalidad de la propia Holmes y los duros inicios de una compañía tecnológica innovadora en un mundo gobernado por hombres y grandes corporaciones establecidas con años de experiencias a sus espaldas.
Siguiendo con las historias norteamericanas, podríamos decir que el nacimiento de Theranos surge cuando Enron quiebra y el padre de Holmes se queda sin trabajo. La corporación de servicios energéticos de Estados Unidos, sinónimo del fraude empresarial por antonomasia en el país, sería el detonante de la obsesión de la propia Elizabeth Holmes por tener una idea, diseñar un producto y ganar dinero con él, dejando sus estudios universitarios y aventurándose en un mundo complejo y lleno de imposibles. Obsesionada con cambiar el mundo de la noche a la mañana, despunta en Stanford y se gana la confianza de un equipo de jóvenes talentos a los que lideraría en la futura Theranos. Teniendo en cuenta que ella intenta ganar ingentes cantidades de dólares con un tema delicado como la salud, las cosas no serán fáciles.
Buscará inversiones de capitales de riesgo, recibirá las sospechas y dudas de grandes corporaciones farmacéuticas como Novartis o Pfizer, y se encontrará mendigando -en sentido figurado y literal-, millones y millones de dólares para diseñar algún prototipo viable de su milagrosa máquina. Los primeros episodios de The Dropout son realmente vibrantes, cargados de un gran ritmo, en el que observamos como Amanda Seyfried se mimetiza con una figura controvertida y extraña, humanizándola y otorgándole un cariz tangible más allá del delito que acabará perpetrando.
Si bien el liderazgo de Elizabeth Meriwether como showrunner -creadora de New Girl- y la dirección de Michael Showalter es excelente -es el responsable de la reciente Los ojos de Tammy Faye-, los episodios dirigidos por Francesas Gregorini y Erica Watson demuestran estar llenos de vida, con diálogos bien encauzados y momentos tan hilarantes como preocupantes. Dan la impresión de ser piezas interesantes por sí solas, y no meros goznes de una serie que, dicho sea de paso, juega erróneamente con lo extenso de su metraje. Con la ayuda de Ramesh ‘Sunny’ Balwani (Naveen Andrews), un emprendedor con vista en el mundo de las tecnológicas, la dupla irá conquistando a propios y extraños hacia una espiral de culto al líder que hace que nos planteemos hasta qué punto la burbuja de las startup de las últimas dos décadas ha creado verdaderos monstruos egocéntricos a los mandos de empresas multimillonarias.
Una serie bien construida pero que quizás cuenta con un metraje excesivo
La serie está bien trazada, construida y rematada. Se hace muy difícil no escapar de sus encantos, sobre todo si entramos en su juego y su minuciosa recreación del contexto empresarial de Estados Unidos en un momento en el que el país buscaba a la nueva Apple y en el que Facebook ya había despuntado. The Dropout sabe cómo ahondar en la transformación de Holmes, pasando de una idealista y ansiosa adolescente, a una figura fría y distante capaz de fingir una personalidad delante de los inversores y sus propios empleados, imitando a aquellos hombres que deciden cerrarle puertas a su idea imposible. Jugando con las propias reglas de la industria tecnológica -llena de eslóganes y frases vacías como “¿Qué intentarías hacer si supieras que no puedes fallar?”-, acabará mimetizándose y adaptándose, cuál retorcido camaleón, en un entorno hostil en el que las apariencias lo son todo.
En uno de los mejores episodios -Old White Men-, Holmes intentará convencer a los ejecutivos de la cadena de farmacias Walgreens de que su compañía Theranos, que busca financiación desesperadamente, es ideal para construir una alianza económica. A través de la yuxtaposición de realidades -empresa tradicional y asentada liderada por hombres versus compañía de nuevo acuño capitaneada por una mujer-, observaremos cómo la presa se convierte en cazador y viceversa, en un retorcido juego en el que un grupo de empresarios se ven abocados a una serie de imposibles reuniones comerciales en las que la salud y los datos técnicos y los laboratorios en los que se gestan y diseñan estas milagrosas máquinas son lo de menos. El objetivo de Holmes siempre fue hacerse rica en el proceso.
Pero más allá de la fidelidad de esta serie -basada en el podcast del mismo nombre-, The Dropout tiene sus propios errores y fallos. El principal, quizás el más evidente como ya os hemos relatado más arriba, es que se trata de una serie muy larga. Sus ochos episodios -la crítica únicamente ha podido ver siete en adelanto- quizás sean demasiados para una producción que, con la mitad de tiempo, podría haber contado lo mismo. El caso está más que documentado, se han hecho docudramas y su protagonista, ha copado los titulares desde hace un lustro.
Si bien su ritmo es frenético y hay frases realmente brillantes en algunos de sus episodios, a veces la producción puede parecer excesivamente redundante en boca de sus personajes, cayendo en lo expositivo y evidente, recalcando ideas que ya se han mostrado lo suficiente en pantalla o que han sido obvias minutos antes para el espectador. Es como si intentase demostrar constantemente su veracidad y apego a los hechos reales. No está mal, pero a veces cree que el espectador es más tonto de la cuenta. Como a los inversores que Holmes encandiló con su palabrería. En cualquier caso, The Dropout: Auge y caída de Elizabeth Holmes es uno de los mejores estrenos en Disney+, y una de las series del año.
The Dropout: Auge y caída de Elizabeth Holmes se estrena el día 20 de abril en Disney+. Hemos visto la serie en acceso anticipado gracias a la agencia Way to Blue y Disney España.
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