Escoger un buen televisor o monitor para poder disfrutar de nuestro contenido favorito en forma de videojuegos, cine o series es cada vez más difícil. En cuestión de unos años, se ha convertido en una tarea titánica, muy compleja, capaz de conseguir marear y frustrar a más de uno. Podéis hacer la prueba de visitar la sección de electrónica de cualquier gran superficie y echar un vistazo a la pléyade de modelos, marcas y modelos que inundan las estanterías, expositores y salas de demostración. El mercado de las televisiones está completamente saturado, y es normal perderse entre nomenclaturas, características, nombres comerciales y diseños.
¿Qué modelo es mejor? ¿Qué diferencias hay entre un panel LED y uno OLED? ¿Qué es el HDR? ¿Las televisiones 4K merecen la pena para jugar? Con la llegada de consolas como Xbox One X y PS4 Pro, elegir el modelo o el tipo de televisor ideal para nuestro ocio y entretenimiento es a veces algo complicado. Por eso, a través de nuestro especial, os damos algunos trucos, consejos y claves a tener en cuenta antes de adquirir la siguiente televisión que os acompañará durante innumerables horas.
Tamaño, distancia y uso
Una vez hemos decidido que vamos a comprar un nuevo televisor, tenemos que tener en cuenta una serie de máximas fundamentales relacionadas con el tamaño, la distancia y el uso que le vamos a dar. Como es habitual, pensaremos en el más grande posible. Si bien no es una mala idea de base, lo ideal es tener en cuenta conceptos muy básicos como la distancia a la que vamos a ver o disfrutar del contenido del televisor o el uso mayoritario que le vamos a dar. Actualmente tenemos televisiones de gran pulgada a precios muy bajos, pero en la mayoría de los casos, su calidad puede llegar a dejar algo que desear. Es muy importante echar un vistazo a la distancia que vamos a tener entre el televisor y nuestro lugar habitual de visualización -ya sea un sofá, un sillón o una cama-, así como el ángulo con el que vemos la pantalla. Por norma general se recomienda que la distancia mínima de visionado sea tres veces la altura del televisor que hayamos escogido o aproximadamente 1,6 veces la diagonal de una pantalla de aspect ratio 16:9.
Aquí, como es lógico, influye también la resolución del panel. Si vamos a comprar un televisor 4K o UHD (3840x2160 píxeles) obtendremos más calidad de forma nativa a menor distancia, ya que este tipo de televisiones montan paneles con mayor densidad y cantidad de píxeles que los Full HD (1920x1080 píxeles). En el caso de las televisiones UHD, la distancia mínima óptima de visionado puede establecerse en 1 metro, mientras que en el caso de los paneles con resolución Full HD, cada vez menos frecuentes, hablaríamos de una distancia mínima óptima de 2 metros.
Teniendo en cuenta esto, hay que tener en cuenta el tipo de fuente o contenido que vamos a reproducir y visualizar en nuestra nueva tele. Lógicamente, si vamos a dedicar nuestra nueva pantalla a jugar con consolas como Xbox One X, PS4 Pro o incluso Xbox One S, lo ideal es que optemos por un dispositivo con capacidad o resolución 4K. ¿Por qué? Este tipo de consolas reproducen y renderizan muchos de sus videojuegos a 4K, así como ofrecen plena compatibilidad con un catálogo de servicios en forma de plataformas de streaming de la talla de Amazon Prime Video o Netflix en resolución UHD. En el caso de las consolas Xbox One S y Xbox One X de Microsoft, también existe la posibilidad de reproducir discos Blu-ray UHD para una calidad aún mayor de visionado de películas y series. A esto hay que sumarla que cada vez más cadenas y servicios de pago por visión están emitiendo en resoluciones UHD y 4K, presentando más definición y calidad en su programación. En nuestro país, los grandes operadores como Movistar+, Vodafone y Orange están dando sus primeros pasos al respecto, y a día de hoy tienen un catálogo incipiente de canales de deportes, documentales o cine compatibles.
