Sam Altman, consejero delegado de OpenAI y una de las voces más influyentes en el debate global sobre la inteligencia artificial, ha compartido recientemente una visión que va mucho más allá de la clásica discusión sobre el empleo, la automatización o los temores a la superinteligencia. Su apuesta es ambiciosa y directa: imagina un futuro en el que modelos como el hipotético GPT-8 puedan convertirse en aliados decisivos contra las enfermedades más letales de nuestro tiempo, incluido el cáncer, transformando de raíz el modo en que entendemos la salud y la ciencia.
Sam Altman asegura que GPT-8, en 2035, será capaz de "curar un cáncer"
En un podcast junto a la periodista Cleo Abram, Altman planteó un horizonte temporal muy concreto. Para 2035, asegura, la IA será capaz de curar o, al menos, tratar con éxito un número significativo de enfermedades que hoy escapan a la medicina. La idea no se queda en una declaración inspiradora: Altman describe un escenario en el que una IA avanzada podría diseñar experimentos, interpretar resultados, sugerir moléculas y acompañar el proceso hasta su aprobación regulatoria, como si de un investigador incansable se tratase.
“Imaginen pedirle a un modelo que cure un cáncer en particular”, resumió, trazando una imagen que suena tanto a ciencia ficción como a hoja de ruta científica. El plan que describe es meticuloso. Primero, la IA analizaría toda la literatura y datos disponibles sobre un tipo concreto de cáncer; después, propondría una batería de experimentos para que un técnico los ejecute en laboratorio.
Con los resultados, la IA ajustaría hipótesis, recomendaría nuevas pruebas —desde síntesis químicas hasta estudios en animales y humanos— y, finalmente, orientaría el camino a través de organismos como la FDA, en el caso de países como EE.UU. Para Altman, el potencial impacto humano es incalculable: “Cualquiera que haya perdido a un ser querido por cáncer lo desearía profundamente”, comentó.
Aunque a simple vista pueda sonar a promesa grandilocuente, Altman insiste en que la trayectoria actual de la IA apunta en esa dirección. Modelos como GPT-5 ya se utilizan a diario en consultas médicas informales, y no faltan casos en los que ChatGPT ha ayudado a pacientes a identificar enfermedades raras que habían pasado inadvertidas para los propios doctores. Más allá de eso, el propio CEO de OpenAI pronostica que en menos de dos años veremos un descubrimiento científico relevante originado directamente por una IA, quizás antes de 2027. Aunque hay muchas críticas al respecto del claro optimismo de Altman, así como del marco legal de estas acciones.
El trasfondo es claro: la IA no se limita a responder preguntas, empieza a plantearlas. Y ese salto cualitativo es el que podría convertirla en motor de descubrimientos. Altman habla incluso de alcanzar una “superinteligencia” capaz de superar a los investigadores humanos en casi todos los campos, incluida la propia investigación en IA.
En última instancia, el directivo cree que las personas no solo desean mejor atención médica, sino un futuro sin enfermedades. Y, para él, la clave no es resistirse al cambio, sino habituarse cuanto antes: “Usa las herramientas”, aconseja, convencido de que la adaptación humana será tan rápida como lo ha sido siempre en la historia. La fecha marcada, 2035, funciona así como un desafío y una invitación.















