Ocurrió mucho antes de Jurassic World Rebirth. Viajemos a principios de los 2000. El mundo aún vibraba con el eco de los rugidos de Jurassic Park III, la última entrega por aquel entonces una de las sagas más queridas y rentables del cine moderno. El Spinosaurus había sido un revulsivo y en Universal Pictures querían más.
Michel Crichton no tenía material nuevo. Spielberg no estaba convencido. Y entonces, surgió una idea que, vista con perspectiva, parece un experimento genético fallido -y no hablamos de lobos huargos-: una película de dinosaurios híbridos con habilidades de combate, garras biónicas y armamento integrado. Sí, como reza la leyenda, Jurassic Park 4 casi se convierte en una pesadilla armada... y nadie estaba preparado para lo que casi ocurrió.
El siniestro futuro que casi tuvo Jurassic Park 4: dinosaurios con armas, mutaciones biológicas y un guion que Spielberg decidió enterrar
El guion fue encargado a John Sayles, respetado autor de thrillers como Lone Star, que se lanzó de cabeza a una historia delirante: una corporación suiza secuestra a científicos de InGen y comienza a crear híbridos dinosaurio-humano para usarlos como comandos especiales. Criaturas mutantes, capaces de sostener armas, portar armaduras, usar visión nocturna y obedecer órdenes. La locura llegaba a tal punto que el protagonista debía liderar un equipo de estos dinosaurios modificados para recuperar muestras robadas en una mansión o castillo en mitad de las montañas en una misión al estilo Misión Imposible.
Sí. Esto es real. Y estuvo cerca de rodarse. El guion —filtrado años después— desató escalofríos entre los fans. ¿Cómo había pasado Parque Jurásico de ser una meditación sobre el poder de la genética a esto? Sayles lo justificaba como una evolución lógica de la historia: tras la catástrofe de Isla Sorna, los gobiernos y empresas aprovecharían el ADN para fines militares. La película comenzaba con el ataque de un raptor domesticado en plena ciudad, y terminaba en una isla fortificada con criaturas mezcla de velocirraptor, perro, humano y cocodrilo.
Ojo, algunas de estas ideas se han reciclado en Jurassic World Rebirth y algo de los híbridos se pudo ver en Jurassic World y El reino caído, que aprovechó la idea de la mansión para sus propios fines. Y qué decir de Blue y su relación con Owen (Chris Pratt). Hay algo de estas ideas tan locas, tamizadas, en las nuevas y ás recientes producciones de la saga.
Spielberg, cuando vio el percal, como productor ejecutivo, se echó atrás. Sabía que el tono no funcionaba. Jurassic Park era ciencia ficción, sí, pero también tenía alma y una fuerte crítica en su interior, apelaba al sentimiento de maravilla, incluso lirismo, y siempre se caracterizó por mostrar dinosaurios realistas. Esta secuela apuntaba hacia un universo paralelo a medio camino entre Resident Evil y Soldado Universal. Años después, y como os hemos apuntado, Colin Trevorrow —director de Jurassic World— admitió que algunos conceptos se rescataron, pero que la idea de un velocirraptor con lanzacohetes se quedó donde debía: en una carpeta cerrada con llave.
Jurassic Park 4 se convirtió en una odisea sin norte. Cambios de guionistas, visiones incompatibles y una industria aún marcada por el 11-S que no sabía cómo afrontar un blockbuster sobre armas biológicas. Durante más de una década, la cuarta entrega fue un fantasma corporativo. Solo resucitó cuando Universal aceptó un enfoque más nostálgico, una secuela disfrazada de reinicio que recuperara la maravilla, no la guerra genética. Así nació Jurassic World en 2015.
¿Hubiera funcionado? Quizá como película de culto. Tal vez hoy estaríamos analizando su fracaso como analizamos Super Mario Bros o Battlefield Earth. Pero Spielberg, con su legendario olfato narrativo -puede que esté perdido últimamente, pero siempre ha sabido en qué cesta poner sus huevos-, supo lo que estaba en juego. No se puede armar a los dinosaurios sin perder el alma del parque. No se puede convertir a los depredadores más majestuosos de la historia en soldados sin convertir Jurassic Park en una caricatura de sí misma. Fue una decisión correcta y como afirma Malcolm, la vida se abrió camino.
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