Sam Altman, CEO de OpenAI y creador de ChatGPT afirma que la humanidad está a punto de cruzar un umbral decisivo. En su última publicación, Altman asegura que estamos entrando en una nueva era marcada por superinteligencias digitales, agentes autónomos y robots que actuarán con iniciativa propia en el mundo real. El calendario, según él, ya está definido: entre 2026 y 2027 veremos los primeros síntomas de una transformación histórica.
Sam Altman lanza una predicción contundente sobre la IA: “En 2027 presenciaremos un cambio histórico”
En un extenso post titulado La gentil singularidad, publicado en su blog personal, Altman expone su visión de futuro. No es ciencia ficción: en apenas dos años podríamos convivir con sistemas de inteligencia artificial capaces de generar ideas completamente nuevas sin intervención humana, y para 2027 —dice— podrían surgir los primeros robots con capacidad real para operar en el mundo físico de manera autónoma y efectiva.
“El despegue ha comenzado”, resume Altman, en referencia a lo que considera una fase irreversible del progreso tecnológico. No se trata solo de evolución: hablamos de una discontinuidad histórica que reconfigurará la vida cotidiana, el trabajo, la ciencia y el propio concepto de inteligencia.

“Hemos construido sistemas más inteligentes que los humanos en muchos aspectos”, asegura el CEO de OpenAI, mencionando explícitamente los modelos GPT-4 y GPT-4o. Según Altman, estas herramientas ya están potenciando la productividad de millones de personas y son solo la antesala de lo que viene.
El impacto ya es masivo: en agosto de 2024, ChatGPT superó los 200 millones de usuarios activos mensuales. Cientos de millones de personas lo utilizan a diario, y ese volumen —en constante crecimiento— ha permitido validar un modelo de interacción fluido, versátil y con potencial exponencial. Pero Altman no se detiene ahí. Su mirada apunta a la década de 2030, que describe como un punto de inflexión absoluto: una era en la que cada individuo podrá generar arte, software, textos o contenido complejo con herramientas avanzadas. La productividad individual, sostiene, se multiplicará como nunca antes en la historia.
Los expertos humanos seguirán siendo necesarios, aclara, pero su rol dependerá de su capacidad para adoptar —y no resistir— estas nuevas herramientas. “Quien abrace la tecnología, prosperará”, sugiere. Pese a su tono optimista, Altman no ignora los riesgos. La velocidad del desarrollo obliga a replantear urgentemente cuestiones éticas, de gobernanza y de seguridad. Uno de los problemas centrales, afirma, es el del alineamiento: cómo garantizar que estos sistemas actúen en sintonía con los valores humanos y no se desvíen de sus objetivos.
Además, el CEO de OpenAI subraya la importancia de que esta tecnología no quede en manos de unos pocos. “Debe ser accesible, barata y distribuida”, insiste. En su visión, el verdadero progreso vendrá cuando los usuarios tengan libertad para crear dentro de límites definidos democráticamente por la sociedad.
Altman cierra su manifiesto con una proyección poderosa: la década de 2030 será radicalmente distinta a todo lo que conocemos. Con inteligencia y energía convertidas en recursos abundantes, podríamos vivir en un mundo donde los sistemas inteligentes no solo interactúen con nosotros, sino que diseñen y construyan otros sistemas autónomos. “La mayor parte del camino ya está iluminada”, escribe, en un tono casi profético. Para él, la singularidad no será abrupta ni violenta. Será —como titula su texto— una gentil transición hacia algo completamente nuevo.