Crónica de una muerte anunciada. Quibi, la plataforma de streaming que apostó por series distintas y un formato de consumo rápido, con capítulos de corta duración y la posibilidad de disfrutarlos en pantalla vertical, tuvo un lanzamiento accidentado, con pocas descargas y aún menos suscriptores. Hace unos meses, cuando los despidos se sucedían, pagó más de 6 millones de dólares en royalties a actrices por trabajos que no llegaron a realizarse. Hoy, apenas seis meses después de su gran debut, ha confirmado su cierre definitivo.
Hollywood invirtió más de 2000 millones de dólares en ella
Quibi no era una start-up cualquiera. Había recibido potentes y generosas inversiones de empresas y compañías de Hollywood muy importantes como Disney, NBCUniversal, Viacom, Sony Pictures Entertainment, WarnerMedia, Lionsgate, MGM, ITV o Entertainment One. La empresa dirigida por Jeffrey Katzenberg y Meg Whitman, apenas seis meses después de su lanzamiento, había recibido inversiones por valor de 2000 millones de dólares.
Wall Street Journal ha elaborado un especial en el que destacan las claves de la ruina del servicio, un cúmulo de errores que se han ido sucediendo uno detrás de otro en los últimos meses. "Nuestro fracaso no fue por no intentarlo", comentaron tanto el fundador Jeffrey Katzenberg como la directora ejecutiva Meg Whitman en una carta abierta a empleados e inversores. "Hemos considerado y agotado todas las opciones disponibles", remarcaban. "Los fondos e inversiones restantes serán devueltos a sus respectivos propietarios", señalaban.
En un principio, parecía una idea bastante original e interesantes. La nueva idea de Jeffrey Katzenberg, uno de los miembros de Hollywood que reciben el adjetivo de gurú, prometía muchísimo sobre el papel. A comienzos de año, coincidiendo con el inicio de la pandemia, Katzenberg lanzó su app de vídeo en formato corto, que intentaba captar a los millenials con un contenido bastante atractivo, y en vista de lo que era trending, no tardó en fichar a personalidades y artistas como Zac Efron, Sam Raimi, Chance the Rapper, Bill Murray y Reese Witherspoon, que era una de las estrellas del catálogo inicial. Pero ni la publicidad, ni los evidentes esfuerzos de Katzenberg para hacer atractiva a un público obsesionado con TikTok, fueron suficientes. Quibi no fue capaz de llegar a las 50 apps más descargadas en la App Store y se vio envuelta en un escándalo de sustracción de tecnología, un asunto que tiene a la empresa tecnológica Eko y la propia compañía en mitad de un enorme proceso de litigios cruzados en el momento en el que está lidiando con el cierre absoluto de la empresa. Ahora la compañía enfrenta enormes deudas, pero tiene que pagar numeroso cheques a todos los artistas y estrellas que confiaron en la idea y firmaron contratos.
No se puede decir que no tuvo la atención del respetable. El producto se lanzó en Norteamérica cuando millones de estadounidenses fueron llamados a un confinamiento generalizado. Quibi luchó por atraer suscriptores de pago, pero no supo encauzar ni su oferta ni su idea dirigida a un público que prefiere el contenido efímero y poco producido de TikTok, directo y más fresco, que las producciones diseñadas para la plataforma de streaming dirigida por Katzenberg. "Creemos que el concepto y la idea general del producto no eran lo suficientemente fuerte como para justificar un servicio de transmisión independiente, y el lanzamiento durante la pandemia nos perjudicó", matizaban los directores y fundadores de la compañía. "Desafortunadamente, nunca lo sabremos, pero sospechamos que ha sido una combinación de los dos", concluían.
