En las últimas semanas, Europa ha visto cómo sus cielos eran perforados una y otra vez por drones, misiles y aviones rusos. Polonia, Rumanía, Estonia, Dinamarca y Noruega han registrado incursiones que han forzado cierres de aeropuertos, activación de cazas de la OTAN y lanzamiento de costosos misiles contra aparatos cuyo valor es apenas una fracción del proyectil utilizado.
Desde el Báltico hasta el Atlántico, la alarma se ha extendido y en Bruselas ha surgido una idea: proteger el continente exige un esfuerzo coordinado, un escudo que abarque a todos. . De ese pensamiento nació el concepto del “muro de drones”. Impulsado por el comisario europeo de Defensa, Andrius Kubilius, plantea un sistema multicapa: radares, sensores acústicos, artillería antiaérea de corto alcance y, sobre todo, enjambres de drones defensivos, todos interconectados para compartir información en tiempo real.
La meta es ambiciosa: lograr una cobertura integral capaz de detectar y neutralizar amenazas en segundos, integrando incluso capacidades espaciales junto a la Agencia Espacial Europea.
Europa levanta su propia “Gran Muralla”: un gigantesco escudo de drones para proteger el continente
Ucrania se ha convertido en un actor central. Tras más de tres años de guerra, sus fuerzas armadas y fabricantes han acumulado experiencia sin parangón en la lucha contra enjambres de drones. Su industria armamentística, ágil y reactiva, adapta diseños en semanas, frente a la rigidez europea. Kiev ofrece conocimientos, personal técnico y colaboración en desarrollo conjunto, y varios países ya tejen alianzas para producir drones de manera conjunta.
El proyecto no es solo tecnológico: también es financiero. Un préstamo de 140.000 millones de euros a Ucrania, basado en activos rusos congelados, busca sostener la defensa sin violar la legalidad internacional. Alemania ha mostrado apertura, mientras Hungría genera incertidumbre. Esta interrelación subraya que la defensa europea ya no puede desligarse de la supervivencia de Kiev.
Incluso con reticencias, como las de Berlín, que cuestiona plazos y costes, la inversión en defensa antidrón es consenso. Reino Unido aporta con Project Octopus, un programa para producir drones interceptores de bajo coste junto a Ucrania, ampliando su influencia estratégica tras el Brexit.
El muro de drones refleja una Europa que necesita actuar rápido, pero con prudencia. Es un símbolo de autonomía estratégica: un continente que busca blindar su cielo y, al mismo tiempo, redefinir su posición en el tablero global, con los drones como emblema de esa transformación.















