Sylvester Stallone es algo más que un héroe de acción. Comparado con Arnold Schwarzenegger en una carrera constante para saber quién era más fuerte, importante y destructivo en el Séptimo Arte, esconde mucho más. Hablamos de una figura forjada desde cero por él mismo, un intérprete que pavimentó su propio camino como actor, productor, guionista y director, y que pese a que se le ha encasillado bajo la sombra de otros actores, es más importante de lo que creemos para el Hollywood que a día de hoy conocemos. En Sly, el ambicioso documental de Netflix centrado en este icono del celuloide, conoceremos más de quién es Stallone, una figura tan célebre como desconocida para muchísimos espectadores. En Vandal hemos visto este documental en adelanto gracias a la cortesía de Netflix y os contamos qué nos ha parecido en una crítica sin spoilers.
En la eterna lucha por demostrar quién es realmente: Sly es el mejor documental posible para enaltecer y comprender la figura de Stallone
Sly es un documental diferente a lo que nos mostró Arnold, centrado en la figura del también icónico e influyente Schwarzenegger. La pieza arranca con el protagonista de Rambo, calmado y tremendamente elocuente, abriéndose de forma directa y sin filtros, explicando cómo han sido sus procesos a la hora de rodar películas y escribirlas, así como destacando sus fortalezas y debilidades como actor. Consciente de su alargada sombra como estrella de Hollywood, Sly es un documental que es capaz de derribar muchos de los prejuicios que existen sobre Stallone. Estableciendo un paralelismo con su figura más conocida, el incansable boxeador Rocky Balboa, la producción de Netflix demuestra hasta qué punto esta celebridad, inabarcable y compleja, ha estado luchando para enseñarnos a todos de qué es capaz y quién es en realidad.
Sly recorre la vida de Stallone sin edulcorarla o tamizarla para estómagos agradecidos, contándonos cómo creció con un padre italiano, muy duro y autoritario, que no dudaba en golpearlo a la mínima, que no le daba tregua en sus éxitos y fracasos y que le profesó siempre un profundo odio y una gran envidia. Su padre, peluquero de profesión, no era capaz de asimilar que su hijo estaba destinado a ser alguien grande. Lo conmovedor de este documental, de apenas 90 minutos de duración es que Stallone, a sus 77 años, nunca ha superado esa cicatriz. Y el dolor, intenso cuando era joven, fue el que utilizó para escribir Rocky. Del dolor, a veces, puede surgir algo único.
Stallone, nacido en 1946, creció en Hell's Kitchen, un barrio complicado de Nuevo York, y empezó haciendo teatro, pasando de jugar al polo al porno y las obras subidas de tono a ser un secundario como matón en distintas películas. Tanto Quentin Tarantino -que aparece entrevistado en el documental- como Arnold Schwarzenegger destacan que, incluso en aquellos días, Stallone brillaba. Para el realizador de Pulp Fiction, su papel en The Lords of Flatbush (1974), lleno de destellos de improvisación y grandes momentos, sigue siendo impresionante. Pero no era escogido por los estudios, que lo rechazaban por su aspecto. Esa frustración, unida a su propio pasado, acabó germinando en Rocky. Stallone construyó su película para brillar, demostrando que Hollywood estaba equivocándose en rechazarlo de forma sistemática por su aspecto.
Es algo que Stallone siempre ha defendido: Hollywood es aficionada a los prejuicios pero saca rédito de ellos. Y su esfuerzo por brillar en una industria cinematográfica que le daba la espalda, como demuestra este documental, se tradujo en un éxito que nadie esperaba. Sly, recorre la vida, obra y milagros de un auténtico amante del cine, que se escapaba con su hermano para pasar horas en las salas de cine, viendo una y otra vez los western, los peplum y las joyas que se proyectaban en su barrio, todo ello sin ocultar sus frustraciones y fracasos, como el de F.I.S.T. en 1978, un filme sobre sindicatos y luchas callejeras por los derechos de los trabajadores inspirado vagamente en la figura de Jimmy Hoffa o su extraña y difícil de vender en aquellos años, Paradise Alley.
Más allá de ahondar en los éxitos de Rocky II y la tercera parte, Rocky III y lo complicado de Rocky IV, Stallone recuerda su rol como Rambo en First Blood en otra de sus míticas sagas, sin olvidar Los mercenarios, una oda a dinosaurios como él, como se ha definido en alguna que otra ocasión, y que ha tenido mala suerte en su cuarta entrega. El camino que recorre Thom Zimmy, director de la pieza, y que ha trabajado en otros documentales como el de Bruce Springsteen, es único, pues realza las historias narradas por el propio Stallone con un montaje ágil, sin devaneos ni secuencias accesorias o superfluas. Todo suma.
Criticado y menospreciado, sobre todo con películas que la crítica jamás comprendió, Sly también repasa su gran rivalidad con Arnold Schwarzenegger, estableciendo paralelismos y usando declaraciones del exgobernador de California, que ha participado en este documental de Netflix. Aquí se demuestra que los dos se atacaron el uno al otro y trabajaron para ver quién podía hacer más y mejor sus respectivas películas, indagando en el fetichismo por los músculos y la demostración de poderío en la pantalla. Stallone tomó pronto otro camino, como se demuestra en Cop Land en los años noventa, que si bien no funcionó bien, demostró que estaba hecho de otra pasta.
Hay muy pocos documentales como Sly. Da igual si has visto más o menos películas de Stallone, de si lo consideras peor o mejor actor, pero sí es cierto que, como obra, Sly ayuda a que se descubra con todo lujo de detalles una figura compleja, profunda y muy particular en el Séptimo Arte. Hablamos de una producción de Netflix que demuestra cómo un actor que creó su propio destino, que se aventuró a crear películas con su firma, cambió para siempre la industria del cine, luchando contra estudios, contra sus propios demonios y contra los prejuicios de muchos que infravaloraron sus cualidades. Stallone, a sus 77 años, sigue combatiendo sobre el ring. Y jamás se rendirá.
Hemos visto Sly gracias al acceso anticipado de Netflix España y la agencia PR Garage.