Tipo de panel
En el mercado actual, conviven varias tecnologías y procesos de fabricación a la hora de presentar y ensamblar los paneles de las televisiones. Si bien la calidad de imagen es el criterio base que nos debe llevar a elegir una y otra -en otras palabras, aquella que nos parezca que sea vea mejor-, es importante diferenciar la naturaleza del panel que vamos a adquirir, pues dependiendo de ella tendremos una vida útil, unos pros y unos contras radicalmente distintos los unos de los otros. En estos momentos hay tipos de paneles, LED y OLED, que si bien tienen similitudes, cambian por completo a la hora de presentar la imagen ante nuestros ojos.
Los paneles OLED (organic light-emitting diode) no se basan en los clásicos sistemas de retroiluminación que han presentado los televisores hasta la fecha, y da por norma general unos negros más puros, realistas y creíbles, algo que se acaba traduciendo en un mejor contraste y un mayor nivel detalles en sombras, texturas y colores. Esto se consigue gracias a su capacidad de encender y apagar los píxeles de forma individual, pues el panel está conformado por millones de pequeñas celdas capaces de responder e iluminarse por sí mismas. Otra de sus bondades radica en el ángulo de visualización, más amplio y robusto que en anteriores modelos o sistemas -cercano al que en su día ofrecían las vetustas televisiones de plasma-, y en la casi total eliminación del efecto ghosting. Se trata de una tecnología muy superior a la de los televisores LED, pero también es mucho más cara, pues su proceso de fabricación es bastante complejo, y presentan una menor durabilidad o vida útil en el tiempo -sufren del temido efecto quemado si dejamos imágenes fijas-. Por el contrario, y pese a sus problemas, es muy eficiente energéticamente hablando, ofreciendo un consumo mucho menor que el de otras televisiones de mismo tamaño o idénticas pulgadas.
Por su parte, los paneles LED siguen ofreciendo una relación de calidad/precio muy ajustada. Su tecnología está completamente asentada en el mercado, y aunque no presenta tantas bondades como la OLED, siguen presentando más brillo y grado de iluminación que otros modelos y competidores. En este tipo de paneles hay que diferenciar dos grandes tipos según su forma o sistema de iluminación, LED Edge y LED con atenuación local, cada uno con sus pros y contras de cara al diseño general y el rendimiento de televisor. Los fabricantes no suelen destacar qué tipo de tecnología utilizan en la retroiluminación, y si lo hacen, es muy probable que la oculten o disfracen con sobrenombres, nomenclaturas propias o frases publicitarias.
Los modelos de televisión con retroiluminación Edge permite que los dispositivos sean más finos y delgados, consiguiendo grosores muy reducidos y colocando la iluminación en los bordes del panel. La luz se distribuye así por toda la superficie del televisor a través de una serie de difusores, y si bien el sistema ha demostrado ser eficiente, la retroiluminación Edge peca de problemas intrínsecos como las fugas de luz y la carencia de uniformidad en la luminosidad del panel. El otro gran sistema es el LED con atenuación local o local dimming. Este tipo de televisores inteligentes son capaces de apagar o encender zonas muy concretas del panel, consiguiendo niveles de contraste muy altos y permitiendo que el televisor pueda compararse en términos de contraste a los OLED. Sin embargo acarrean uno de los defectos más molestos de todos, el efecto blooming, una aberración luminosa que consigue crear una especie de fuga de luz o halo blanco en objetos claros como los subtítulos.
