Avatar: Fuego y ceniza ya está aquí. Y sí, es, otra vez, una de las películas más esperadas del año. La saga de Pandora es la máquina de imprimir taquillazos por excelencia. Pero aquí viene lo interesante: pese a ese éxito monstruoso, James Cameron parece cada vez más incómodo con la calculadora. Sus declaraciones son un ejercicio de pesimismo contable que no casa nada con las cifras de recaudación. ¿Estamos seguros de que Avatar es el negocio redondo que nos venden? En Disney no lo tienen del todo claro.
La Paradoja Cameron: ¿Por qué el mayor éxito de taquilla del mundo tiene miedo de perder dinero?
La tercera incursión en Pandora aterriza envuelta en una paradoja económica demencial. Hablamos de un presupuesto de producción que roza los 400 millones de dólares, colocándola directamente en el club de las cintas más caras de la historia. Lo más chocante es que su propio capitán, James Cameron, no las tiene todas consigo. El director ha sido inusualmente franco sobre la salud financiera de su saga, poniendo una pregunta brutalmente directa sobre la mesa: "¿Ganaremos dinero con Avatar 3? Seguro que algo. Pero la pregunta real es qué tipo de margen de beneficio habrá, si es que hay alguno, y si eso será suficiente incentivo para continuar".
La aritmética de Fuego y ceniza no tiene sentido. A esos 400 millones de producción, hay que sumarle una campaña de marketing global que, según los analistas, se moverá entre 100 y 175 millones. Aquí entra en juego la regla no escrita de Hollywood: la película debe recaudar 2,5 veces su presupuesto de producción solo para alcanzar el punto de equilibrio (break-even). Eso significa que Avatar 3 tiene que cruzar la barrera de los 1000 millones de dólares en taquilla solo para que a Disney le salgan las cuentas. Y eso, es solo para no perder.
Para entender el problema, miremos atrás. Avatar: El sentido del agua terminó costando más de 1000 millones de dólares en total (producción, marketing y participaciones). Cameron no exageró al calificarla como "el peor caso de negocio en la historia del cine", exigiendo ser la tercera o cuarta película más taquillera de todos los tiempos solo para sobrevivir.
Cumplió el objetivo: recaudó 2320 millones. Pero atención: esta cifra es un espejismo. Tras el reparto con las salas, Disney se embolsó poco más de 1000 millones. El beneficio neto final fue de 531,7 millones, una cifra sólida pero ridícula comparada con la inversión y el riesgo asumido. El caso Avatar no es aislado; es el síntoma de una enfermedad sistémica en Hollywood: presupuestos inflados por la inflación, salarios de estrellas disparados por el streaming, y una carrera armamentística de efectos visuales.
Avatar es garantía de éxito en cines, pero mientras la recaudación escala, la rentabilidad se encoge. Y esa, y no otra, es la verdadera historia detrás del planeta azul.















