En la gran final de Eurovisión celebrada en Basilea, Israel protagonizó uno de los momentos más comentados —y controvertidos— de la noche: saltó del puesto 15 al primero gracias al televoto, pese a los abucheos constantes y al rechazo de una parte notable del público europeo a su participación. Para muchos aquello fue un síntoma de una clara manipulación.
El director del certamen, Martin Österdahl, intentó calmar las aguas asegurando que todo se había hecho “según las normas”. Sin embargo, días después, una investigación oficial de la UER reveló algo que contradice ese discurso: sí existió una campaña de publicidad digital promovida por el gobierno israelí para impulsar el voto hacia su representante, Eden Golan. Ahora, con España sumida en una polémica por su retransmisión, la UER investiga qué ha sucedido realmente.
El director de Eurovisión niega fraude y descarta manipulación de Israel, pero la UER lo corrige públicamente
El salto abrupto de Israel en la clasificación encendió las alarmas. RTVE solicitó a la organización revisar los resultados del televoto para descartar cualquier anomalía. La respuesta oficial llegó por parte de Martin Green, director del festival, quien declaró a EFE que los votos de cada país habían sido verificados por equipos independientes y que no se había detectado “ningún patrón sospechoso”. La auditoría técnica, a cargo de Once.net, respaldó esa versión.

Pero la polémica no tardó en resurgir. Según datos obtenidos por Verifica, una investigación interna de la propia UER descubrió que la Agencia de Publicidad del Gobierno de Israel había lanzado una ofensiva digital días antes de la final, con una batería de anuncios colocados en productos de Google para pedir el voto explícitamente a favor de Eden Golan. Todo ello, según el reglamento del festival, está prohibido.
La investigación revela que, entre el 6 y el 16 de mayo, se difundieron 89 vídeos en YouTube dirigidos a 35 países. El canal se había creado el 20 de abril y, según el Transparency Center de Google Ads, estaba vinculado directamente al gobierno israelí, aunque no figuraba como canal institucional. Los vídeos, además, no mostraban señales de haber sido generados por inteligencia artificial, lo que sugiere la participación directa de la cantante en su creación. Todo parecía diseñado para sortear las reglas sin romperlas abiertamente.
Entre los países más críticos con la gestión del televoto está Bélgica. Su televisión pública, VRT, ha exigido a la UER una explicación clara y ha advertido que podría retirarse del festival si no se garantiza mayor transparencia: “Sin una respuesta seria a nuestras preocupaciones, cuestionamos nuestra futura participación”, han declarado.
Aunque desde algunos sectores se insiste en que tanto Israel como Austria eran candidaturas favoritas del público, los hechos no terminan de cuadrar. Más allá de los datos del televoto, la recepción en redes, los abucheos en directo y el descontento de varios países dibujan un panorama muy distinto. Lo que parece claro es que, en esta edición de Eurovisión, la música ha vuelto a quedar en segundo plano.