Fabricantes como LG han buscado tecnologías híbridas dentro del ensamblaje y la retroiluminación LED y el formato de cristal líquido clásico. Es por eso que existen los llamados paneles o pantallas IPS (in-plane switching o advanced display panel), que tienen una disposición interna especial que evita las llamadas fugas o pérdidas de luz habituales de los LED, dando más ángulo de visión y siendo monitores o dispositivos más todoterreno que sus competidores. Este formato tiene sus propios inconvenientes, como el llamado efecto de distorsión clouding, pero han demostrado ser un formato que recoge lo mejor de los LCD y los LED con bastante robustez en su propuesta. Para complicar un poco más la cosa -¡más aún!-, en el mercado hay una tecnología híbrida encabezada por fabricantes y ensambladores como Samsung llamada QLED que procesan la imagen de sus píxeles gracias a un formato de puntos cuánticos, y que sería algo así como el formato intermedio entre el LED y el OLED.
Una vez tengamos claro el tipo de panel LED entre la miríada de tecnologías derivadas existentes, debemos considerar un último punto que marcará la gama de colores que tendremos representada en nuestra pantalla: el tipo de diodo. Actualmente encontramos dos principales tecnologías basadas en los diodos RGB y los diodos blancos, siendo los primeros más fieles en la representación de los colores gracias a su mayor representación de la gama cromática al combinar con más soltura el rojo, el verde y el azul.
Resolución
El aumento de la resolución en el contenido que consumimos diariamente es innegable. Las televisiones empezaron hace unos años una carrera tecnológica en pos de un aumento masivo de la resolución y la cantidad de píxeles mostrados en los paneles y pantalla, y pese a que en parte adolece del consabido truco de marketing, la irrupción de consolas como PlayStation 4 Pro y Xbox One X, así como la llegada de las nuevas generaciones de tarjetas gráficas en PC, han cambiado las tornas. En muy pocos años, hemos pasado de emisiones de definición estándar o 480p (640x480 píxeles) a resoluciones 720p (1280x720 píxeles) con la irrupción de la generación de PlayStation 3 y Xbox 360. Poco a poco, la barrera entre la definición estándar y la alta definición se rompió, y con la llegada del formato Blu-ray y los sistemas multimedia más avanzados, se permitió adoptar el estándar Full HD o 1080p (1920x1080 píxeles), una resolución que sigue usándose en nuestros días y que es la base para videojuegos, películas, retransmisiones televisivas y otros contenidos audiovisuales como los vídeos que habitualmente se reproducen en YouTube.
Tras varios altos y algún que otro bache por el camino -como el 3D, que no llegó a imponerse ni convertirse en el caballo de Troya que los fabricantes esperaban-, los principales creadores de contenidos y fabricantes de televisores decidieron apoyar el estándar 4K a través de la llamada Alianza Ultra HD, un conglomerado de empresas que busca garantizar una serie de mínimos y calidades en la nueva era del contenido UHD (Ultra High Definition Video). Pero, ¿qué es el 4K? La resolución 4K (3840x2160 píxeles) es un salto cualitativo y cuantitativo con respecto a lo mostrado en 1080p, básicamente porque hablamos de cuatro veces más definición gracias a una cantidad superior a los 8 millones de píxeles por panel.
Aunque pueda parecer una carrera de números, con el formato UHD hablamos de una nitidez en aquello que nos muestra en pantalla hasta 16 veces mayor que con la resolución Full HD, todo ello auspiciado y aderezado con mejoras en la calidad de imagen como el HDR (High Dynamic Range), técnica de la que hablaremos más adelante en este especial. ¿Es lógico comprar una tele 4K en lugar de una 1080p si la vamos a usar casi exclusivamente para videojuegos? Sí.
La resolución 4K ha venido para quedarse, y a buen seguro, se acabará convirtiendo en todo un estándar -si no lo es ya en muchas facetas del consumo-. Muchas películas se graban o masterizan a resoluciones iguales o muy superiores, y las plataformas de streaming, o incluso YouTube, ofrecen entre sus opciones compatibilidad con estas resoluciones. En el mundo de los videojuegos es ya una constante. Actualmente encontramos videojuegos que se presentan a 4K nativos, 4K simulados o reescalados y otros tantos con resoluciones nativas muy cercanas a la ansiada cifra mágica.
