La trilogía de El Señor de los Anillos dirigida por Peter Jackson no solo marcó un hito en la historia del cine de fantasía, sino que también se convirtió en un fenómeno cultural que definió a toda una generación. Para muchos de sus protagonistas, esta saga fue un trampolín hacia la fama y un legado para la posteridad, como fue el caso del legendario Christopher Lee, cuya asociación con Tolkien y el cine de fantasía perduró hasta sus últimos días.
Sin embargo, mientras Warner prepara el regreso a la Tierra Media, detrás del brillo y la gloria, la aventura cinematográfica estuvo lejos de ser idílica para todos. John Rhys-Davies, el actor que encarnó al enano Gimli, ha relatado en múltiples ocasiones las dificultades físicas y emocionales que supuso para él encarnar a uno de los personajes más queridos de la Tierra Media.
Grabar 'El Señor de los Anillos' fue una auténtica pesadilla para el actor de Gimli: "Me quedé sin piel"
Si bien Rhys-Davies siempre ha mostrado un cariño especial por esta adaptación de las obras de J.R.R. Tolkien, reconoce que el proceso de transformación diaria en Gimli fue una auténtica prueba de resistencia. En una reciente entrevista para Collider, el actor describió con detalle la rigurosa aplicación de prótesis y maquillaje que debía soportar para dar vida a su personaje. Este procedimiento, que requería un adhesivo médico especialmente fuerte, era hipoalergénico pero agresivo para la piel cuando se retiraba cada día.
Este adhesivo literalmente arrancaba células de la epidermis, provocando daños visibles y dolorosos para el actor, que acababa condenado a un ciclo de destrucción de su propia piel cada vez que entraba a la caravana de maquillaje en el set de rodaje. El desgaste constante de la piel alrededor de sus ojos desencadenaba inflamaciones y reacciones histamínicas que provocaban una hinchazón considerable, dificultando la aplicación de las prótesis en jornadas consecutivas.
“Utilizábamos adhesivo médico para la prótesis, y el adhesivo médico es hipoalergénico. No provoca reacciones alérgicas. La única pega es que se trata de un adhesivo muy fuerte que se adhiere a las células externas de la piel y no está diseñado para ponerse y quitarse a diario. Al quitarlo, se lleva consigo una pequeña parte de la vida celular”, indica el intérprete en la reciente entrevista.
“Al final, perdía toda la piel alrededor de los ojos. Y, por supuesto, se producía una respuesta histamínica, ya que el cuerpo bombea líquido para repararla, por lo que los ojos se hinchan y quedan horribles. Y, sencillamente, a veces entraba y me miraban los ojos y me decían: 'John, hoy no podemos ponerte la prótesis. No hay nada a lo que podamos pegarla'”, recuerda.
Para mitigar estos efectos adversos, la producción encontró una solución práctica y poco convencional: organizar el rodaje de Rhys-Davies para que solo tuviera que aparecer en pantalla una vez cada tres días. Este arreglo permitió que su piel tuviera tiempo suficiente para recuperarse, salvaguardando su salud y permitiendo que el personaje de Gimli mantuviera su icónica apariencia sin poner en riesgo al actor.
Estas anécdotas, de las cuales existen muchos ejemplos en esta aventura rodada en Nueva Zelanda, más allá de revelar las dificultades técnicas del rodaje, ilustran el compromiso extremo que implicó dar vida a la Tierra Media en la gran pantalla. La labor de John Rhys-Davies —y la de muchos otros actores— fue mucho más que interpretar un papel; fue someterse a una exigencia física y mental extraordinaria, fruto de un proyecto que, hoy en día, sigue fascinando a millones de espectadores en todo el mundo. Películas de las que ya no se hacen.
