La serie Super Crooks, el anime de Netflix basado en el cómic de Mark Millar y Leinil Francis Yu, irrumpe en el panorama de los superhéroes con una propuesta refrescante: seguir las hazañas de los villanos en lugar de los típicos paladines de la justicia.
Estrenado en 2021 y producido por el estudio japonés Bones (My Hero Academia), la serie ofrece una visión desenfadada, vibrante y violenta del universo superheroico, con una narrativa centrada en el crimen, el fracaso y la ambición desmedida. El protagonista, Johnny Bolt, es un ladrón con poderes eléctricos que, tras salir de prisión, decide reunir a su antigua banda para un último gran golpe: robarle al supervillano más peligroso del mundo.
Es tan cínica como 'The Boys'
Desde el primer episodio, se distancia de las historias heroicas convencionales y se alinea más con el cinismo y la ironía de propuestas como The Boys, aunque con un tono mucho más estilizado y pop. Mientras que la serie de Amazon se recrea en la sátira salvaje del capitalismo, la política y la industria del entretenimiento, Super Crooks se decanta por la estética del heist movie y el relato coral de perdedores entrañables. Aquí los superpoderes no otorgan nobleza ni responsabilidad, sino una herramienta más en el arsenal del crimen organizado. El resultado es un anime con ritmo de videoclip y alma de cómic noir.
Una de las grandes virtudes de la serie es su animación, enérgica y estilizada, con secuencias de acción coreografiadas con una fluidez que recuerda al cine de atracos clásico y al manga de combate. La dirección de Motonobu Hori y la música compuesta por Towa Tei dotan a la serie de un estilo visual y sonoro que se siente tan global como híbrido. No es un anime tradicional, ni tampoco una adaptación occidentalizada: es un cruce cultural que aprovecha lo mejor de ambos mundos. Y aunque los protagonistas sean criminales, la serie logra que el espectador simpatice con ellos, no tanto por su moral como por su carisma y humanidad.
Comparada con The Boys, es menos escatológica pero igual de corrosiva. Ambas series parten del mismo desencanto con el mito del superhéroe, pero lo abordan desde ángulos distintos: mientras que la obra de Garth Ennis convertida en serie por Eric Kripke disecciona la corrupción sistémica desde dentro de los trajes de látex, Super Crooks mira desde abajo, desde la periferia de ese sistema, mostrando cómo los desechos del sueño heroico también sueñan con triunfar. El humor negro, la violencia estilizada y los antihéroes rotos son elementos comunes, pero el anime se apoya más en la estética de Ocean’s Eleven que en la provocación nihilista.