Tiempo de respuesta (input lag) y tasa de refresco
Es el gran elefante en la habitación. Cuando escogemos una nueva tele, o nos dejamos encandilar por sus prestaciones, todo se convierte en un baile de números, características o nombres comerciales muy pegadizos. Pero hay un elemento muy importante para los usuarios de videojuegos que los fabricantes no suelen decir o que no ofrece la atención que se merece: el input lag. El input lag es el tiempo de respuesta, medido en milisegundos o ms, que hay desde que apretamos un botón en el mando de nuestra consola hasta que se reproduce dicha acción en el televisor. Es un factor determinante a la hora de escoger un televisor, y que debe ponderar por encima de otros aspectos, y que no siempre se suele valorar de forma clara.
¿Cómo evaluar o medir este retraso en la entrada? Muchos de los ensambladores y fabricantes de paneles suelen dar este dato en los manuales o libros de instrucciones de sus televisores, ya que no es algo que importe especialmente para el consumidor medio. Sin embargo, un input lag muy alto puede convertir en injugables muchos títulos e incluso damnificarnos y perjudicarnos de forma clara en partidas a través de internet. Imaginad que estáis disfrutando de FIFA y falláis un gol claro o que sentís que habéis apuntado a ese rival a la cabeza en Call of Duty pero sois vosotros los que estáis muertos. Por norma general el input lag es más alto en los televisores LED que en los OLED, especialmente en aquellos con paneles IPS o similares por el uso que hacen de la tecnología y la forma en la que procesan la imagen.
En el input lag inciden muchos factores externos, como la conexión de nuestro mando Bluetooth, pero tiene tres grandes fases que van desde la adquisición de la imagen al procesado de la misma, terminando en la representación de esta en la pantalla. Fabricantes como Sony, LG, Samsung o Philips llevan vario años corrigiendo esto en sus paneles, ofreciendo incluso modos de juego, que desactivan otras funciones en el televisor para evitar postprocesados de la imagen o rutinas que puedan causar un retardo durante nuestras partidas. Si bien la mayoría de paneles tienen una tasa de milisegundos muy baja, siguen existiendo configuraciones que no son para nada recomendadas de cara al uso diario o exigente con videojuegos. Hay muchos valores de referencia, y varían mucho en función de los requisitos o exigencias del juego y el consumidor final, pero os recomendamos que evitéis aquellos televisores que muestren más de 60 ms de retardo en su panel, y que comencéis a considerar a aquellos que ofrezcan menos de 40/45 ms en sus pantallas. Lo ideal es encontrar un televisor que nos conceda una tasa de milisegundos inferior a los 20 o 30 ms. No es una cifra exacta, y depende mucho del videojuego en cuestión o la configuración que tengamos -por eso es recomendable casi siempre desactivar todos las opciones de mejora de imagen-, pero sí os aseguramos que sirve de guía.
Es el terreno de batalla más encarnizado y más publicitado por los fabricantes de televisores. Desde hace unos años, los televisores han pasado de garantizar los 60 Hz a combatir los unos con los otros con números muy altos que van desde 120 Hz a 240 Hz pasando por 480 Hz o incluso prometiendo los 1000 Hz y más allá de esta cifra en casos muy concretos. ¿Es esto real? ¿Hay que fiarse de lo que pone la sempiterna etiqueta o pegatina de turno? No. A día de hoy, hay muy pocas televisiones que ofrezcan una tasa de refresco que llegue a los 120 hercios reales, quedándose esa cifra para paneles de muy alta gama. La gran mayoría de paneles alcanzan sin problemas los 60 hercios, siendo el resto de números uno de los trucos publicitarios más habituales y que adolece a las propias técnicas de suavizado de imagen.
