La contaminación por micro y nanoplásticos se ha convertido en una preocupación ambiental cada vez más patente, especialmente tras el reciente vertido de pellets en la costa gallega. Esta problemática ha llevado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a desarrollar una metodología pionera para cuantificar su presencia en el agua embotellada. Es por eso que el CSIC ha logrado identificar una concentración promedio alarmante de estas diminutas partículas en las botellas de plástico, una realidad que plantea interrogantes sobre la exposición diaria de las personas y su impacto en la salud a largo plazo.
Los riesgos asociados a los aditivos plásticos
Además de los micro y nanoplásticos, el estudio del CSIC ha revelado la existencia de 28 aditivos plásticos en el agua embotellada. Estos compuestos químicos, como estabilizantes y plastificantes, están diseñados para mejorar las propiedades del plástico, pero su migración al agua y su alta toxicidad celular representan un riesgo emergente para la salud.
La investigación sugiere que estos aditivos podrían tener efectos nocivos significativos, lo que subraya la necesidad de una regulación más estricta y una mayor conciencia pública sobre los peligros potenciales del agua embotellada.
Controles más estrictos
La metodología utilizada en este estudio, basada en cromatografía líquida y espectrometría de masas de alta resolución, proporciona una herramienta esencial para medir con precisión los niveles de micro y nanoplásticos en el agua. Esta técnica no solo permite detectar partículas de tamaños extremadamente pequeños, sino que también establece un precedente para la futura regulación de estos contaminantes. Los hallazgos del estudio destacan la importancia de políticas y medidas de seguridad alimentaria que consideren tanto la cantidad de polímeros como el número de partículas, lo que podría ser crucial para establecer límites seguros de exposición.
Para este estudio se han analizado 280 muestras de agua de 20 marcas comerciales de agua embotellada, considerando botellas de entre 1,5 y 0,5 litros. En ellas, el CSIC ha detectado 359 nanogramos de micro y nanoplásticos por litro, cantidad similar a la encontrada anteriormente en el agua del grifo de Barcelona. Bajo el consumo medio de 2 litros de agua diarios, se estima que una persona podría ingerir aproximadamente 262 microgramos de estas partículas plásticas cada año.
“Nuestro estudio de toxicidad mostró que tres tipos de plastificantes presentaban un mayor riesgo para la salud humana y, por tanto, deberían ser considerados en los análisis de riesgos para los consumidores”, concluye Marinella Farré, investigadora del IDAEA-CSIC y autora del trabajo, en la publicación de ISGlobal. El estudio del CSIC y ISGlobal también toca la problemática ambiental del agua embotellada y su contribución a la proliferación de residuos plásticos. A pesar de las alarmantes concentraciones de micro y nanoplásticos detectadas, es igualmente importante reconocer el grave impacto ambiental derivado de la producción y desecho de botellas de plástico.
Por otro lado, investigadores del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia han revelado la sorprendente prevalencia de nanoplásticos en el agua embotellada, una forma de contaminación plástica que, hasta ahora, ha permanecido en gran medida invisible y sin cuantificar. El análisis de las botellas de agua reveló que cada litro podría contener cientos de miles de estas partículas microscópicas, sobrepasando con creces las estimaciones previas. Este descubrimiento subraya la necesidad urgente de investigar más a fondo los efectos de los nanoplásticos en la salud humana y el medio ambiente, ya que su pequeño tamaño podría permitirles evadir los filtros convencionales y acumularse en los ecosistemas y en el cuerpo humano.
Este innovador estudio en PNAS no solo plantea preocupaciones sobre la seguridad del agua embotellada, sino que también cuestiona la eficacia de los métodos actuales de filtración y purificación. Los hallazgos recalcan la penetración ubicua de los plásticos en nuestro entorno diario y su entrada inadvertida en la cadena alimentaria. La metodología utilizada para detectar estos nanoplásticos representa una herramienta crucial para futuras investigaciones y podría servir como un llamado a la acción para la industria y los reguladores para desarrollar estándares más estrictos y tecnologías de filtración avanzadas. Así, el estudio resalta la importancia de abordar la contaminación por plásticos desde un enfoque proactivo, considerando no solo la contaminación visible, sino también la invisible que, potencialmente, tiene implicaciones de largo alcance para la salud pública.