Un descubrimiento sorprendente en el Instituto Oceanográfico Woods Hole ha desafiado conceptos fundamentales de la biología. Kei Jokura, investigador en biología marina, observó cómo dos medusas de peine (Mnemiopsis leidyi) se fusionaron de manera espontánea, compartiendo sus sistemas nervioso y digestivo. Este fenómeno plantea preguntas profundas sobre la identidad biológica, la adaptabilidad y los mecanismos de reconocimiento entre organismos vivos.
El enigmático mundo de las medusas de peine
Las medusas de peine, también conocidas como nueces de mar, pertenecen al filo Ctenophora, uno de los linajes más antiguos en el árbol de la vida. Aunque su aspecto gelatinoso recuerda al de las medusas comunes, no están estrechamente relacionadas con ellas. Su característica más distintiva son los peines formados por cilios, que les permiten desplazarse. Este linaje primitivo ha demostrado ser más versátil y adaptable de lo que se creía, como muestra su capacidad de fusión.
La fusión espontánea: una estrategia evolutiva
Jokura y su colega Mariana Rodríguez-Santiago, de la Universidad Estatal de Colorado, replicaron el fenómeno en laboratorio, donde nueve de cada diez parejas de medusas heridas se fusionaron exitosamente. Durante las primeras horas, cada medusa mantenía funciones independientes, pero pronto comenzaron a sincronizar sus movimientos y sistemas internos. Sorprendentemente, los alimentos ingeridos por una medusa eran procesados por el sistema digestivo de la otra, evidenciando una integración total de sus funciones.
El misterio del alorreconocimiento
Este hallazgo sugiere que las medusas de peine carecen del mecanismo de alorreconocimiento, una capacidad presente en la mayoría de los organismos para identificar y rechazar células ajenas, lo que protege al cuerpo de infecciones. La ausencia de este sistema en los ctenóforos podría ser una estrategia de supervivencia que les permite compartir recursos y funciones vitales en situaciones críticas. Esto los convierte en un modelo fascinante para estudiar la adaptabilidad y la evolución de los mecanismos de defensa en los seres vivos.

Pawel Burkhardt, biólogo evolutivo, señala que este fenómeno podría ofrecer pistas valiosas sobre el momento en que los animales desarrollaron la capacidad de distinguir entre “yo” y “otro”. La simplicidad del sistema nervioso de las medusas de peine proporciona una ventana única para estudiar cómo se forman y procesan las conexiones neuronales en los organismos primitivos. Este descubrimiento podría aportar claves sobre los orígenes de la conciencia y la percepción de la identidad.
Además de su capacidad de fusión, los ctenóforos han demostrado otra habilidad fascinante: pueden revertir su desarrollo en respuesta al estrés, volviendo a etapas previas de su ciclo vital. Este tipo de adaptabilidad, combinada con su capacidad de integración funcional con otros individuos, subraya la importancia de estos organismos para entender los límites y posibilidades de la evolución animal. Los estudios futuros podrían arrojar luz sobre cómo estos mecanismos podrían aplicarse en la medicina regenerativa y la neurociencia.