Cuando observamos con detenimiento este tipo de cifras, nos daremos cuenta rápidamente de que se tratan de números que juegan con el consumidor a través de los llamados hercios interpolados, y que se consiguen con una serie de técnicas distintas que van desde suavizados especiales al llamado Black Frame Insertion, un método que apaga y enciende rápidamente el panel para que el ojo humano no detecte demasiados saltos en la frecuencia. El objetivo de estas técnicas y de la tasa de refresco es la de garantizar una imagen fluida y realista, buscando reducir el llamado motion blur o efecto borroso en la imagen. Buscando un televisor que sea compatible con 60 hercios o 120 hercios en el caso de los paneles de alta gama, es más que suficiente para jugar bien a videojuegos con tasas de frames muy altas.
Sobre la importancia del HDR
Para muchos, y dejando a un lado la resolución, el HDR (High Dynamic Range o alto rango dinámico) es el elemento más importante de todas las nuevas características que están estrenando los televisores de los últimos años. Este nuevo convidado visual es estándar en la imagen que nos permite observar una mayor gama de colores, con mayor fidelidad y profundidad, así como apreciar un contraste entre imágenes oscuras y muy claras con mayor credibilidad y estabilidad en la pantalla. Gracias al HDR obtenemos en nuestra tele una gama de luminancia más amplia e intensa, algo que se traduce en negros más profundos y blancos más puros y luminosos en el panel sin que tengamos artefactos visuales o interferencias entre ellos.
En estos momentos existen dos grandes formatos: HDR 10 (con su formato extendido HDR 10+) y Dolby Vision. HDR 10 es la variante de estándar abierto, algo que permite que todos los fabricantes puedan adoptarlo sin pagar royalties o costes en sus televisores. Es la opción más económica y habitual, y es compatible con reproductores UHD Blu-ray, Xbox One S, PlayStation 4, PlayStation 4 Pro y Xbox One X, así como con algunas de las apps de streaming más usadas. Por su parte, Dolby Vision es un tipo de HDR propietario de Dolby Laboratories, mucho más capaz y completo en cuestiones técnicas, ofreciendo más profundidad en sus colores y valores cromáticos. Sin embargo su adopción es muy limitada, su compatibilidad con las consolas reducidas y su soporte en televisores únicamente está disponible en fabricantes como LG.
¿Qué diferencias existen entre ambos sistemas? Muchas. El sistema HDR 10 permite una profundidad de 10 bits en términos de color, mientras que el sistema Dolby Vision tiene un mayor ancho de banda y es capaz de presentar una gama de color de 12 bits. Es decir, si bien el sistema HDR 10 nos permite tener un monitor o un televisor con una capacidad RGB (los colores primarios) de 1024 valores, los 12 bits del Dolby Vision aumentan esta capacidad a 4096 valores. Por otra parte tenemos que la tecnología propietaria de Dolby soporta hasta los 10.000 nits (la unidad de brillo estándar), mientras que el estándar del HDR 10 llega hasta los 1000 nits. Esto puede agobiar un poco, pues son cifras o nomenclaturas que se han usado muy poco hasta la fecha, pero que nos dan una idea de las capacidades de ambos formatos de alto rango dinámico. Pero hay que dejar claro que son los máximos valores disponibles, y que en la práctica real, no son tales.
Por una parte hay que recalcar que muy pocos televisores y pantallas son capaces de ofrecer o presentar estos 1000 nits que se consideran como básicos para el HDR, ya que las limitaciones lumínicas actuales frenan mucho el resultado. A día de hoy, encontramos una gran cantidad de televisores y paneles que únicamente se manejan en paneles de 8 bit, con lo que el HDR, aunque perfectamente compatible, no termina de ofrecer todo lo que alberga en su formato en términos visuales. Muchas pantallas usan trucos para ampliar el rango dinámico de sus paneles, jugando con el llamado 8 + 2 bit, un sistema que emula los resultados del HDR 10 en televisiones menos capaces. Poco a poco los 10 bit, con su mayor capacidad cromática, están convirtiéndose en la opción mayoritaria, pero para encontrarlos hay que rascarse más el bolsillo. Como consejo os recomendamos que vuestra nueva pantalla sea compatible con HDR -bajo el estándar HDR 10 cada fabricante suele usar su propio nombre- y que tenga, al menos, 8 + 2 bit en términos de representación cromática.
