El concepto de 'chronoworking' está revolucionando la manera en que se perciben y organizan los horarios laborales. Esta metodología propone que los empleados trabajen en los momentos del día en que se sientan más productivos, basándose en sus ritmos biológicos naturales, también conocidos como "cronotipos". Esta tendencia ha ganado popularidad especialmente tras la pandemia de COVID-19, cuando el trabajo remoto y los horarios flexibles se convirtieron en una norma para muchos trabajadores alrededor del mundo.
Eloise Skinner, una escritora y entrenadora física, es un claro ejemplo de cómo el chronoworking puede optimizar la productividad. A sus 32 años, organiza su jornada laboral en función de su biología, tal y como recoge la BBC, trabajando hasta la medianoche y aprovechando las horas nocturnas cuando se siente más concentrada. Para ella, este enfoque no es solo una preferencia, sino una necesidad para alcanzar su máximo rendimiento. Este modelo de trabajo flexible permite a personas como Skinner adaptar sus horarios laborales a sus ritmos circadianos, mejorando así su eficiencia y bienestar.
No está aceptado en todas las industrias
A pesar de sus beneficios, el chronoworking aún no es ampliamente aceptado en todas las industrias. Muchas empresas siguen operando bajo el tradicional horario de 9 a 5, un sistema que fue establecido en el siglo XIX por sindicatos laborales en Estados Unidos. Sin embargo, estudios y encuestas recientes han demostrado que la mayoría de los trabajadores no alcanzan su máxima productividad en estas horas. De hecho, una encuesta de enero reveló que el 94% de los trabajadores estadounidenses no trabajan en sus horarios preferidos, lo que afecta negativamente su rendimiento laboral.
El potencial de este método no se limita solo a la productividad individual. Empresas como Flexa, una plataforma de empleo con sede en Londres, han implementado horarios flexibles para sus empleados, permitiéndoles trabajar cuando se sienten más productivos. Algo que también favorece la retención de empleados al adaptarse a sus necesidades individuales. Además, normaliza los horarios flexibles para padres y personas con responsabilidades que dificultan adherirse a un horario fijo de 9 a 5.
Un método heredado de la Edad Media
En la Edad Media, el concepto de adaptar el trabajo a los ritmos biológicos no era desconocido, aunque no se denominaba "chronoworking". Las jornadas laborales se estructuraban alrededor de la luz solar y los ciclos naturales, permitiendo a los trabajadores ajustar sus actividades diarias según las horas de mayor luz y menor fatiga. Este enfoque orgánico aseguraba que los campesinos y artesanos trabajaran durante las horas en que eran más productivos, aprovechando al máximo la luz del día para labores intensivas y reservando las horas nocturnas para tareas menos exigentes o descanso.
La jornada laboral medieval estaba a menudo dividida en varios segmentos, lo que permitía a los trabajadores intercalar períodos de trabajo con descansos adecuados. Este patrón fragmentado de trabajo no solo optimizaba la productividad, sino que también respetaba los ritmos circadianos naturales de las personas. Al trabajar en armonía con el entorno natural y las necesidades biológicas, las comunidades medievales lograban mantener un equilibrio saludable entre el esfuerzo físico y el bienestar, un principio fundamental que el chronoworking moderno busca recuperar y adaptar a los contextos laborales actuales.
Los desafíos de implementar este método
No obstante, su implementación también presenta desafíos. Es esencial que las empresas encuentren un equilibrio entre la flexibilidad y la necesidad de coordinación entre los equipos. Algunos proponen soluciones como establecer horas centrales de trabajo en las que todos los empleados deben estar disponibles, o utilizar software para grabar y compartir reuniones con aquellos que no pueden asistir en tiempo real. Estas prácticas pueden ayudar a mitigar las dificultades de gestionar un equipo con horarios diversos.