Los neandertales del norte de Europa no solo practicaban el canibalismo: también elegían con cuidado a sus víctimas. Eso es lo que sugiere un nuevo estudio sobre los restos hallados en la tercera caverna del complejo de Goyet, en Bélgica, donde se ha identificado un patrón escalofriante: mujeres adultas y niños procedentes de otro grupo habrían sido capturados y consumidos hace entre 41.000 y 45.000 años, en el tramo final de la existencia neandertal en la región. Los investigadores hablan de un “canibalismo altamente selectivo”, muy distinto a la imagen difusa y general de antropofagia que se manejaba hasta ahora.
Goyet ya era un yacimiento clave para entender el canibalismo neandertal: allí se habían descrito huesos humanos con fracturas para extraer la médula, marcas de descarnado y hasta restos reutilizados como herramientas, en un contexto indistinguible del tratamiento dado a los huesos de reno y otros animales consumidos como alimento. Lo nuevo de este trabajo es que, tras una década de análisis sistemático, el perfil biológico de los individuos revela algo incómodo: las víctimas no eran miembros de la comunidad residente, sino mujeres y niños de un grupo “externo”, lo que encaja mejor con episodios de violencia intergrupal que con un simple recurso desesperado en tiempos de hambre.
Quiénes eran —y quiénes no— las víctimas
El equipo internacional ha combinado varias técnicas para llegar a esa conclusión: ADN antiguo para reconstruir parentescos, dataciones por radiocarbono para fijar la cronología, análisis isotópicos que ayudan a inferir el origen geográfico y dieta de los individuos, y reconstrucciones virtuales de huesos extremadamente fragmentados. El resultado es una especie de radiografía social de aquel grupo neandertal del Pleistoceno tardío, en plena fase de contacto y solapamiento con los primeros Homo sapiens que llegaban al norte de Europa, un periodo en el que ya se ha descrito una notable diversidad cultural entre distintas comunidades neandertales.
Los patrones de corte, fractura y quemado en los restos humanos de Goyet son prácticamente idénticos a los que presentan los huesos de fauna consumida en el mismo nivel arqueológico, lo que refuerza la interpretación de un canibalismo de tipo alimentario y no ritual. Sin embargo, el hecho de que se concentre en mujeres y menores ajenos al grupo sugiere algo más complejo: no sería sólo una respuesta extrema a la escasez, sino un comportamiento ligado a tensiones territoriales, venganzas o dinámicas de dominio frente a comunidades vecinas, justo en un momento de alta presión ecológica y demográfica.
Conflictos entre grupos y retrato incómodo
Este escenario encaja con otros indicios de canibalismo neandertal documentados en Europa —como los de Moula-Guercy, en Francia, o El Sidrón, en España—, donde también se ha propuesto una combinación de factores ambientales y sociales para explicar la antropofagia, aunque raramente se había podido perfilar tan bien quiénes eran las víctimas y de qué grupo procedían. En Goyet, la selección de mujeres y niños de fuera de la comunidad añade una dimensión de conflicto entre grupos que va más allá del cliché del “neandertal hambriento” devorando a cualquiera a su alcance.
A la vez, el estudio encaja con la imagen cada vez más matizada de los neandertales: una especie capaz de comportamientos simbólicos, cuidado de enfermos y vínculos afectivos, pero también de violencia organizada y estrategias de supervivencia brutales cuando los recursos y el territorio estaban en juego. Lejos de dibujar a estos homínidos como “monstruos”, el trabajo los acerca incómodamente a nosotros: grupos humanos que, en un contexto de cambio climático, competencia y choque de poblaciones, llevaron al extremo algo que conocemos bien en nuestra propia historia reciente: la combinación de miedo, hambre y guerra como detonante de las peores decisiones posibles.