Entonces, ¿hay que comprarse un televisor con HDR? Pensamos que sí. Si bien el 4K y la resolución UHD pueden no ser perceptibles para la mayoría de consumidores, el HDR supone un cambio tangible para el espectador en términos visuales, pues modifica por completo la forma en la que percibimos la imagen, haciéndola más rica y creíble. En los videojuegos, por ejemplo, es un salto enorme con respecto a la forma en la que se presentaban estos contenidos anteriormente. Dejan de ser planos para ganar volumen y contraste en términos de iluminación.
Conexiones
A medida que los televisores reducen sus medidas, es muy habitual ver cómo se van eliminando y cambiando conexiones e interfaces. Las viejas entradas analógicas cada vez tienen menos presencia y la entrada del HDMI como conexión estándar es ya todo un hecho. Por eso, si queremos conectar dispositivos antiguos, aparatos de sonido más obsoletos o consolas clásicas, es importante revisar este tipo de característica. La entrada de componentes o Pr Pb Y, aquella que tiene los clásicos cables rojo, azul y verde, es cada vez menos común, y el RCA clásico, un sistema que hace unos años era predominante, es un vestigio de un pasado remoto.
Si nos centramos en el HDMI, la salida o entrada que más vamos a usar a día de hoy, pues las consolas actuales y futuras, así como la mayoría de dispositivos multimedia la montan como principal fuente de salida para la imagen y el sonido, lo cierto es que hay que tener en cuenta varios factores muy importantes. El HDMI es un puerto que actualmente es un estándar, pero que va en constante evolución. Hace unos años la versión 1.4 era la más extendida, la más moderna y la que más opciones presentaba al consumidor. La llegada del 4K ha cambiado un poco el panorama, y mientras los responsables de este formato deciden qué se incluirá en futuras versiones y revisiones, a día de hoy os recomendamos que busquéis televisores que monten conexiones HDMI 2.0a o superiores como el HDMI 2.1, contando siempre con el sistema de protección anticopia HDCP 2.2 (High-Bandwidth Digital Content Protection) como requisito básico. ¿Por qué? Pues porque no hay nada mejor de cara a la rentabilidad que comprar algo pensando de cara al futuro. Es cierto que nada dura eternamente, y menos el mundo de la tecnología, pero siempre es bueno adelantarse a lo que estar por venir.
Extras (Smart TV, Control de voz, pantalla curva)
Es el apartado más prescindible, pero a veces el que puede hacernos mirar un modelo y decantarnos por uno u otro. Cada modelo de televisión tiene sus propios aspectos y características, y en ocasiones, son muy distintos. A día de hoy la tendencia más imperante en los nuevos televisores, más allá de la irrupción de las Smart TV y las pantagruélicas opciones multimedia en términos de aplicaciones, son los comandos de voz. El control por voz ha venido para quedarse y como los sistemas de Google Assistant y Amazon Alexa certifican, son cada vez mejores y más útiles. Nos permiten pasar de una entrada a otra, subir o bajar el volumen o incluso calibrar ciertos aspectos de la imagen con nuestra voz. También está el tema de las pantallas curvas, un tipo de presentación de panel que tuvo su boom hace unos años, y que si bien mejoran la experiencia de imagen -siempre y cuando estemos en el centro- y el grado de inmersión, tienen muchos detractores por culpa de la incidencia de la luz y los reflejos laterales.
En resumen, estos son los aspectos a tener en cuenta antes de comprar una tele
- Tamaño, distancia y uso (no siempre más grande es mejor)
- Tipo de panel (LED vs OLED)
- Resolución
- Tiempo de respuesta y refresco (menos milisegundos es lo mejor para videojuegos)
- La importancia del HDR (es el verdadero cambio, pero hay que buscar un panel acorde)
- Conexiones (varios HDMI y de versiones recientes)
- Extras
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