La decisión de Disney de suspender temporalmente Jimmy Kimmel Live! se ha convertido en un boomerang mediático y financiero. Lo que pretendía ser un movimiento para calmar tensiones políticas ha derivado en un fuerte castigo por parte de los usuarios: según datos recopilados por la periodista independiente Marisa Kabas en The Handbasket, la compañía habría perdido más de 1,7 millones de suscriptores de pago en servicios como Disney+, Hulu y ESPN.
La polémica estalló tras los comentarios de Kimmel sobre el asesinato del activista conservador Charlie Kirk, en los que criticó duramente a Donald Trump. La reacción del presidente y de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) fue inmediata, acompañada de una ofensiva mediática de grupos como Sinclair y Nexstar, que anunciaron que dejarían de emitir el programa hasta recibir disculpas públicas y donaciones. Disney optó entonces por cancelar el show de forma indefinida, lo que muchos interpretaron como una claudicación frente a la censura política.
Del apagón al efecto rebote
La respuesta del público no tardó en llegar. Cinco días después de la cancelación, el programa regresó a la ABC y poco después a las cadenas afiliadas, pero el daño ya estaba hecho. Las redes sociales se llenaron de mensajes que acusaban a Disney de no defender la libertad de expresión, un valor especialmente sensible en un contexto político polarizado en Estados Unidos. El boicot organizado por miles de usuarios coincidió con un repunte de cancelaciones muy por encima de lo habitual: un 436 % más que el índice promedio, según los datos citados.
El problema se agravó por un factor adicional: Disney+ había anunciado una subida de precios en EE. UU. justo en medio de la tormenta. Aunque la medida estaba prevista desde semanas antes, muchos usuarios la interpretaron como la gota que colmaba el vaso, acelerando las bajas en masa. Analistas del sector señalan que esta combinación de decisiones precipitadas y comunicación deficiente ha puesto en riesgo la reputación de la plataforma en un momento en el que Netflix, Amazon y Warner están redoblando esfuerzos para ganar cuota de mercado.
Boicot, precios y reputación
Este episodio no solo revela el poder de presión política y mediática en la industria del entretenimiento, sino también la vulnerabilidad de los gigantes del streaming frente a suscriptores cada vez más exigentes. La gestión de Disney deja claro que los usuarios no solo consumen contenidos, también exigen coherencia corporativa, especialmente cuando se trata de principios como la libertad de expresión.
La compañía se enfrenta a un panorama en el que la fidelidad de los clientes es frágil, las suscripciones fluctúan con rapidez y cualquier error de cálculo puede traducirse en pérdidas millonarias. El caso de Jimmy Kimmel, convertido en un inesperado símbolo de resistencia cultural, ha dejado a Disney ante la obligación de replantearse cómo manejar los choques políticos sin dinamitar su base de usuarios.















