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Ya hemos visto 'Minecraft' y es un delirante homenaje al videojuego sostenido a duras penas por Jack Black y Jason Momoa

La película, que se estrena este viernes en cines, cuenta con una trama superficial que no aburrirá a los más pequeños pero que se queda corta para el público más adulto, aunque sean fan del videojuego.
Ya hemos visto 'Minecraft' y es un delirante homenaje al videojuego sostenido a duras penas por Jack Black y Jason Momoa
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Actualizado: 11:01 4/4/2025
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En algún momento de la última década, Minecraft dejó de ser simplemente un videojuego para convertirse en un idioma generacional, una estética, incluso una filosofía de vida creativa. Por eso, adaptar este universo cúbico, infinito y libre a una película lineal parecía una empresa arriesgada. Y sí, Una película de Minecraft, dirigida por Jared Hess (Napoleon Dynamite), confirma que algunas estructuras —como las de los mundos procedurales— no encajan del todo bien en una narrativa con principio, nudo y final.

Un apareja que salva la película

Aun así, el resultado no es un fracaso total, sino una criatura extraña y bastante por momentos, que camina torpemente entre lo cómico, lo épico y lo absurdo. Jack Black, convertido aquí en una suerte de Steve canónico, es el alma del film. Como una mezcla de maestro de ceremonias y avatar desbordado, aporta energía donde el guion cojea y carisma donde el humor se vuelve repetitivo.

Su presencia es una apuesta segura, aunque no siempre suficiente. A su lado, Jason Momoa interpreta a Garrett, un exjugador profesional metido a mentor antiheroico con look de exmiembro de un grupo de hardrock que tuvo su prime en los 80/90. Su personaje se queda flotando en un limbo de frases motivacionales y bromas a lo Bart Simpson. La química entre ambos es de lo más de la cinta.

Es un intento colorido, torpe y entrañable de convertir el juego más libre de todos en una historia cerrada.

Jennifer Coolidge protagoniza momentos completamente delirantes y brillantes

Uno de los giros más acertados viene de la mano de Jennifer Coolidge, que se adueña de cada escena como directora de escuela con alma de 'aldeano'. Su talento para lo excéntrico, ya legendario, se integra a la perfección en el universo Minecraft, como si siempre hubiese vivido en una aldea generada al azar. Su presencia rompe con el tono infantilizado que amenaza con dominar la película y regala momentos de auténtica comedia autoconsciente. Si la película tuviera más de esa locura lúdica, estaríamos hablando de otra cosa.

Una película absurda autoconsciente

El apartado visual es, por decirlo en términos del juego, un shader que no termina de cargar. La ambición estética —construir un mundo que respete el diseño cúbico y a la vez sea cinematográficamente atractivo— tropieza con su propia lógica.

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El resultado es un exceso de colores saturados y texturas brillantes que, en lugar de sumergir, abruman. Hay biomas, sí, y guiños que harán sonreír a más de un exjugador, pero en general la puesta en escena parece diseñada por un niño con acceso ilimitado a mods y sin supervisión adulta.

Narrativamente, la cinta se construye con bloques prestados: la estructura clásica del viaje del héroe, chistes fuera de contexto, y moralejas sobre la amistad, la perseverancia y el poder de la comunidad. Todo ello enmarcado en una historia que nunca termina de sentirse orgánica con el espíritu del juego, cuya esencia está precisamente en la ausencia de una historia predefinida. Es como ver a un Enderman tratando de encajar en un vecindario de Sims: interesante al principio, pero fuera de lugar al final.

Un placer culpable para cualquier jugador o exniño rata

Dicho esto, hay una capa de disfrute que no puede negarse. Para el público joven, poco exigente o enamorado de la marca, la película ofrece suficiente acción, criaturas reconocibles y referencias para llenar un inventario entero. Para algunos adultos, hay suficiente absurdo —intencional o no— como para verla con una sonrisa ladeada. Eso sí, quienes esperaban una película que capturara la verdadera magia del sandbox, esa que mezcla soledad, exploración, miedo a los Creeper y la alegría de construir una casa con vistas, se quedarán con las manos vacías.

Una película de Minecraft es como una construcción improvisada: tiene piezas brillantes, otras mal colocadas, y un encanto irregular. No es la catedral épica que algunos esperaban, pero tampoco un agujero cavado sin pensar. Es un intento colorido, torpe y entrañable de convertir el juego más libre de todos en una historia cerrada. ¿Funciona? A ratos. ¿Divierte? Depende del bioma emocional de cada espectador. ¿Vale la pena? Tal vez no para el hardcore gamer, pero sí para quien alguna vez construyó una casa de tierra y se sintió el rey del mundo.

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