España se está preparando para hacer caso a los expertos en defensa. Mientras toma nota de las reclamaciones de la OTAN y la Unión Europea, el país recuerda en el que la Armada Española infundía respeto en medio mundo. En aquella época, ni siquiera Estados Unidos se permitía ignorar la sombra de nuestra flota. Hoy, ese esplendor es solo un recuerdo, pero algo se mueve en el mar: la defensa naval vuelve a estar sobre la mesa. El reciente impulso del buque logístico BAC II es solo una muestra de ese renovado interés, y ahora Navantia tiene un nuevo encargo sobre el escritorio: estudiar la viabilidad del primer portaaviones convencional de España. ¿Ambicioso? Sin duda. ¿Realista? De momento, solo sobre el papel.
España prepara la construcción de su primer portaaviones: la realidad es bien distinta y tendrá que esperar meses
Según publica El País, la Armada ha solicitado formalmente a Navantia —el astillero público español— un estudio técnico y presupuestario para la posible construcción del que sería el primer portaaviones “puro” de nuestra historia. La empresa deberá definir dimensiones, capacidades y, sobre todo, costes. El informe servirá como base para que el Gobierno decida si da luz verde al proyecto.
Y aunque aún no hay nada cerrado, fuentes cercanas al medio El Debate apunta a una inspiración clara: el Charles de Gaulle francés. Un gigante de propulsión nuclear que sirve como referencia, aunque el diseño español, al menos por ahora, optaría por energía convencional.
España ha tenido buques capaces de operar aviones. Desde el Dédalo cedido por EE.UU. en los años 60, pasando por el Príncipe de Asturias —un proyecto ruinoso—, hasta llegar al actual Juan Carlos I, oficialmente un “buque de asalto anfibio”. Todos ellos permitían el uso de aeronaves STOVL, como los veteranos Harrier, gracias a su rampa. Pero ninguno ha sido, técnicamente, un portaaviones convencional. Esa es la gran diferencia.
El problema es obvio: los Harrier están cerca de decir adiós. Y sustituirlos solo es viable si se amplía la capacidad de operar cazas modernos como los FCAS europeos, el futuro caza desarrollado por Francia, Alemania y España. Si se diseña una versión naval, claro.
La idea preliminar es un buque de más de 260 metros de eslora y en torno a 40.000 toneladas, con espacio suficiente para albergar hasta 30 aviones de última generación, según datos de EFE. Un perfil muy similar al del portaaviones francés, aunque sin su complejidad nuclear ni sistemas electromagnéticos como los que ya maneja EE.UU. en sus Gerald R. Ford.
India y Japón están acelerando sus propios programas navales. Y Turquía, ojo, también. Aquí entra otra clave: Navantia ya ha colaborado con Turquía en la creación del TCG Anadolu, un buque hermano del Juan Carlos I, y estaría trabajando en el desarrollo de un portaaviones de más de 300 metros junto a la Marina otomana. Ese “entrenamiento” podría ser vital si el proyecto español sigue adelante.
En un contexto internacional marcado por la rearme de Europa* y el declive de las certezas geopolíticas, tener un portaaviones no es solo una cuestión de orgullo nacional. Es disuasión, proyección de poder y autonomía estratégica, especialmente cuando incluso aliados históricos como EE.UU. toman decisiones unilaterales que nos afectan. Francia y Reino Unido ya han apostado fuerte. Japón, incluso con su pasado pacifista, ya ha relanzado su flota con portaaviones nuevos desde cero. ¿Una fecha? No son pocos los que creen que hasta 2040 no veremos nuestro ansiado portaaviones cruzando los mares.















