Aunque The Last of Us ha popularizado el miedo a un apocalipsis fúngico a través de su representación del Ophiocordyceps unilateralis (o Cordyceps), los expertos insisten en que la amenaza real no viene de la ficción.
No debemos preocuparnos del Cordyceps pero sí hay otros hongos reales que pueden convertirse en toda una pesadilla
Según la investigadora Jéssica Gil-Serna, de la Universidad Complutense de Madrid y tal y como recoge El Mundo, el hongo parasitario que inspira la serie solo afecta a insectos y no posee la capacidad evolutiva necesaria para adaptarse a los humanos. No obstante, en el mundo real, otros hongos sí están generando preocupación entre la comunidad médica, debido a su creciente capacidad de infección y resistencia a tratamientos antifúngicos, como advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su informe de prioridades fúngicas de 2022.
Candida auris
Entre los patógenos más inquietantes se encuentra Candida auris, una levadura identificada por primera vez en 2009 en Japón y que desde entonces se ha extendido globalmente. Este hongo ha mostrado una mortalidad superior al 50 % en pacientes vulnerables y ha protagonizado brotes hospitalarios difíciles de erradicar debido a su resistencia a los desinfectantes convencionales. Investigaciones recientes, como las publicadas en Nature Microbiology (2023), señalan que el cambio climático podría estar favoreciendo la adaptación de hongos ambientales a temperaturas humanas, impulsando su emergencia como patógenos.

Aspergillus fumigatus
Otro organismo que suscita preocupación es Aspergillus fumigatus, un hongo filamentoso que, además de causar alergias respiratorias, puede desencadenar infecciones sistémicas graves en inmunodeprimidos. Según un estudio del Lancet Infectious Diseases (2024), Aspergillus está mostrando resistencia creciente a los tratamientos de azoles, principal familia de antifúngicos disponibles. Esta tendencia se ve agravada por el uso intensivo de antifúngicos en agricultura, que expone a los hongos a presiones selectivas similares a las de la medicina humana, favoreciendo el surgimiento de cepas resistentes.

Candida albicans
Esta es una de las levaduras más comunes en la microbiota humana, y aunque habitualmente convive de forma inofensiva en la piel, el aparato digestivo y las mucosas, puede convertirse en patógeno oportunista en situaciones de inmunosupresión. Esta especie puede provocar desde candidiasis superficial (como las infecciones vaginales o la candidiasis oral) hasta infecciones sistémicas potencialmente mortales, especialmente en pacientes ingresados en UCI, trasplantados o con cáncer. La OMS la ha incluido en su lista de patógenos fúngicos prioritarios debido al aumento de resistencias observadas en tratamientos con azoles, uno de los grupos antifúngicos más utilizados en la clínica.

Cryptococcus neoformans
Se trata de un hongo encapsulado presente en el medio ambiente, particularmente en excrementos de aves y suelos contaminados. Su capacidad patogénica se manifiesta principalmente en personas con sistemas inmunitarios comprometidos, especialmente en pacientes con VIH/SIDA, donde puede provocar meningoencefalitis criptocócica, una infección cerebral grave. A pesar de ser menos conocido que otros hongos, este patógeno representa una de las principales causas de muerte fúngica a nivel global, con tasas de mortalidad elevadas en países con recursos limitados. Su inclusión en la categoría crítica por parte de la OMS responde a su alta letalidad, dificultad diagnóstica y la necesidad de tratamientos prolongados con fármacos tóxicos y costosos como la anfotericina B.

Trichophyton spp.
Trichophyton spp., por su parte, pertenece al grupo de los dermatofitos, hongos responsables de las tiñas o dermatofitosis, que afectan piel, cabello y uñas. Estas infecciones, aunque suelen considerarse banales, se han vuelto cada vez más problemáticas debido a la aparición de cepas resistentes a los antifúngicos tradicionales, como la terbinafina. En países como India o Irán se han documentado epidemias locales de tiñas difíciles de tratar, lo que ha encendido las alertas en la comunidad médica. Además, en pacientes inmunodeprimidos, estas infecciones pueden diseminarse más allá de la piel y convertirse en cuadros clínicos severos, algo antes considerado extremadamente raro.

Apenas se crean antifúngicos
La OMS reconoce que el arsenal terapéutico para combatir infecciones fúngicas es preocupantemente limitado: en los últimos 10 años apenas se han aprobado cuatro nuevos antifúngicos. Además, la investigación de nuevas moléculas es lenta debido a que las células fúngicas, como las humanas, son eucariotas, lo que dificulta encontrar dianas específicas sin provocar toxicidad. Como explica Ana Alastruey, científica del Instituto de Salud Carlos III, el problema de las resistencias antifúngicas es tan grave que ya se equipara en importancia a la crisis de resistencias antibacterianas, aunque recibe mucha menos atención y financiación.
Frente a este panorama, los expertos piden medidas urgentes: limitar el uso agrícola de antifúngicos médicos, fortalecer la vigilancia epidemiológica, impulsar la inversión en nuevos tratamientos y mejorar el diagnóstico rápido de infecciones fúngicas.