El terror siempre encuentra formas de colarse por las rendijas del mainstream, incluso cuando sus reglas de juego —el miedo, el mal cuerpo, el sobresalto cruel— echan para atrás a parte del público. Pero hay un rincón del horror donde todo se permite: el que abraza la brutalidad con descaro y convierte lo grotesco en parque de atracciones. Ahí es donde se instala con gusto Destino final: Lazos de sangre, el nuevo capítulo de una saga que parecía enterrada pero la muerte, como sabemos, nunca se da por vencida.
Zach Lipovsky y Adam B. Stein toman el testigo de esta saga de culto dosmilera y lo hacen con la mejor entrega desde los años de gloria, siendo capaz de recaudar 286 millones de dólares en todo el mundo. Su propuesta es un regreso salvaje y juguetón, disponible ya en HBO Max, que rescata lo que siempre funcionó: muertes imposibles, ironía negra y la certeza de que la parca tiene más imaginación que cualquier guionista de slasher convencional.
La gran sensación del terror del año aterriza hoy en HBO Max con una historia nunca vista en streaming
El punto de partida no engaña a nadie: una universitaria empieza a tener sueños recurrentes sobre una tragedia que nunca llegó a ocurrir. Las imágenes se suceden como flashes de un trauma heredado. Porque sí, el pasado no fue borrado, solo aplazado. Sus antepasados desafiaron el orden de lo inevitable, y ahora la muerte viene a reclamar lo que es suyo, con intereses y todo.
Destino final nunca ha buscado la sofisticación narrativa ni el prestigio festivalero. Lo suyo ha sido siempre más cercano a los Looney Tunes bañados en sangre: una estructura tan reconocible como efectiva —premonición, tragedia, reacción en cadena— y un humor negrísimo que convierte cada escena en una trampa de Rube Goldberg mortal.
Lazos de sangre no solo respeta ese espíritu, sino que lo eleva. Su puesta en escena tiene ritmo, sus muertes son un espectáculo de ingeniería absurda, y el guion introduce pequeños desvíos que juegan con las expectativas del fan veterano. Aquí no hay nostalgia impostada: hay cariño por el caos. Nada que no haya tocado el cine de terror en la última década, pero aquí servido con el filo de una guillotina afilada y la gracia de una comedia de enredos sangrienta. Destino final: Lazos de sangre no es solo una secuela digna de una saga de gran éxito. Es una carta de amor a la muerte con postdata incluida.















