China no solo es un gigante económico: sus decisiones y su producción afectan directamente a España. El país asiático ha demostrado una capacidad de innovación brutal; un ejemplo evidente es su despliegue de robots en la industria, que supera al resto del mundo sumado. Su densidad de fábricas explica por qué gran parte de los productos que usamos en España, desde textiles hasta electrónica, provienen de allí. Pese a esto, el conocimiento real sobre su cultura y su forma de vida sigue siendo limitado.
Adrián Díaz, empresario español afincado en China, ha vivido de primera mano esa realidad. A través de su experiencia y en el podcast La Fórmula del Éxito con Uri Sabat, desvela cómo la vida y el trabajo en el país asiático han cambiado con los años.
Temas que para nosotros parecen normales, como la vivienda o conceptos de propiedad, resultan incomprensibles allí: "Explico lo de la okupación y no les entra en la cabeza", confiesa. Pero no se trata solo de diferencias culturales: es un país donde la forma de trabajar y de aspirar al éxito ha evolucionado radicalmente.
Adrián Díaz, empresario español radicado en China, asegura: "Nadie se conforma con un salario bajo; aquí no basta con 2.000 ni con 3.000 euros"
La respuesta, explica Díaz, es económica: "China era el lugar donde el dinero se podía multiplicar más rápido". El país creó un entorno donde el capitalismo pudo desarrollarse de manera más agresiva y eficiente que en ningún otro lugar. Díaz lo resume así, y de una manera que parece bastante contundente. "Es el capitalismo más salvaje que existe".
El éxodo de empresarios fue tal que llegó un momento de saturación: "Cuando llevas décadas recibiendo inversión y todas las fábricas del mundo se instalan en tu país, llega un límite. En China se alcanzó cuando no había trabajadores suficientes para abastecer todas las fábricas". La consecuencia fue inmediata: desempleo prácticamente nulo y necesidad de competir por los empleados, aumentando salarios y beneficios.
Contrario a muchos estereotipos, los chinos son extremadamente ahorradores. Según Díaz, "ahorran de media un 50% de lo que ganan, sea cual sea su salario". Y no se trata de un país barato: "China ya no es un lugar donde se trabaje por un bol de arroz. Los salarios han crecido y los trabajadores buscan generar riqueza real". Su ambición no se limita a sobrevivir; aspiran a ser ricos: "Si les propones ganar 5000 dólares de por vida sin opción a más, no lo aceptan: su objetivo es maximizar ganancias, no conformarse con poco".
Al observar a ciudadanos chinos en España, es habitual ver coches llamativos o ropa de marca. Esta tendencia se mantiene en China: "Gastan en ostentación", señala Díaz. Todo lo visible para el exterior -coches, móviles, relojes- recibe inversión, mientras que en su vida privada son extremadamente frugales: "En casa no hay elementos innecesarios; cada gasto debe aportar algo a la prosperidad de la familia. Ni siquiera cuadros en la pared. Todo está orientado a la imagen y al éxito".
El retrato que dibuja Adrián Díaz rompe con clichés antiguos y nos muestra a un país donde el trabajo, la ambición y la disciplina financiera se combinan de manera implacable, modelando a una generación que ya no acepta la mediocridad.















